Un marcapasos cerebral para el tratamiento de la depresión
13 de octubre de 2021Las severas depresiones que sufrió durante año, llevaron a Sarah incluso a pensar en el suicidio. Probó muchos medicamentos, pasó meses hospitalizada, se sometió a electroshocks, sus nervios fueron estimulados con campos magnéticos. Pero sus síntomas depresivos persistían.
Cinco años atrás, sus depresiones se volvieron tan severas, que ya no pudo vivir sola. Sarah dejó su trabajo y volvió a la casa de sus padres.
Ladepresión es un mal que afecta a unos 300 millones de personas en el mundo entero, según la Organización Mundial de la Salud. Muchos pacientes se recuperan con el tratamiento adecuado. Pero Sarah se contaba entre el 20 o 30 por ciento de aquellos que no reaccionan a los tratamientos convencionales.
Sensores implantados
"Mi vida ya no era digna de vivirse”, dice la mujer, del norte de California. En junio de 2020, se convirtió en la primera paciente de un estudio experimental.Un equipo de científicos de la Universidad de San Francisco le implantó un dispositivo del tamaño de una cajetilla de cigarrillos en el cráneo. Este detecta la aparición de síntomas de depresión y reacciona enviando estímulos eléctricos al cerebro. Una especie de marcapasos cerebral.
En lo más profundo de su depresión, Sarah solo podía percibir la fealdad en su entorno. Pero el aparato cambió su forma de ver el mundo. "Recuerdo que volvía a casa una de las primeras veces con el dispositivo activado. Pude ver la bahía y diferenciar los colores. Había una luz maravillosa”, contó a la CNN.
Doce días después de la instalación del dispositivo, el grado de depresión de Sarah bajó de 33 a 14 en una escala utilizada para medir la intensidad del mal. Pocos meses después, cayó por debajo de 10, según los investigadores.
"Esta técnica es un increíble logro de la ingeniería científica. Muestra lo que es posible hacer con lo que hemos aprendido de las neurociencias”, dijo a DW Helen Mayberg, neuróloga y directora del Centro de Terapéutica de Circuitos Avanzados de la Escuela de Medicina Icahn de Nueva York.
No todas las depresiones son iguales
El método utilizado para tratar la depresión de Sarah es conocido como estimulación cerebral profunda. Consiste en enviar impulsos eléctricos constantes a una zona del cerebro. El tratamiento existe desde hace 30 años y se utiliza para tratar enfermedades como el Parkinson, el trastorno obsesivo compulsivo y la epilepsia.
Hace menos de dos décadas, investigadores comenzaron a probarlo como tratamiento para depresiones severas, pero ensayos clínicos previos solo mostraron efectos limitados. "Desafortunadamente, las pruebas que tenemos sobre la estimulación cerebral profunda como tratamiento de la depresión son en realidad todavía escasas", dijo a DW Jens Kuhn, psiquiatra del Hospital Johanniter de la ciudad alemana de Oberhausen.
Un gran desafío radica en que la depresión puede involucrar diferentes áreas del cerebro, dependiendo de la persona. "La depresión no siempre es igual”, indicó a DW Volker Coenen, neurocirujano de la clínica de la Universidad de Friburgo. Eso dificulta un tratamiento estandarizado.
Un tratamiento a medida
Lo particular y promisorio en el caso de Sarah es que se llevó a cabo un tratamiento personalizado, ajustado a los patrones cerebrales de su depresión.
Para ajustar el dispositivo a los síntomas de depresión de Sarah, los investigadores estudiaron su cerebro durante 10 días: colocaron electrodos en diferentes lugares, los estimularon y registraron los cambios en la forma de sentir de la paciente.
Los científicos detectaron que la amígdala, responsable de emociones negativas como miedo o rabia, predecía los síntomas más severos de la depresión de Sarah. Por otro lado, la estimulación del estriado ventral, que está relacionado con la motivación y la recompensa, eliminaba los sentimientos de depresión de Sarah.
Esos descubrimientos permitieron a los investigadores crear una terapia a medida de la paciente. Colocaron electrodos en las dos regiones: uno para detector el inicio del ciclo de la depresió, y otro para emitir estímulos que contrarrestaran los síntomas.
"Este meticuloso método de medir, estimular, medir y estimular, es el rasgo distintivo de este estudio de caso", afirmó Coenen.
Una terapia riesgosa y cara
El dispositivo le cambió la vida a Sarah. Pero se trata de un método invasivo, que implica riesgos. Colocar electrodos en el cerebro de un paciente puede causar sangramientos, lo que puede llevar a la muerte en casos extremos.
Estimular el estriado ventral, la zona del cerebro vinculada a la euforia, también es arriesgado. Es un área que tiene el potencial de crear una adicción.
Los investigadores se preguntan si sería posible ayudar también a otras personas como Sarah. "La logística de esto es muy, muy complicada", dice Mayberg. El dispositivo tendría que personalizarse para cada paciente. Eso significa costos de decenas de miles de dólares, equipos especializados y estancias de una semana en el hospital, un lujo que muchos sistemas sanitarios no pueden permitirse.
(ers/ms)