Un hábito arraigado
8 de mayo de 2008Un viejo proverbio afirma que "el pescado siempre se apesta de la cabeza hacia abajo". La sabiduría popular puede ser aplicada fácilmente en los escándalos que han impactado a grandes empresas alemanas en años pasados, en particular al consorcio muniqués Siemens.
Desde que las primeras revelaciones sobre pagos irregulares para obtener contratos en el extranjero se dieron a conocer en 2006, el monto total de los sobornos es estimado en 1.300 millones de euros.
En tiempos recientes, todo el cuerpo directivo de la transnacional ha sido sometido a un proceso de renovación. El ex presidente de la empresa, Klaus Kleinfeld, nunca se vio involucrado directamente en el escándalo. Pero sí fue forzado a renunciar tras haber perdido el voto de confianza en año pasado. Fue reemplazado por un ejecutivo proveniente de otras empresas, llamado Peter Löscher.
Siemens es un consorcio que cotiza en la bolsa de valores de Nueva York, por lo que la agencia reguladora de ese organismo bursátil, la SEC, sigue de cerca cada paso que da la empresa alemana a fin de que cumpla con todas las normas anticorrupción.
"Borrón y cuenta nueva"
"Siemens recibe una presión tremenda por parte de la SEC, pero en realidad no se puede interrumpir un proceso depuratorio de tales dimensiones, del mismo modo que una mujer no puede estar medio embarazada", dice Caspar von Hauenschild, miembro de Transparencia Internacional Alemania.
El especialista añade que Siemens ha hecho lo posible por limpiar la casa, pero no tiene ni siquiera el mínimo margen para permitirse nuevos escándalos.
"Löscher permite dar la impresión de que hay borrón y cuenta nueva y de que la cultura corporativa basada en los sobornos ha quedado en el pasado. Lo que no deja de sorprender es que tanto Kleinfeld como su antecesor, Heinrich von Pierer, no hayan considerado que tales prácticas ponían en peligro a sus trayectorias profesionales", señala von Hauenschild.
Nuevas reglas del juego
Parte del problema consistía en que los sobornos que invoucraban a contratos en el extranjero no solamente eran perfectamente legales, sino que hasta se les podía deducir de impuestos en los años anteriores a 1999.
Pagar en efectivo a intermediarios o a funcionarios extranjeros a cambio de que se otorgaran jugosos contratos era una práctica común, especialmente en naciones donde la corrupción es rampante.
"Pagarle a alguien para abrir mercados emergentes y altamente competitivos parecía ser un precio muy bajo en comparación con los beneficios que ello dejaría a las empresas", dice Frank Rothauge, que durante años se ha dedicado a analizar a la empresa. Siemens, subraya, únicamente hizo lo que los demás, pero en mucho mayor dimensión.
Cambiar esta cultura corporativa no será fácil. Marcus Lutter, profesor de Derecho en la Universidad de Bonn y especialista en gobierno corporativo, utiliza una metáfora: "Es como decirle a un fumador empedernido que deje el cigarro al día siguiente. Se trata de hábitos arraigados y difíciles de erradicar".