Caída del Muro de Berlín
8 de noviembre de 2009Es un día de imágenes y de confesiones conmovedoras y naturalmente también un día de dramatismo y lugares comunes. Pero ante todo el 9 de noviembre de 1989 es el día de mayor felicidad en la historia reciente de Alemania y de Europa. No sólo hizo desmoronarse un sistema obsoleto y reunió a un país dividido durante 40 años. El 9 de noviembre de 1989 es también el día en el que los valores clamados por muchos años, y con razón, de unidad, derecho y libertad pudieron ser vividos por todos, un día en el que la sociedad libre se pudo festejar a sí misma en un momento triunfal.
20 años después se debe seguir recordando que no sólo fue Occidente, y no sólo fueron los políticos, los que posibilitaron este día. Fueron los ciudadanos de la RDA los que en las tristes calles de su Estado amurallado demandaron nada más ni nada menos que sus derechos. El que las manifestaciones pacíficas efectuadas durante muchas semanas hicieran derrumbarse los muros de cemento y los alambrados de púas, fue una autovalidación de la historia constitucional democrática y de los valores en los que se fundamenta. Esto no deben olvidarlo todos aquellos que hoy critican el estado de la unidad alemana, que hablan sobre el supuesto derrumbe económico del este o que utilizan su derecho de elección libre y secreta en elecciones democráticas para regalar su voto a un partido que coquetea con el retorno de experimentos socialistas.
Obviamente no todo se desarrolló de forma ideal en estos 20 años del proceso de reunificación: no se han podio cumplir promesas precipitadas. La terapia de shock con la que se introdujo la economía social de mercado en el paisaje de una economía en escombros en la extinta RDA fue para muchas personas una experiencia dolorosa. Pero no había alternativa. Después de todo, la revolución en la RDA no sólo cambió fundamentalmente a un país sino al orden mundial. El 9 de noviembre de 1989 finalizó una época de la historia de 44 años que, a pesar de la amenaza internacional del conflicto este-oeste, fue también una época de comodidad. El que el mundo sea actualmente más complicado, menos transparente y que hagan falta más explicaciones que nunca antes, se debe también a la caída del Muro. Pero añorar por eso los viejos tiempos no es sólo una torpeza histórica es también un insulto a todos aquellos que trabajaron activamente por materializar el 9 de noviembre de 1989.
Veinte años después es con seguridad demasiado temprano para lograr una percepción germana realmente conjunta de este suceso. Tal vez a esto se deba que los innumerables festejos, comentarios y documentaciones carezcan de un elemento fundamental: alegría y orgullo por este momento dramático e irrepetible en el que las personas del este y oeste se abrazaban mientras lloraban de emoción y perplejidad -mucho antes de que la política y la economía se apoderaran del proceso de reunificación-. Este 9 de noviembre de 1989 que cayó tan inesperadamente sobre el país demuestra hasta hoy que cualquier sistema de represión, no importa cuán refinado sea, puede derrumbarse, también en Cuba, en Irán o en Corea del Norte. Por eso este día no es sólo un día de suerte para Alemania. Sería una señal políticamente importante e históricamente correcta convertirlo finalmente en fiesta nacional de todos los alemanes.
Autor: Marc Koch (Editor en jefe de Deutsche Welle)
Editor: Emilia Rojas