Un disparate
26 de junio de 2006El dramaturgo Claus Peymann, director del Berliner Theater de Bertolt Brecht y "gurú" de la intelectualidad germana, echó un jarro de agua fría sobre la fiebre patriótica de la Alemania del Mundial y la comparó con la de los Juegos Olímpicos de Hitler.
"Espero que, como en los Juegos Olímpicos de 1936, esto no sea el preludio de lo peor, nadie puede desearlo y yo tampoco", dijo Peymann, quien, según dice, no está "entre los que salen con la bandera alemana por las calles". Faltaba más.
Peymann se olvida que los JJOO de 1936 fueron una escenificación del partido nazi para glorificar a la "raza germana", darle una monumentalidad política al evento deportivo y utilizarlo para sus propios espurios fines.
En este Mundial, el Estado ha invitado al "Mundo entre amigos", desarrolla un interesante programa cultural paralelo y apuesta por la amistad entre los pueblos. Como el día y la noche.
No, pero sí
"Evidentemente voy a favor de Alemania", añadió, para lanzar luego la pregunta de "qué pasará si realmente ganamos" y sacar a colación el ejemplo de los Juegos de 1936, utilizados por el aparato de propaganda nazi para la glorificación de Adolf Hitler.
Qué pasará es relativamente sencillo de explicar: las loas no se las llevará Angela Merkel, sino Jürgen Klinsmann, el entrenador del seleccionado alemán, porque la gente bien sabe diferenciar entre deporte y política.
Según Peyman, el Mundial está sirviendo para "escapar temporalmente de una situación podrida en Europa y en Alemania. Un pueblo agitando banderas y atontado no puede ocultarnos eso". Parece que para Peymann sería mejor que la gente andara cabizbaja y triste cada vez que el once alemán hace un gol. ¡Vaya!
Curándose en salud
No obstante, el dramaturgo se curó en salud y dijo ser "un patriota desde siempre, que nadie lo ponga en duda". Agregó además que sería "muy bonito" que "'todas las guerras y enfrentamientos en Europa tuvieran lugar sobre el verde césped".
Sin embargo, le resulta "algo inquietante" lo que ahora se está viviendo con ocasión del Mundial.
Alemania vive una fiebre patriótica inusitada en este país, donde durante décadas parte de la población -y especialmente la generación nacida en la posguerra- mantuvo una relación alérgica con las banderas, por identificarla con peligrosos nacionalismos.
La euforia del Mundial
Con la euforia del Mundial se ha hablado de un nuevo patriotismo sin complejos y sano, festivo y con aires carnavalescos, antes incluso de que la selección de Jürgen Klinsmann empezara a despuntar y que se relacionaba con el "orgullo del buen anfitrión".
Al patriotismo actual se le vaticinan efectos efímeros, como lo son las pasiones relacionadas con el fútbol, pero de momento afecta al país entero, incluidos los sectores menos amigos de este tipo de reacciones, como los ambientes alternativos y los inmigrantes, que también hacer ondear la bandera alemana.