Un chamán peruano en Alemania
16 de junio de 2011Publicidad
Agustín Rivas Vásquez ronda los 80 años y fue educado para sacerdote católico, pero terminó dedicado primero a la escultura en madera y consagrado luego al chamanismo, cuenta en entrevista con Deutsche Welle. Investido hoy con el más alto rango entre los chamanes peruanos, “Don Agustín” visitó por primera vez Alemania a mediados de los años 70, para exponer aquí su obra escultórica, invitado por el Gobierno socialdemócrata de Helmut Schmidt.
Una filósofa alemana lo trajo de vuelta a Europa, al primer encuentro internacional de chamanes, en la austríaca localidad de Alpbach, en los años 80. Una agencia de “viajes espirituales”, la germana Earth Oasis Reisen, organiza actualmente sus seminarios anuales en estas tierras, así como visitas de residentes europeos a su campamento “Yushintaita”, en la selva amazónica peruana, a unos 30 kilómetros de la ciudad de Iquitos.Las culturas chamánicas existen y existieron en todo el continente asiático, en África, entre aborígenes australianos y americanos, esclarece en su página web la chamana germano-brasileña Mara Ohm, actual traductora de Don Agustín en Alemania.
En la historia europea, los chamanes tuvieron sitio en sociedades celtas, nórdicas y germánicas. Y un neo-chamanismo se popularizó a más tardar tras la recepción mundial de la obra del antrópologo cultural californiano (de origen peruano) Carlos Castaneda, al calor del movimiento hippie de los años 60.
En Alemania, ¿cómo en Perú?
Oraciones o cantos denominados “mariris”. Danzas y toques de instrumentos rituales. Masajes, ejercicios de energía, respiración, meditación, autosugestión o hipnosis. Éstos son algunos de los recursos de Don Agustín, su hijo “Viejo”, su esposa “Doña Marlene”, su intérprete Mara o el doctor Marek Wojcik, “un médico general (de la ciudad de Colonia) que quiere aprender chamanismo”.
Según describen, los chamanes se entrenan para alcanzar un estado de trance, traspasar los límites “tradicionales” de la percepción humana y ejercer como guías y consejeros espirituales, curanderos, profetas.
Con “mieles de plantas medicinales” sembradas en 250 hectáreas que el Gobierno peruano le otorgara para tales fines, oraciones a Dios, la Virgen María, deidades de la cultura amazónica o de religiones afines a quienes solicitan sus servicios, ejerce Don Agustín en Alemania y otras partes del mundo. Reservados para el empleo en su tierra natal, aclara, quedan los brebajes de efectos alucinógenos que la medicina tradicional de los pueblos nativos amazónicos extrae de la planta de Ayahuasca, declarada patrimonio cultural del Perú.
En Perú o en Alemania, más allá de quiénes se suman irresponsablemente a una moda y ponen en peligro la tradición con charlatanerías, “los discípulos aprenden de uno cuando tienen esa vocación”, dice Don Agustín. Y ésta se activa, en culturas occidentales como la alemana, sobre todo en “gente que tiene alguna enfermedad” – dispuesta, por ejemplo, a intentar vías alternativas para la cura de un presunto cáncer terminal–, le indica su experiencia a este anciano peruano.
La enfermedad es para el chamanismo, según Mara Ohm, una especie desequilibrio en la relación entre el ser humano y el mundo. La sanación se encamina a restablecer esa “armonía natural”. Sociólogos, antropólogos, etnólogos y psicólogos de todo el globo se han interesado y hasta se han involucrado en el chamanismo a través de la llamada “investigación participante”, escribe el filósofo, sociólogo y psiquiatra alemán Torsten Passie, que ve posibilidades de vínculo entre estas prácticas y técnicas psicoterapéuticas establecidas como el uso de “placebos” y terapias de “catarsis”.
“Al servicio del mundo”: a cambio de honorarios o donaciones
“El chamán está al servicio del mundo”, asegura Don Agustín. El chamanismo, al menos como él lo practica, no está reñido con la creencia en las más diversas religiones. Se trata de acudir a la propia “fuerza mental”, de tener fe, dice. Y ello está en consonancia con la globalización del acceso a fuentes de información y espiritualidad diversas que la propia globalización del “mundo material” (especialmente de las comunicaciones), ha posibilitado en años recientes, agrega Mara Ohm.
Como en los servicios de salud de la mayor parte de las economías de mercado, la idea de servir al mundo, sin embargo, no está reñida con el cobro de honorarios como algunos sugieren; aunque sí implica, para Don Agustín, compromisos sociales como el de financiar la infraestructura de una escuela de 700 alumnos en la que el Gobierno peruano se encarga del salario de sus 40 maestros.
Su colaboradora alemana, Mara Ohm, ya pagó de su bolsillo el intento de ejercer en este país a cambio de donaciones, como aprendiera de su estancia entre chamanes de la Siberia muy respetados por su pueblo. La experiencia le hizo decidir que “la fuerza y energía que fluye a través de un sanador es un regalo divino que no puede ser medido ni pagado, pero el tiempo y los gastos en que éste incurre para poner a disposición su servicio sí que puede”, dice y lo halla justo, “pues cualquier carpintero cobra más por hora que cualquiera de los sanadores que conozco”.
Autora: Rosa Muñoz Lima
Editora: Emilia Rojas Sasse
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