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La UE y LAC, juntas en desastres naturales y humanitarios

23 de mayo de 2024

América Latina y el Caribe estrechan cooperación para desastres tanto humanitarios como naturales con la UE y la ONU. ¿Qué cabe esperar?

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 Una mujer venezolana tiene en su regazo a su hija mientras espera pasar ilegalmente la frontera mexicana hacia Estados Unidos.
Una migrante venezolana con su pequeña hija en la frontera con Estados UnidosImagen: Adrees Latif/REUTERS

La ayuda humanitaria de la Unión Europea (UE) se coordinará más y mejor con América Latina y el Caribe para enfrentar conjuntamente los desastres, naturales o causados por el hombre.

Bruselas y agencias regionales del Caribe, Centroamérica, los países andinos, los del Mercosur, así como México, Chile y Cuba  han dado un paso concreto para colaborar, con información y formación, firmando un memorándum de entendimiento en Barbados, centro de la respuesta a huracanes. El objetivo es estar mejor preparados para las catástrofes y las consecuencias humanitarias de los conflictos. 

Para estos propósitos, la UE destina a América Latina y el Caribe 130 millones de euros en 2024. Los huracanes caribeños y las sequías causadas por el cambio climático se dan la mano con las inundaciones en el Brasil, los incendios en Chile y las migraciones y desplazamientos originados en la crisis venezolana y en el conflicto armado colombiano. También con la crisis de violencia en el litoral de Ecuador. Con todo, los principales beneficiarios de la ayuda humanitaria europea son Venezuela, Haití y Colombia.  .

Colombia, un laboratorio

“Históricamente hemos peleado por que no se trate de una reacción; parecería que las agencias de cooperación y Naciones Unidas estuviesen esperando a que pase algo malo para llegar ”, explica a DW Richard Moreno, del Consejo Nacional Interétnico de Colombia. “Venimos abogando por que esa asistencia tenga más coherencia y sea una atención humanitaria preventiva de las situaciones que generan emergencia”, añade. 

Junto con Niger, Filipinas y Sudán del Sur, Colombia es uno de los países escogidos por la Oficina de Naciones Unidas para Asuntos Humanitarios (OCHA) -ejecutora de los fondos europeos y también latinoamericanos- para ser una especie de laboratorio de un nuevo enfoque de las respuestas a las urgencias humanitarias, cada vez más frecuentes.

Nuevo enfoque

La inclusión sistemática de las comunidades afectadas, la financiación de actores locales y la autonomía de los iniciativas regionales, que son las que conocen con certeza lo que se necesita, son parte de este nuevo enfoque a ser reproducido en otras crisis. 

“Se trata de que ya no sean los cascos azules o los chalecos rojos los que entreguen ayuda humanitaria, sino las organizaciones territoriales que tienen legitimidad en la comunidad”, sigue Moreno.

Por otro lado, “cuando desde Bogotá o Medellín se decide qué enviar, llegan frijoles, lentejas y enlatados que quizás no se necesitan. Pero si lo decidimos nosotros y parte de lo que se va a entregar lo conseguimos en la región, estamos fortaleciendo las economías propias y respetando los usos y costumbres de las poblaciones”, explica a DW Elizabeth Moreno del Foro Interétnico del Chocó.

Esta organización coordina las acciones humanitarias con OCHA y con Paz para el Mundo, el Fondo Noruego, la Federación Luterana Mundial, la Agencia de Cooperación Española. “Pero llevar comida y agua no basta, se necesita salud, educación y apoyo psicosocial. ”, sigue Elizabeth Moreno. 

Inmenso conocimiento

Con este enfoque se empieza a cooperar con Ecuador, en respuesta a la crisis de violencia. Agencias de la ONU como ACNUR y UNICEF gestionan los fondos europeos con organizaciones locales. Según se informó a DW desde la delegación de la UE en el país, la respuesta humanitaria a la crisis de violencia se centra en la protección, la educación y la salud en las zonas costeras y fronterizas más afectadas. También en paliar la violencia de género y el reclutamiento forzado de menores. 

En cualquier caso, queda claro que los países de América Latina y el Caribe poseen un inmenso conocimiento de cómo gestionar crisis y desastres. Este puede servir tanto a los socios internacionales como a la región en sus esfuerzos por aumentar la seguridad y estar mejor preparados para afrontar imprevistos, como el brote del dengue en el sur y el centro del continente. (ms)