Ucrania: una difícil lección de historia
7 de septiembre de 2014Tanta unanimidad es inusual. Europeos y estadounidenses condenan la política de Vladimir Putin hacia Ucrania. La Unión Europea endurece sus sanciones contra Rusia. La OTAN adapta su orientación estratégica a la política exterior neo-imperialista de Moscú. Francia, tras largas deliberaciones, decidió detener el envío de un acorazado a Rusia. Alemania, Italia y otros países se han visto obligados a dejar de lado sus intereses económicos. “Occidente” –término que desde hace algunos meses es utilizado de nuevo en el debate político internacional- cierra filas.
Las fisuras comienzan a ser visibles cuando se analiza la situación desde una perspectiva política más amplia, incluyendo la historia europea. La crisis en Ucrania se produjo en un año en el que se conmemoran dos acontecimientos que dejaron una huella sangrienta en Europa: cien años del comienzo de la Primera Guerra Mundial, en 1914, y 75 años del inicio de la Segunda Guerra Mundial, en 1939. La agresión rusa sobre Ucrania hace que las comparaciones sean casi obligatorias.
“Los paralelismos a veces le ponen a uno la carne de gallina”, aseguró hace poco el ministro alemán de Asuntos Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, durante una mesa de debate sobre la Primera Guerra Mundial. El fracaso de la diplomacia, hace cien años, es al mismo tiempo un mal augurio y un acicate para la política exterior alemana. ¡Nunca debe estallar de nuevo una gran guerra en Europa como producto de pifias políticas! Tras esta frase se esconde la convicción de que la diplomacia como diestra artesanía es capaz de evitar lo peor. Tal es el molde de la política exterior alemana en 2014.
En cambio, defiende una causa perdida quien desde Alemania ve en la política de Putin patrones expansionistas que se parecen a los de los años treinta en este país. El ministro germano de Finanzas, Wolfgang Schäuble, se equivocó al establecer tal comparación, y el ministerio alemán de Asuntos Exteriores le enmendó la plana. Comparaciones entre Hitler y Putin son tabú en Alemania.
¿Un nuevo “apaciguamiento”?
En otros sitios se habla abiertamente de algunas similitudes entre la política exterior de Putin y la del régimen nazi: la aspiración imperial, la carrera armamentista, la utilización del populismo, y la violación de tratados y acuerdos internacionales vigentes, todo envuelto en una propaganda histéricamente forzada.
Durante la cumbre europea de finales de agosto, el primer ministro británico, David Cameron, advirtió sobe los peligros de cometer con Putin el mismo error que con Hitler. La política de “apeassement” o apaciguamiento que llevaron a cabo con la Alemania nazi los gobiernos de Reino Undo y Francia jamás logró detener al dictador. Por eso, Cameron hizo un llamado a aplicar una política más dura y decisiva, posición que comparten Polonia y las naciones del Báltico y Escandinavia. A estos, la Europa previa a la Segunda Guerra Mundial les sirve como molde para dar forma a su política hacia Rusia.
Como todas las comparaciones históricas, el análisis aislado de la situación que precedió a las dos grandes guerras solo sirve como una orientación muy simple. Quien se limite a recordar qué paso en 1914 puede olvidar fácilmente cuán importante es el papel que puede jugar una sola nación dispuesta a todo. Y quien mire exclusivamente a 1939, quizá pase por alto algunas opciones relevantes que pudieran servir para apagar crisis internacionales. Cualquiera de los dos enfoques, con sus propias limitantes, resultaría fatal en 2014.