Ucrania: entre la bancarrota y la guerra
25 de mayo de 2015
Como candidato, Petro Poroshenko ofreció una perspectiva europea y reformas para su país. Con el eslogan “Por una vida mejor”, el político y empresario fue elegido, hace un año, presidente de Ucrania. Pero después de esos anuncios el tiempo ha pasado y ahora hay muchas dudas sobre las posibilidades de éxito de dicho giro.
Las reformas avanzan muy lentamente, al igual que el acercamiento con la Unión Europea. En la cumbre de la Asociación Oriental realizada la semana pasada en Riga, la Unión Europea prometió más apoyo para Ucrania. Pero el largamente anhelado acuerdo de libre comercio estaría listo recién en 2016, no así la eliminación del visado. Y la posibilidad de una adhesión a la UE por parte de Ucrania está en veremos. La Unión toma en cuenta los intereses rusos, y por eso es tan cuidadosa a la hora de abordar un tema que podría terminar siendo más perjudicial para la misma Ucrania.
Lejos de una vida mejor
El país se mueve entre la bancarrota y la guerra. Kiev negocia con el FMI el desembolso de fondos de ayuda y, al mismo tiempo, debe equilibrar su camino en torno a una enorme deuda externa que dificulta el funcionamiento del aparato estatal. Una reprogramación o reestructuración de la deuda, como pide Ucrania, son escenarios posibles. Pero también existe la amenaza de un cese de pagos, con posibles consecuencias nefastas para el mercado financiero. Desde el surgimiento de la crisis, la calidad de vida de la gente se ha hundido drásticamente. Y podría seguir cayendo. Una vida mejor para Ucrania parece hoy más lejos que nunca, esa es la triste realidad.
Una razón para esto es también la guerra que se libra en el este contra los separatistas apoyados por Rusia. Ese enorme gasto en Defensa es algo que Ucrania no puede asumir por mucho tiempo más. Aun cuando la línea dura de Kiev, tanto en el Gobierno como en el Consejo de Seguridad Nacional, insisten en que habrá una solución militar, la verdad es que no, no la habrá. Eso lo han mostrado ya las derrotas sufridas por el Ejército en los últimos meses.
No hay salida militar
La presión sobre Poroshenko crece, pero él se muestra seguro de la victoria y se reúne vestido de uniforme con los soldados. Claro, Ucrania está amenazada y debe defenderse. En el este siempre está el temor de una escalada en el conflicto, toda vez que el estratégico puerto de Mariupol está en la mirada de los separatistas.
Pero la fuerza también se exhibe en el diálogo y la voluntad de compromiso. Esta capacidad la muestra el mandatario en sus reuniones con políticos extranjeros, donde se habla de soluciones políticas. Alemania y otros países de Europa están de acuerdo con ello, y Occidente mantiene, por medio de las sanciones, la presión sobre Moscú. Pero, al mismo tiempo, deberían realizarse negociaciones con los separatistas. Aparte de la guerra, no hay otra alternativa. El alto el fuego acordado hace tres meses es demasiado frágil, pero el respeto a los acuerdos de Minsk es la única forma de evitar un mayor derramamiento de sangre.
Voces pidiendo renuncias
Solo así tendrá éxito una estabilización política y económica del país. Pero la corrupción y el nepotismo siguen siendo el pan de cada día, mientras los ricos oligarcas controlan industrias clave y parecen estar por sobre la ley. Está fuera de discusión que hay que luchar contra ese mal basal ucraniano, pero el Gobierno no ha hecho mucho y, con razón, crecen las críticas al respecto. Y cada vez son más fuertes las presiones contra el primer ministro Arsenik Jazenjuk.
¿Y Poroshenko? Él también se muestra vacilante, en especial cuando se trata de limitar el poder de los oligarcas. Quizás porque él mismo es uno de ellos. Tras su elección como presidente, Poroshenko había prometido separarse de sus empresas, algo que hasta ahora no ha ocurrido. Si Poroshenko realmente quiere una mejor vida para los habitantes de su país, entonces debe sacar adelante la lucha contra la oligarquía. Y para ello necesita un primer ministro que reme en la misma dirección.