Ucrania: cómo sigue la vida en la Járkov bombardeada
9 de enero de 2023En Saltivka cayeron las primeras bombas rusas el 24 de febrero de 2022: antes del comienzo de la guerra, más de 300.000 personas vivían en el norte del barrio de Saltivka, el mayor de la ciudad de Járkov. Las amplias calles están construidas con edificios altos de color gris claro.
En total, más de 4.000 edificios sufrieron daños en Járkov, casi un tercio de ellos de manera directa. De acuerdo con el jefe adjunto del Departamento de Vivienda y Servicios Comunales de la ciudad, Yevhen Pasenov.
Ya en mayo, después de la primera contraofensiva ucraniana y la liberación de las afueras de la ciudad, las autoridades locales comenzaron a reparar las casas, sobre todo, ventanas y techos. "Queremos proteger la propiedad de las personas para que puedan regresar en el futuro", explica el funcionario.
Bloques de pisos de Járkov, como colmenas quemadas
En la actualidad, más de un millón de personas vive en Járkov. Antes de la guerra eran 1,5 millones. Las tiendas vuelven a abrir y los coches circulan nuevamente por las calles.
Sin embargo, el norte de Saltivka está muy poco habitado, porque las viviendas están dañadas. En primavera, los agujereados bloques de apartamentos, las ventanas rotas y las paredes negras parecían colmenas quemadas. Ahora, las ventanas están selladas con chapas de madera.
"Se puede comprobar cuántas personas hay allí cuando distribuyen ayuda humanitaria", comenta Irina Petrenko con una sonrisa. Casi 200 personas viven en los cuatro bloques de apartamentos, que vuelven a tener calefacción, agua y electricidad. Irina distribuye a los habitantes paquetes de alimentos, traídos por voluntarios.
"Aquí me casé, di a luz a una hija, aquí estudió ella", explica Irina y agrega: "Aquí está la guardería a la que asistía mi nieta. Aquí caminábamos con ella por el parque, donde nos sentábamos en un banco y mordisqueábamos mazorcas de maíz".
Durante los ataques aéreos, la gente dormía en el pasillo
Irina trabajaba como costurera y su esposo, en una fábrica de muebles. Su hija, su yerno y su nieta de ocho años abandonaron la ciudad en los primeros días de la guerra. Ella se quedó con su marido.
Cuando había ataques aéreos, estaban en el pasillo de su apartamento y se turnaban para dormir. Por la noche, desde la ventana, Irina veía cómo lanzaban misiles desde Rusia. La frontera rusa no está lejos de su vivienda. Durante el día, a pesar de los bombardeos, iba a darle de comer al gato de su hija.
El norte de Saltivka fue bombardeado durante todo el mes de marzo. "Hubo fuertes ataques aéreos. Nos sentamos en el pasillo a la luz de las velas, en dos sillas. Mi esposo y yo ya nos habíamos dicho adiós. Nos dijimos que nos amábamos", recuerda Irina.
Después de una experiencia así, la pareja decidió mudarse a otra parte de la ciudad. Antes de abandonar el apartamento, Irina limpió el piso. "Mi esposo dijo que no tenía sentido", dice riéndose.
Su bloque de pisos resultó ileso. "Condujimos bajo el fuego (enemigo). La casa vecina estaba en llamas. Las líneas eléctricas estaban colgando y había piedras esparcidas, que tuvimos que evitar. En el camino vimos casas destruidas, un taxista herido y su pasajero muerto, un anciano", recuerda Irina.
La pareja se alojó en casa de un amigo que se había unido a la Defensa Territorial. Irina cocinó comida para él y sus camaradas, lo que la animó. "Pero, en mayo, caí en una depresión. Solo quería irme a casa", cuenta.
Los habitantes de Járkov regresan
La jubilada Raisa Lobanova se quedó sola en un bloque de pisos de nueve plantas la primavera pasada. Le dijo a Irina dónde había agua y ayuda humanitaria. Durante días, ambas mujeres limpiaron el patio, lleno de vidrios y marcos de ventanas rotos.
En el patio, cerca de la cancha deportiva, hay ladrillos cubiertos de ceniza. Había una especie de fogón, donde la gente cocinaba cuando no había gas ni electricidad en sus casas. Durante la mayor parte del verano, los rusos siguieron bombardeando
Antes de los bombardeos, Irina no sabía quién vivía en los apartamentos de su misma planta. Ahora, incluso conoce a los habitantes de las calles contiguas. Cuando regresó a su vivienda, decidió ser voluntaria. Así que averiguaba lo que necesitaba la gente de su barrio, hacía listas y distribuía ayuda humanitaria.
En septiembre, después de la liberación de partes de la región de Járkov y Lypzi, un pueblo a 25 kilómetros de Járkov, la gente comenzó a regresar al norte de Saltivka. En ese momento, el número de ataques se había reducido mucho porque los rusos abandonaron sus posiciones, explica Irina. La gente incluso regresó a edificios residenciales que parecían inhabitables desde fuera.
Ahora se pueden ver grúas de construcción entre los edificios. Según las autoridades de la ciudad, se están reparando. Y las obras se finalizarán este enero.
Se pueden ver plantas enteras de ladrillos, que ahora contrastan con el hormigón dentro de los edificios. Hay ventanas nuevas en algunos lugares. Los parques infantiles y las canchas deportivas, alcanzados por los proyectiles rusos, no serán reparados por el momento, porque apenas hay niños en el lugar.
Renovando a su cuenta y riesgo
Irina está de pie frente al edificio de apartamentos donde vivía la familia de su hija. Ve el juguete de peluche de su nieta, un perro gris. Hace frío y la entrada está oscura. No hay calefacción, agua o electricidad en todas partes.
En el departamento de la hija de Irina, también hace frío y está oscuro, El empapelado está húmedo y se deslizó hacia el suelo. Las ventanas las aseguraron varias veces por los bombardeos.
Las autoridades evaluarán en primavera cuántas viviendas en el norte de Saltivka no se podrán reconstruir. "Tal vez el informe muestre que se necesitará una cierta cantidad de dinero para las reparaciones, y se comparará el precio por metro cuadrado con el de un edificio nuevo y tal vez sea más caro o igual", piensa Yevhen Pasenov.
Todavía no hablan de un plan para reconstruir el norte de Saltivka. "Es poco probable que las organizaciones internacionales financien esto porque la guerra continúa. Es ilógico llevar a cabo obras de construcción a gran escala a solo 40 kilómetros de Rusia", admite Pasenov, y explica que, según la ley, las viviendas dañadas solo pueden repararse 90 días después de que hayan terminado las hostilidades. "Lo que ya se hizo, sucedió a su cuenta y riesgo", concluye el funcionario.
La mayoría de los residentes pudo regresar a esas casas. "Ahora, al menos ya hay aquí más alegría", dice Irina, mirando a través de las planchas de madera de las ventanas de su bloque de apartamentos.
"Cuando regresé, era primavera", recuerda. "Había silencio, los pájaros cantaban. Los marcos de las ventanas y las cortinas colgaban de los árboles. Pasabas junto a ellos (los edificios) y veías la vida de otras personas".
(rmr/mrl)