Turquía: entretelones del roce diplomático con Occidente
25 de octubre de 2021¿Que sucedió en concreto?
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, dio instrucciones el fin de semana al Ministerio de Relaciones Exteriores para que declarara "persona non grata” a los embajadores de diez países, entre ellos, Alemania. Normalmente, es el paso que antecede a la expulsión de los afectados. Pero eso no ocurrió: este lunes (25.10.2021), Erdogan dio marcha atrás.
Los diplomáticos habían exhortado previamente, en forma conjunta, a poner en libertad al promotor cultural Osman Kavala, quien se encuentra desde hace cuatro años en prisión, sin haber sido sentenciado. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ya había demandado la liberación de Kavala en diciembre de 2019.
Un segundo y breve comunicado de la embajada estadounidense, emitido este lunes, apuntando que "Estados Unidos afirma cumplir con el artículo 41 de la Convención de Viena", que veta a los diplomáticos inmiscuirse en los asuntos internos del país en el que están destinados, permitió a Erdogan retractarse, dando a entender que las embajadas implicadas han rectificado.
¿A qué obedece esta provocación?
Erdogan pretende distraer de los problemas políticos internos, explica la antropóloga política Charlotte Joppien, experta en Turquía. El presidente turco está sometido a una fuerte presión y su popularidad ha bajado continuamente en los últimos meses, subraya Joppien. Y las cifras del instituto demoscópico independiente Avrasya avalan su análisis, pues asignan apenas un 30 por ciento de adhesión al AKP, el partido de Erdogan.
Esta debilidad parece dar aliento a una oposición dividida durante años. El partido kemalista CHP y el nacionalista conservador Iyi Parti logran juntos más de un 40 por ciento. Dado que existen también otros partidos menores de oposición, además del partido liberal prokurdo HDP, podría peligrar incluso el triunfo de Erdogan y el AKP en las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias.
¿Por qué ha perdido popularidad Erdogan?
Aparte de la creciente represión y el desmontaje del Estado de Derecho, es sobre todo la mala situación económica la que perjudica la popularidad de Erdogan. La tasa de inflación se eleva entretanto a un 20 por ciento, la corrupción campea y la lira turca no cesa de perder valor. Las consecuencias de esto último son fatales: los bienes importados, de los que Turquía depende, se encarecen enormemente.
Muchos turcos han tomado créditos en dólares, que ya no pueden pagar. Debido a la inflación, los bienes de consumo cotidianos se han vuelto impagables para mucha gente. Lo notable es que Erdogan empeora la cosas con su política. El presidente pretende combatir la crisis forzando al Banco Central a reducir los intereses. Una medida que, según la mayor parte de los expertos, resulta contraproducente.
¿Hay precedentes?
Esta no es la primera vez que Recep Tayyip Erdogan intenta aglutinar el respaldo de sus seguidores mediante un escándalo diplomático. Su táctica de polarización obedece siempre al mismo cálculo: apuesta por que una confrontación con el exterior movilice a muchos turcos de orientación nacionalista, de manera que también la oposición se vea forzada a sumarse a una supuesta postura nacional.
Esta vez, sin embargo, la táctica parece no haber dado resultado, ya que la oposición no ha escatimado en críticas a Erdogan. Incluso el presidente del Partido del Futuro, Ahmet Davutoglu, quien fuera ministro de Relaciones Exteriores y primer ministro, ha dicho que no se trata de Osman Kavala ni de la independencia de la Justicia. A su juicio, Erdogan solo busca polarizar.
¿Qué opciones tiene Erdogan?
Pese a las críticas internas y la presión exterior, el presidente turco dispone también de instrumentos de presión. Por ejemplo, el de seguir promoviendo el acercamiento de Turquía, un país de la OTAN, a Rusia: Ankara ya compró a Moscú el sistema de defensa antiaérea S-400, pese a las protestas de sus aliados y contra el deseo expreso de Washington. Estados Unidos se negó en consecuencia a despachar a Turquía el avión de combate F-35. Y ahora Ankara evalúa la posibilidad de comprar también aviones de combate a Rusia. Y no es poca cosa, teniendo en cuenta que Turquía dispone del segundo mayor Ejército de la alianza occidental.
(ers/rml)