Trata de personas: el mal ejemplo de Latinoamérica
30 de julio de 2019Es una actividad criminal de la que todos podemos ser testigos en algún momento sin darnos cuenta. La trata de personas, un delito en el que la víctima está a merced de otra persona con fines de explotación como prostitución o esclavitud, no es tan perceptible para el ciudadano común como el narcotráfico o el tráfico de armas, pero es la tercera industria ilegal más grande del mundo. No hay ningún país que esté exento de estos delitos. Y sin embargo existen tendencias claras. Latinoamérica tiene una tradición de ubicarse entre las regiones con mayor número de casos.
Tendencia al alza
Según el Informe Global sobre Trata de Personas del año 2018, publicado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), la cantidad de países que han reportado casos de tráfico de personas en los últimos años no ha aumentado significativamente, pero sí se han registrado alzas importantes en el número de casos que reporta cada país, por lo que puede partirse de un aumento global en la incidencia de los crímenes.
América Latina no es la excepción. El reporte no tiene una categoría territorial para Latinoamérica, sino que hace un desglose entre las subregiones de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe y Suramérica. "En comparación con las demás subregiones del mundo, en estas subregiones se concentra la mayoría de las víctimas de trata de personas que han sido identificadas y reportadas por los Estados a nivel mundial”, reconoce Pierre Lapaque, Representante de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito en Colombia, en entrevista con DW. Solo en Suramérica se reportaron 1.796 víctimas y Centroamérica detecta más víctimas por cada 100.000 habitantes que cualquier otra región del mundo.
Las principales víctimas: mujeres y niñas
Latinoamérica también sirve de ejemplo de la estructura y funcionamiento de la trata de personas a nivel mundial, ya que las características que presenta el fenómeno en la región son a su vez las más comunes globalmente. Las mujeres y las niñas, por ejemplo, son las más afectadas por la trata de personas en general. Lapaque explica que en Latinoamérica también hay una evidente mayoría de víctimas de género femenino: "En Suramérica la mayoría de las víctimas identificadas han sido mujeres adultas que fueron explotadas sexualmente, mientras que en Norteamérica, en Centroamérica y el Caribe, la mayoría han sido niñas víctimas también de explotación sexual.” En Suramérica, el 82% de las víctimas de la trata de personas son mujeres.
Al contrario de la percepción general de que la trata de personas implica un tránsito internacional, una característica del fenómeno es que suele afectar mayoritariamente a las víctimas en sus propios países o regiones de origen. Una vez más, América Latina refleja la tendencia global: en Centroamérica y el Caribe, el 75% de las víctimas es identificado en su propio país o en la misma subregión. En Suramérica, esta cifra asciende incluso al 93%.
Una región en riesgo
Las diferentes crisis que afronta Latinoamérica en la actualidad podrían ocasionar que la región se vuelva más susceptible a la trata de personas. Dos de los factores de riesgo identificados por la UNODC golpean particularmente a la región.
Los conflictos armados como los que la vivido Colombia incrementan la vulnerabilidad a la trata de personas, debido a que debilitan la solidez del estado de derecho. Al mismo tiempo, los conflictos armados incrementan la cantidad de personas en situaciones desesperadas en las que se combina la precariedad económica con un acceso limitado a los servicios básicos y pueden ser fácilmente explotadas. Si bien no hay estudios directamente vinculados al caso de Colombia, la Oficina de UNODC en el país ha determinado que la presencia de grupos armados organizados "coincide con la presencia de economías ilegales con riesgos de ocurrencia del delito de trata de personas, principalmente, con finalidades de explotación sexual.”
A esto se suman las actuales crisis migratorias. El éxodo de migrantes venezolanos hacia países dentro y fuera de Latinoamérica, y los flujos migratorios de Centroamérica hacia México y Estados Unidos, elevan el riesgo de que los refugiados y los migrantes sean víctimas del delito de trata de personas. Según Lapaque, "la evidencia demuestra que la situación irregular y la vulnerabilidad económica, entre otros factores, incrementan los riesgos de explotación con diferentes finalidades, principalmente sexual y trabajos o servicios forzados.”
Desafíos legales
Uno de los principales desafíos para la región en la lucha contra la trata de personas, es crear los marcos legales necesarios para identificar correctamente los casos, y crear instancias y estructuras para la prevención de los delitos y para atender a las víctimas. En ese sentido, América Latina ha logrado ciertos avances, sobre todo en la cantidad de países que se han adscrito a los convenios internacionales contra la trata de personas, y que reportan los casos registrados por las autoridades. Sin embargo, a pesar de los avances, para Pierre Lapaque todavía es necesario que se avance en la concienciación del delito de trata de personas: "Persiste un desconocimiento generalizado que redunda en vacíos normativos e institucionales, generando, a su vez, un subregistro y una 'cifra oscura' de casos que aún permanecen invisibilizados.”
Fortalecer la lucha contra este tipo de delitos desde un punto de vista jurídico e institucional sería clave para que Latinoamérica afronte los desafíos como los conflictos armados y las crisis migratorias.
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