Tras las huellas de Drácula: “turismo de horror”
2 de diciembre de 2008Hoy el vampiro “chupasangre” es una atracción turística que impulsa la hotelería y gastronomía de Transsilvania, la región en donde, se supone, vivió este escalofriante conde. Pero no todos los rumanos están contentos con la comercialización de la leyenda. Para ellos, la figura histórica sobre la cual se basa la historia de Drácula es de respeto. Se trata de Vlad el Empalador que es considerado incluso un santo nacional.
Drácula, Vlad el Empalador, ¿un vampiro? – ¡Imposible! “Para nosotros es Vlad el verdadero rey de la Valaquia. Él impuso severas reglas que hoy harían que la gente fuera más sincera y digna”, dice una campesina de la región. En Bucarest, por otro lado, un actor le agradece a Drácula el papel estelar de su vida: “Desafortunadamente nosotros los rumanos tomamos la historias de Drácula como una ofensa. No queremos que los turistas vengan a Rumania a ver al diablo. Pero debemos aceptar que Drácula se convirtió en una marca mundial de Rumania”.
Conde Drácula: el rumano más famoso de todos los tiempos
Miles de turistas viajan cada año a Transilvania a revivir en carne propia las espeluznantes escenas de inocentes y desprevenidas víctimas que son asediadas y atacadas por el pálido aristócrata que ama la sangre de personas vivas.
Transilvania, también llamada en alemán, Siebenburgen o la tierra de los Siete Castillos, es un territorio de tradicionales asentamientos alemanes. Esta región “más allá de los bosques” es considerada una de las más bellas de Rumania.
Manos de plástico sangrantes
En contra de la voluntad de muchos rumanos que no quieren saber del sediento conde, la realidad es que Drácula vive. Drácula es prácticamente omnipresente en los Cárpatos: en castillos, subterráneos, catacumbas. Y desde luego, en conventos, tumbas y criptas.
Quien siga las huellas del famoso conde puede escoger entre toda clase de artículos que representan la horrenda vida comercializada del chupasangre: manos amputadas sangrantes, de plástico, claro está; camisetas con colmillos pintados; tazas con la receta del cocktail de sangre del día, etc, etc.
Pero en el corazón de los rumanos no está el vampiro descrito por el novelista irlandés Bram Stoker en el libro escrito hace ya más de 100 años. En el alma de la mayoría de los rumanos quien vive es Vlad el Empalador.
Schäßburgo en Transilvania
Cuando el reloj de la torre de Schäßburgo marca las 12, del día y de la noche, se abre un puerta de la que salen figuritas de tamborileros, bufones y trompeteros que parecen anunciar a alguien muy importante. Y justo en la plaza principal se encuentra un busto del honrado: Vlad el Empalador, un regidor sanguinario, pero justo, dice una parte de la leyenda.
Justamente ese personaje que mira a los turistas con ojos grandes y fríos resucitó en el libro de Stoker como Drácula. La casa en la Plaza del Museo, que da a la esquina con la Callejuela del Cura, era antes un asilo de ancianos. Hoy se ofrece aquí sopa de tomate en honor al rojo carmesí de la sangre que hizo correr aquí Vlad, dice la historia local. “Bienvenidos al Restaurante Vlad Dracul”.
Y justamente en esta casa de Schäßburgo nació Vlad el Empalador en el año 1431. Nadie empero, puede decirlo con certeza. Lo cierto es que este noble rumano fue la pesadilla de los invasores turcos. Pero lo que importa es la sensación de que Vlad y/o Drácula recorrió estas calles en busca desesperada de una víctima bien nutrida. ¿Se apunta a ir a Rumania?