Toulouse-Lautrec, el cronista de la belle epoque, en Bonn
1 de septiembre de 2005Con una selección de 120 obras gráficas del francés Henri de Toulouse-Lautrec , el Kunstmuseum de la ciudad de Bonn, la ex capital alemana, se propone presentar la cara más representativa del arte gráfico de principios del siglo XX. “Si pensamos en el París de la belle epoque”, explica Volker Adolphs, experto del museo de Bonn, “pensamos en Toulouse-Lautrec”.
Francia y Alemania
Enmarcado en la presentación del enriquecimiento cultural mutuo entre Alemania y Francia, el Kunstmuseum presenta a Toulouse-Lautrec junto con uno de los más grandes expresionistas alemanes de la misma época: August Macke (1877-1914). Tanto los trabajos de Macke como los de Toulouse-Lautrec innovaron el arte europeo: el tratamiento claramente expresionista del color y las superficies en el mundo armónico de Macke no habrían sido posibles sin el contraste, las abreviaturas y los cruces lineales de los carteles de Toulouse-Lautrec. Además, dibujando directamente sobre el litos con tiza o plumilla, Toulouse-Lautrec confirió al arte litográfico nuevas posibilidades de expresión. “Lautrec le dio al arte de los carteles un rostro”, explicaba Adolphs.
La obra expuesta
Toulouse-Lautrec llegó relativamente tarde al arte gráfico, en 1891. Sin embargo, en una década -la última de su corta vida (1864-1901)- creó más de 351 litografías. Las 120 que se presentan en esta exposición pertenecen a la colección privada del matemático berlinés Otto Gerstenberg, director de Victoria Versicherung, una compañía aseguradora. Antes de la primera guerra mundial, Gerstenberg logró reunir 355 trabajos de la obra gráfica de Toulouse-Lautrec: primeras impresiones, esbozos, pruebas, así como muchos ejemplares dedicados por el propio artista. El valor de la colección se ve aumentado por la singularidad de su composición.
Un noble de burdeles
De familia de rancio abolengo, la fragilidad de su cuerpo y su salud probablemente aportaron a la percepción fina y humana de Toulouse-Lautrec. “Su arte no puede separarse de su vida. Se puede decir que fue un cronista de su tiempo, quien exponía lo visto y vivido al desnudo, sin pathos pero lleno de comprensión”, añade Adolphs. Así, de sus múltiples estancias en los burdeles de París, existen varias series de dibujos y litografías de la vida cotidiana de las prostitutas. Toulouse-Lautrec no es un voyeur, sin embargo; su obra refleja el mundo íntimo de esas mujeres sin faltarles jamás al respeto, todo lo contrario.
Una vida al margen
Por severas enfermedades congénitas a las que se sumaron algunos accidentes, la limitada estatura Lautrec hizo de él un outsider. Teatros, cafés, cabarets bares, burdeles, ferias y callejones eran los lugares que nutrían su arte: lugares llenos de artistas, bailarines y prostitutas tan al margen de las reglas burguesas como él mismo.