Tiempo de terror en Afganistán
30 de abril de 2018Al menos nueve periodistas han muerto. Asesinados mientras trabajaban. Matar a civiles es un crimen de guerra. ¿Pero a quién le interesa ya en Siria, Yemen, Irak, Nigeria, Somalia o la República Democrática del Congo? Los ataques dirigidos contra civiles también son parte de la vida cotidiana en el campo de batalla afgano. Los civiles son torturados y asesinados para desmoralizar a la población. Para silenciarlos. Los periodistas son civiles. El silencio se hace más fuerte a medida que los periodistas son silenciados. Sin periodismo, la democracia no puede sobrevivir.
Uno de los pocos éxitos en Afganistán
El segundo asesino de Kabul andaba a pie con un chaleco explosivo. Según los informes de los testigos, llevaba una cámara y fingía ser un periodista. Se mezcló entre los verdaderos periodistas que cada día arriesgan su vida para dar a las victimas de la guerra afgana una cara y una voz.
El surgimiento de un entorno de medios de comunicación vibrante y profesional es uno de los pocos ejemplos de éxito de la intervención militar internacional que condujo al derrocamiento del régimen talibán a fines de 2001. Hoy existen al menos 170 estaciones de radio en el país, más docenas de periódicos. Y desde Kabul emiten más de 30 canales de televisión. Es sobre todo este panorama de medios jóvenes lo que mantiene viva la esperanza de un proceso democrático.
Cuando un motociclista cometió un atantado suicida en plena hora punta de la mañana, muchos periodistas se dirigieron hacia el sitio de los hechos, para informar sobre lo sucedido y para romper el silencio que convierte a las victimas de los ataques en números anónimos. Pero eso no sucedió, porque un segundo atacante suicida lo impidió. Un poco más tarde, la rama afgana del autoproclamado "Estado Islámico" reclamó la responsabilidad. También podrían haber sido los talibanes. O cualquier otro grupo armado que se opone al debate público libre y abierto.
El odio en Afganistán nunca ha sido derrotado
Entre los nueve periodistas asesinados se encuentra Shah Marai, el fotógrafo jefe de la agencia de noticias francesa AFP. El deja a su esposa y sus seis hijos. Marai comenzó su carrera en AFP durante la época de los talibanes. "Odiaban a los periodistas, así que siempre tuve que trabajar muy discretamente", escribió el 14 de octubre de 2016 en un blog de corresponsales. El odio nunca fue derrotado en casi dos décadas. Las armas nunca vencen sobre el odio. Eso solo lo puede conseguir una visión política creíble que se debata abiertamente. Pero el último párrafo en el blog de Marai resume la tragedia de una intervención occidental en gran parte fallida:
"Ya no hay esperanza. La vida parece aún más difícil hoy de lo que era bajo los talibanes, porque falta la seguridad. (…) Todas las mañanas cuando voy a la oficina y todas las noches cuando regreso a casa, mis pensamientos giran alrededor de los vehículos que podrían ser una trampa explosiva, y los atacantes suicidas que podrían surgir de la multitud."
Solo en los primeros meses de este año, los habitantes de Kabul han sufrido ya doce ataques graves. El resultado es un sentimiento general de miedo. La gente se encuentra atrincherada. Shah Marai, quien fue asesinado este lunes, cerró su blog en 2016 con la siguiente frase:
"Nunca he visto tan poca perspectiva para la vida, y no veo salida. Vivimos en un tiempo del miedo."
Arrancar las raíces de la democracia
No fue el primer ataque a la libertad de prensa en Afganistán. Pero este ataque coordinado fue una masacre de periodistas con el objetivo claro de arrancar las raíces de una tímida visión democrática para este país. ¿Pueden celebrarse bajo estas circunstancias las elecciones parlamentares previstas para octubre? ¿Cuántos periodistas se apresurarán para informar la próxima vez sobre un ataque o sobre grandes eventos de la campaña electoral? La luz que muchos periodistas afganos arrojan sobre la vida en medio de la guerra, mientras ellos arriesgan su propia vida, se ha atenuado aún más.
Los once niños que murieron en otro ataque contra un convoy de la OTAN en Kandahar, en el sur de Afganistán, este mismo lunes, permanecerán en el anonimato y desaparecerán en las estadísticas.
Autora: Sandra Petersmann (GG)