"Temblores" aclamada en la Berlinale
8 de febrero de 2019Dos mundos se contraponen en la relación entre Pablo (Juan Pablo Olyslager) y Francisco (Mauricio Armas Zebadúa). Mientras que Pablo siente remordimientos por romper con su familia y abandonar a su esposa y a sus dos hijos pequeños debido a su homosexualidad, su pareja, Francisco, insiste en que la relación y la homosexualidad son aceptadas por Dios.
El espectador es transportado al ambiente de los mercados y los bares en Ciudad de Guatemala, en donde se contagia por el gusto por la vida. Pero también a la opresión que se respira en la residencia de la acaudalada familia de Pablo, que no puede aceptar su opción. El drama que vive la familia coincide con el pavor que provocan recurrentes temblores que, según la Iglesia, son un castigo divino. Pablo termina aceptando someterse a los tratamientos de curación que practica un pastor evangélico. Jayro Bustamante dedicó su segundo largometraje, que tuvo su estreno mundial en la sección Panorama de la Berlinale, a los miles de Pablos que hay en Guatemala, que tienen miedo a revelar su homosexualidad.
DW:¿Cómo se siente después de estrenar su segundo largometraje en la Berlinale, después de que su ópera prima Ixcanul (El volcán), fuera premiada en 2015?
Jayro Bustamante: El festival de cine de Berlín nos ha tratado muy bien. Cuando hice Ixcanul con un préstamo personal y no tenía más dinero para seguir, alguien que estaba buscando películas para Berlín la vio en un festival pequeño en Costa Rica. Cuando se supo del interés de Berlín, los fondos empezaron a abrirse. Esa película, que fue mucho más dura de realizar por la temática, me permitió constatar que el odio está ahí, es un odio irracional, como una enfermedad. Hay gente que cree que hay cierto grupo de personas, que sólo por ser quienes son, no deberían existir.
Esos odios se vuelven a percibir en Temblores, que refleja las aberraciones en una sociedad muy conservadora y religiosa. ¿Cómo llegó a este tema?
Conocí a un Pablo, y lo que me interesó de su historia fue que estaba convencido él mismo de que estar en esa prisión estaba bien. Era un homosexual homofóbico, y esa contradicción me interesó mucho, así que empecé a investigar sobre el tema y me di cuenta de que había un montón de Pablos. Así fue como llegué a "Temblores”.
La cinta muestra a esa sociedad conservadora retratada a través de la familia de Pablo, pero también a su pareja, por quien revela su homosexualidad, un personaje más liberal. ¿También él está representado en la sociedad de Guatemala?
Sí, también hay un sector liberal. Lastimosamente, Guatemala tiene una sociedad machista y clasista, en donde el poder del dinero es absoluto. Todas las clases liberales, que son clases medias o medias bajas, que se topan contra ese poder no pueden pasar más allá, no tienen voz, y tampoco son grupos unidos. Aunque en eso Guatemala está cambiando, yo estoy muy contento de haber vivido cómo el país se levantó contra la corrupción hace unos años.
¿Sigue habiendo miedos?
Somos un pueblo que tiene mucho miedo. La guerra se acaba de terminar. La paz se firmó en 1996. Y todavía nosotros no hablamos sobre la guerra, seguimos teniendo miedos ante la violencia, y hay temor ante las muestras de algunos de nuestros dirigentes que nos hacen pensar que una dictadura militar puede volver. Y la Iglesia ofrece algunas de las burbujas en donde la gente busca protección.
Un papel doble de la Iglesia, en este caso evangélica, que avanza en buena parte de América Latina. La Iglesia acompaña y otorga un tejido social, pero a la vez es represora...
A mi me encantan los estudios que Michel Foucault hizo sobre el poder y la represión. Si tú vienes con tus pecados y me los cuentas y yo soy tu pastor, y yo sé todo lo más íntimo de tí, yo te puedo ayudar porque tú eres pecador, pero te tengo atrapado. Tengo el poder de denunciarte, de manipularte, porque además soy quien habla con Dios. Esto se sigue observando en las sociedades, sobre todo en una como la guatemalteca.
¿Cómo se explica eso?
Tenemos muchos años de atraso. Si en Guatemala uno se interesa por lo social, o los derechos de otras personas, es considerado comunista. No se puede tener un pensamiento más allá de uno mismo. La caridad es aceptada, pero si lucha uno por una mayor igualdad para todos, se es comunista. Eso es lo que pasaba hace 50 años en México, que es nuestro vecino. No ha servido toda la influencia cultural que hemos tenido de México, todo lo que nosotros hemos adoptado de México, que es nuestro gran hermano que nos pasa todo, la comunicación, la televisión, la radio y el entretenimiento. Lo que hemos tomado es el consumo. Pero los cambios sociales, esos no los queremos adoptar en Guatemala.
La esposa de Pablo es sumisa y no parece pensar mucho por sí misma, ni entender lo que le sucede a su marido. ¿Refleja el papel de la mujer en Guatemala?
Hay muchas mujeres que son mis ejemplos y mis líderes, que seguiré y apoyaré. Son mujeres que seguramente van a hacer el cambio en esa sociedad, pero son una minoría. La mayor parte de las mujeres son educadas para no tener una palabra propia, pero incluso en las conversaciones mundanas, uno escucha: mi marido me trata bien, como diciendo, que suerte tengo, soy una excepción. Y las mujeres son como esclavas al mismo tiempo. El machismo en Guatemala es extremadamente potente, el hombre es muy inútil, porque el machismo lo ha hecho así. Son muy pocos los hombres capaces de vivir solos, de ser autosuficientes y creo que como país nos estamos perdiendo de más de la mitad de la población, que es la población femenina, a la que no le estamos dando ni la oportunidad, ni estamos aprovechando el potencial que tiene.
Autora: Eva Usi (er)