Hinchas que tiran piedras, latas y listones de madera al autobús del equipo contrario; una madre que le ata bengalas al cuerpo a su pequeña hija, para conseguir entrarlas de contrabando al estadio; fanáticos que, mientras los espectadores abandonan las instalaciones tras la cancelación del juego, les roban sus boletos caros y aún válidos, o saquean autos. ¡Bienvenidos al Súperclasico, bienvenidos a la Súpervergüenza, bienvenidos al show del horror de River-Boca!
Disturbios esperados
"Tuvimos la oportunidad de mostrar al mundo quiénes somos y lo logramos a la perfección", ironizan las redes sociales. Los fanáticos, los medios de comunicación y hasta el presidente Mauricio Macri exageraron hasta el exceso las expectativas en torno al partido de vuelta por la Copa Libertadores, entre los archirivales Boca Juniors y River Plate. "El que pierde va a tardar 20 años en recuperarse”, declaró a los medios Macri, quien fuera presidente de Boca durante 12 años.
Los disturbios no pueden sorprender realmente a nadie en un país en el que más de 100 personas han perdido la vida en torno a partidos de fútbol en los últimos diez años. "Algunas personas piensan que el fútbol es una lucha de vida o muerte, no me gusta esa actitud ¡Les aseguro que es mucho más serio!". Esta legendaria cita del entrenador escocés Bill Shankly tiene aún, lamentablemente, gran vigencia en Argentina.
Infantino en el terreno
De los 211 países organizados en la Federación Internacional de Asociaciones de Fútbol (FIFA), solo uno lleva cinco años sin poder permitir la asistencia de hinchas de equipos visitantes, por razones de seguridad: ¡Argentina! El país probablemente más loco por el fútbol del planeta, cuyos hinchas ya habían dejado tan "positiva” imagen en la Copa del Mundo en Rusia, demostró nuevamente el fin de semana, por qué no puede garantizar la seguridad de hinchas visitantes: las fuerzas de seguridad argentinas pueden verse completamente sobrepasadas por las circunstancias al tratar de garantizar el orden en torno a un solo partido de fútbol. Y eso, ¡sin hinchas visitantes!
La policía de Buenos Aires no fue capaz de asegurar un par de calles. El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, que intentó presionar para que el partido se celebrase el sábado a como diera lugar, tuvo en Buenos Aires una impresión personal de lo que podría significar adjudicarle a Argentina, Paraguay y Uruguay la celebración de la Copa Mundial 2030.
Cumbre del G20, ¿la próxima vergüenza?
Argentina, que tan ejemplarmente ha procesado su dictadura militar de 1976 a 1983 bajo el lema "Nunca más", no ha sido capaz de estamparle un "nunca más" a la violencia en torno al fútbol. La hinchada es demasiado influyente; los funcionarios, demasiado corruptos; y los dos clubes tradicionales, Boca Juniors y River Plate, están demasiado enemistados.
El fútbol junto al Río de La Plata no significa simplemente derrotar al oponente. No, también se trata de burlarse de él, de humillarlo una y otra vez, incluso cuando está ya en el suelo. El mejor ejemplo fue el pacto entre los presidentes de Boca y River sobre el camino a seguir frente al caos, que duró apenas unas horas. Después, de nuevo, todo volvió a tratarse de humillar por todos los medios al oponente.
No es buen presagio para la cumbre del G20 en Buenos Aires, el próximo fin de semana: la sociedad argentina no solo está profundamente dividida entre hinchas de Boca Juniors y River Plate, sino también, políticamente, entre seguidores de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, involucrada en varios escándalos de corrupción, y su sucesor, Mauricio Macri, quien evidentemente ha impulsado al país contra la pared con su curso neoliberal.
Mientras avanzan la inflación, el alto desempleo y la caída del peso argentino, Macri necesita, sin dudas, anotarse la cumbre del G20 como un éxito, pero los kirchneristas quieren verlo fracasar. Una vez más, el enemigo está en casa. "Todo lo que sé de la política lo aprendí del fútbol", dijo una vez Macri. Esperemos que el presidente argentino saque las conclusiones adecuadas del caos de este fin de semana de fútbol. De lo contrario, la próxima súper vergüenza amenaza en los días por venir.
(rml/cp)
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