“Suiza siempre ha sido muy internacional”
10 de febrero de 2014DW: Señor Atteslander, ¿hay demasiados extranjeros en Suiza?
Jan Atteslander: Hay extranjeros que vienen a Suiza, que trabajan en Suiza y a los que necesitamos aquí. Es algo positivo para ambas partes. Y hay muchos suizos que viven en Alemania o en Francia. Eso también es bueno para las dos partes.
En Austria hay un 11,6 por ciento de ciudadanos extranjeros. En Suiza, con aproximadamente la misma población, hay el doble. ¿Por qué hay una diferencia tan grande?
Suiza siempre ha sido un país muy internacional. Quizá desde la época de las grandes migraciones. Sin caer en el cinismo, también se puede afirmar que mucha gente opta en los últimos tiempos por no nacionalizarse. Eso eleva un poco la tasa de extranjeros. Pero lo importante no es la tasa de extranjeros en sí, sino lo bien que se integren a la sociedad.
El nacionalista y conservador Partido del Pueblo Suizo (SVP) habla de 80.000 extranjeros nuevos al año en Suiza. Es la población de una ciudad de cierto tamaño. ¿Hay sitio para todos ellos?
En algún punto uno acaba encontrándose con un límite, eso está claro. Hemos tenido también años en los que apenas tuvimos inmigración. Son cambios estructurales y cíclicos. Actualmente, Suiza es un país que goza de mucha salud, social y, sobre todo, económicamente hablando. Nuestra economía está floreciendo, de forma similar a la del sur de Alemania, y se necesita gente que trabaje. Necesitamos gente formada. También es cierto que en las zonas urbanas ha habido siempre un problema de escasez de viviendas, algo que no tiene solo que ver con la inmigración. En Múnich, Fráncfort o Stuttgart tampoco es fácil encontrar un apartamento a buen precio. Creo que es un problema común a muchas zonas urbanas. Hay muchas áreas, sin embargo, como en el oeste del país, en Emmental y Jura, donde hay poca densidad de población.
¿Qué suponen los extranjeros para la economía suiza?
Son muy muy importantes. Hoy tenemos un problema global: lo que en el lenguaje moderno se llama “la guerra por el talento” (‘War for Talent'). Y las economías globalizadas y bien integradas en el sistema necesitan especialistas altamente cualificados. Hay escasez de ellos en todo el mundo. Es cierto que hay sectores que no requieren cualificación. Como, tal vez, el turismo y otros. Si se construye una casita en Suiza hoy, lo más probable es que el albañil sea portugués o macedonio. Una economía saludable crea empleos. Si no pueden cubrirse con trabajadores nacionales, se necesita también a los extranjeros.
¿Así que hay que dar siempre entonces prioridad a los ciudadanos suizos?
No, pero el SVP va más allá. Dicen: prioridad para los suizos, para quienes tienen el pasaporte rojo. Puede haber alguien que, habiendo pagado durante décadas impuestos aquí, cuando surja una vacante apropiada para él tenga que esperar a ver si se puede encontrar primero a un suizo para cubrirla. Ya tuvimos antes sistemas de cuotas similares. Y no funcionaron.
¿Por qué el SVP ha querido retomar este sistema, entonces?
Van a tener que preguntarles a ellos. Claro, hay áreas urbanas donde es difícil encontrar vivienda. Se puede decir: “restrinjamos la inmigración”. Pero, por supuesto, también se podría pensar que es un problema político que se puede solucionar de otra forma, con una mayor inversión en transporte público o en vivienda.
¿Tienden los suizos, quizá, un poco al racismo?
No, en Suiza no tenemos ni a un solo racista, todos están en el extranjero… (risas). No, bromas aparte, en todos los países hay racistas. Lo importante es hacer frente a los problemas y ponerles remedio. Desde el mundo empresarial no estamos acusando al SVP de tener ni un programa ni una ideología racista. Lo que tenemos aquí son los síntomas que acompañan a un fuerte crecimiento económico. Estamos dispuestos a hablar de soluciones. Pero no a base de despachar a uno de los principales actores de este crecimiento.
¿Qué otra solución podría haber?
Lo que es seguro es que el problema de la inmigración no se limita a Suiza, sino que está presente también en muchos de nuestros países vecinos. Lo sabemos con certeza, dado que estamos en contacto con sus asociaciones comerciales y políticas. Monitoreamos muy de cerca la situación. Me imagino que en el futuro la Unión Europea hará ajustes en temas en los que Suiza no tiene nada que ver, sobre todo en la cuestión del acceso a los beneficios sociales. Pero, en general, la idea de un mercado único significa que los ciudadanos son libres de moverse si tienen un contrato de trabajo. El SVP quiere sacudir este principio, algo que no es compatible con nuestros acuerdos previos con la Unión Europea. Las soluciones políticas habría que buscarlas en temas como las infraestructuras de transporte, la ordenación del territorio, la educación y el sistema de pensiones.
*Jan Atteslander es econmista y dirige el Departamento de Comercio Exterior de la asociación suiza de negocios “Economia Suisse”.