Entrevista con Sol Gabetta
16 de septiembre de 2009La violonchelista argentina Sol Gabetta conquistó la escena musical europea y sigue llenando de magia festivales como el de Beethoven, en la ciudad de Bonn. Es la instrumentista argentina más joven y de mayor éxito a nivel internacional. Nacida en la provincia de Córdoba en 1981, proviene de una familia de músicos. Comenzó a estudiar a los cuatro años en su ciudad natal, con una viola, y luego con un medio chelo japonés, y ganó su primer certamen en Argentina a los 10 años, además de otros premios, como el certament del ARD en Múnich. Luego de ser becaria en la madrileña Escuela Superior de Música Reina Sofía de 1992 a 1994 continuó perfeccionándose con Ivan Monighetti en la Academia de Música de Basilea, Suiza. En Alemania, estudió en la Escuela Superior de Música Hans Eisler de Berlín.
En los últimos años actuó en la Orquesta Nacional de Radio France, la Kremerata Baltica, la Orquesta de la Ópera Cómica de Berlín, la Filarmónica Checa, la Filarmónica de Cámara de Viena, La Orquesta de Cámara de Múnich y las Sinfónicas de Basilea y Bilbao, así como en la Filarmónica de Buenos Aires. A sus 28 años se la considera la nueva figura femenina del chelo, y su nombre figura junto a estrellas como Yo-Yo Ma y Mischa Maisky. Por la energía desbordante de su interpretación y su naturalidad se la compara con fenómenos como el de la soprano rusa Anna Netrebko.
En su paso por el Festival Beethoven de Bonn, Sol Gabetta conversó con Deutsche Welle sobre su pasado y presente musicales y sus deseos para el futuro.
Deutsche Welle: Usted nació en Córdoba, Argentina, y ahora vive en Suiza. ¿Qué puede decirnos sobre los distintos destinos musicales de su viaje profesional? ¿Dónde se siente, musicalmente hablando, más en casa?
Sol Gabetta: El simple hecho de adoptar una cierta flexibilidad en la vida, si uno quiere volverse más cosmopolita en el camino musical, aporta mucho a la música y a la vida que uno lleva. En un país como Argentina, que es muy grande, la cultura no cambia demasiado a pesar de viajar dos mil kilómetros. En cambio en Europa, si se viajan 100 km, ya cambia todo, el cambio cultural es abrupto, y eso desarrolla la personalidad de una forma diferente. Es muy importante para un artista poder hacer ese tipo de vida, o al menos ver si uno puede aceptarla. No todo el mundo está dispuesto a vivir de esa forma, sin estabilidad, sin una vida más reglamentada. Mi vida me obligó a ser más flexible y a adaptarme a diferentes orquestas, estilos e ideas musicales. De un concierto de Shostakóvich, con una historia política muy dura de trasfondo paso a tocar las variaciones rococó de Tschaikowsky, y tengo que encontrar nuevas formas de interpretar.
¿Se siente lejos de la cultura musical argentina latinoamericana por vivir en Europa?
Es evidente que, al dejar mi país, y vivir en España, Alemania y Suiza, viví muchos cambios. Tanto en la lengua, como en el idioma musical. Allí justamente está el secreto, la clave de lo musical. No existen océanos ni kilómetros que separen, la música une a los continentes, por eso en ningún momento me siento alejada de mi país, porque si tengo ganas de tocar en China a Ginastera o a Piazolla, no hay nada que me lo impida. Por el contrario, creo que hay mucha gente que en Europa está muy interesada en saber qué es el tango, qué es la música folklórica argentina. Entonces de ninguna manera siento esa distancia.
¿Qué significa para una artista como usted, que es celebrada en todo el mundo, participar del Festival Beethoven de Bonn?
Esta es la segunda vez que vengo a tocar al Festival Beethoven de Bonn. La primera vez toqué en la Casa de Beethoven, en Bonn, y fue una gran experiencia. Me impresionó que allí se guardaran los manuscritos musicales de Beethoven, me produjo una sensación de cercanía a la cultura beethoveniana muy impresionante. La sala es pequeña y tiene una acústica muy especial, y fue una experiencia hermosa hacer allí música de cámara, e interpreté sonatas de Beethoven y un programa variado con música moderna. Este año se cumple mi objetivo de tocar en la gran Sala Beethoven, y tener la posibilidad y la suerte de poder combinar en el festival la Sinfónica de Birmingham con un compositor como Edward Elgar, cuyo Concierto en Mi bemol Opus 85 es, para nosotros los cellistas, es uno de los conciertos más hermosos y mejor compuestos para violonchelo, y con uno de los directores de orquesta que más valoro, Andriss Nelsons. Fue para mí una combinación de varios elementos que hicieron que el concierto de ayer fuera una experiencia inolvidable. Estaba muy emocionada por realizar el concierto. La combinación de elementos como la orquesta, el festival, programa, es algo poco común, muy especial y acorde a mis deseos musicales y artísticos.
(Lea en la página siguiente qué tienen en común el chelo y la voz humana)
Desde pequeña Ud. sabía que quería tocar el chelo. ¿Qué es lo especial para usted del sonido de este instrumento?
El violonchelo como tesitura está en el registro medio de la voz humana. Cada vez hay más compositores que escriben obras combinando canto y violonchelo. En la obra Gramata Cellam, del compositor letón Peteris Vasks, que interpreté en el Festival Beethoven, yo también incluyo mi voz en una especie de coro donde el instrumento se vuelve tridimensional, y es emocionante la polifonía que se produce. Creo que la obra de Vasks llega muy profundo, es muy imaginativa y da lugar a la fantasía.
Fue premiada en Alemania con el premio Echo Klassik en Alemania, el Diapasón D'Or de Francia y tres veces con el Premio Gardel en Argentina, además de haber recibido otros varios premios. También ganó varios concursos musicales. ¿Qué desea lograr en su carrera musical en el futuro?
Mi deseo es poder elegir qué quiero presentar en un momento determinado de mi vida. De acuerdo con mi evolución como persona. Eso es lo más importante: poder enfocarme en lo que tiene sentido para mi vida, lo que quiero darle a la gente. Cuanto más se avanza en la carrera, más simple es decir para qué estoy preparada en ese momento y qué quiero dar.
Tiene el privilegio de organizar su propio festival en Basilea, el Festival de Música de Cámara de Solsberg, un juego de palabras entre su nombre y la ciudad de Olsberg, en las cercanías de Basilea, en donde vive ¿Cuál es el objetivo de este festival?
El objetivo de este festival es justamente poder organizarlo haciendo realidad eso que mencioné antes en menor tiempo: poder tomar mis propias decisiones en cuanto a qué quiero darle a la gente. Me ocupo del aspecto artístico, y programo los conciertos viendo quiénes podrían participar, si funcionan bien juntos o no. Mi novio, que es director de la Orquesta de Cámara de Basilea, se ocupa del proyecto, y su experiencia en la música y en el mercado es enorme. Tiene una perspectiva muy avanzada sobre lo que debe ser un festival musical. El Solsberg Festival comenzó en 2006 con un fin de semana de música de cámara. Las entradas se agotaron ya en 2006, y en el 2009 organizamos tres fines de semana. La gente tiene que poder confiar en que lo que va a escuchar tiene calidad.
¿Qué nos puede decir de su gira por Alemania con Boby McFerrin?
Es una combinación que no se da siempre, la combinación de un músico clásico con un músico como McFerrin, que viene del pop y del rock, no es algo muy común. Lo que hace McFerrin hoy es una mezcla, su música va hacia el jazz y la improvisación, además de lo clásico. Fue una experiencia hermosa porque pienso que la música es un universo. Hoy toda la música está catalogada con un nombre, un estilo y un sello. Esto es lo que hace que la gente joven no pueda relacionarse de una forma más simple con la música clásica, a causa de esta categorización. Lo que no está claramente definido no se vende bien. Con Boby McFerrin pude mostrarle a la gente que la música pop y la música clásica no están lejos la una de la otra.
¿Qué les diría a los músicos jóvenes que buscan su camino en un mercado no siempre fácil de conquistar como es el de la música clásica?
Lo más importante es que los proyectos educativos musicales comiencen no a los 14 o 17 años, sino mucho más temprano. A los cuatro años se puede acercar la música a los niños y mostrarles que es un idioma por sí mismo y que se articula y se interpreta por sí mismo. Eso le da a un niño la libertad de ser como es. A los jóvenes les diría que tienen que ser ellos mismos, el secreto está en creer en sí mismos y seguir los sueños. Hay muchos objetivos que no se realizan porque se tiene un horizonte muy estrecho acerca de lo que se puede lograr. Hay que soñar mucho más, pero sin olvidarse de que los pies tienen que quedar sobre la tierra.
Entrevista: Cristina Papaleo
Editora: Mirra Banchón