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¿Europa dividida?

13 de diciembre de 2011

Ante el pleno del Parlamento Europeo, los presidentes de la Comisión Europea y el Consejo Europeo defendieron las decisiones tomadas durante una cumbre que, sin duda, ha dividido a Europa.

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Herman Van Rompuy y José Manuel Durao BarrosoImagen: picture-alliance/dpa

Las decisiones tomadas para salvar al euro y tranquilizar a los mercados durante la última cumbre de los 27 jefes de Estado y de Gobierno de la UE en Bruselas, entre el 8 y el 9 de diciembre, dividen a Europa.

Esto quedó patente en un debate en el seno de Parlamento Europeo en Estrasburgo, en donde tanto el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, como el presidente del Consejo, Hermann Van Rompuy, explicaron los porqués de optar por un tratado intergubernamental, que probablemente a partir de marzo regiría una unión fiscal entre todos los países de la Unión Europea, menos uno.

La isla y el continente

Ésta la primera y más evidente división: la brecha que abre la negativa de David Cameron, primer ministro del Reino Unido, entre éste y los otros 26 de la Unión Europea. Su negativa a seguir el curso propuesto por Francia y Alemania, apoyadas por las instituciones europeas, en cuanto a reformar el tratado que rige la Unión o a crear otro acuerdo, llevó a echar mano de un pacto intergubernamental para regular una unión fiscal.

Que éste sería entre los 17 países de la zona euro más los voluntarios fue un primer resultado. Luego fue decantándose que Reino Unido se había quedado solo en el lado de los que se oponían. Las condiciones especiales que solicitaba el líder de los conservadores y euroescépticos británicos eran inaceptables. "Reino Unido, a cambio de ceder en el acuerdo, pidió un protocolo específico sobre servicios financieros que, como fue presentado, suponía un riesgo para la integridad del mercado interno. Esto hizo imposible un compromiso", explicaba al Parlamento Europeo en Estrasburgo José Manuel Durao Barroso, presidente de la Comisión Europea.

Así, la vieja pugna de la Europa continental contra la insular está sobre el mantel otra vez. Pero, a raíz de ella, la división también se da al interior de Reino Unido: Escocia, por ejemplo, insiste en su buena voluntad hacia la UE y hacia el euro; el partido liberal, aliado de coalición de Cameron, también eleva paulatinamente el tono en que expresa su disgusto por el aislamiento voluntario de Downing Street.

Parlamento contra Consejo

En el debate en el Parlamento Europeo quedó muy clara también la gran línea que corre entre los demás y el mayor bloque político europeo en este momento –el del Partido Popular Europeo. Si los miembros de este último grupo subrayan la importancia del claro liderazgo asumido por Berlín y París en esta crisis y aplauden las decisiones tomadas, los otros cuestionan que las decisiones se hubieran tomado, a grandes rasgos, en el encuentro de los líderes conservadores en Marsella, previo a la cumbre. De imposiciones del eje franco-alemán o del duo “Merkozy” calificaron europarlamentarios este acuerdo que deja de lado temas latentes como los eurobonos o una nueva función para el Banco Central Europeo.

Por último, que en una decisión de ese calibre no se consulte con el Parlamento Europeo –que representa a 500 millones de personas- pone en duda su carácter democrático, cuestionaron muchos europarlamentarios, sobre todo del bloque de los Socialistas y Demócratas.

¿Un parteaguas?

Así, divididos entre los que subrayan que la cumbre de la UE no ha logrado su objetivo –tranquilizar los mercados- y los que se fijan más bien en los resultados que pudiese tener a mediano plazo, tanto Barroso como Van Rompuy defendieron las medidas adoptadas. “Los milagros no existen y la recuperación europea no es un sprint, es una maratón”, recalcaba el primero, mientras que el segundo vaticinaba que esta crisis de 2010/2011 dividiría la historia de la construcción europea entre un “annus horribilis” y un “annus mirabilis”.

Autora: Mirra Banchón
Editora: Emilia Rojas