“Los derechos humanos son universales”, o no valen la pena
30 de marzo de 2010Aunque Günther Nooke deja de ser el comisionado para Derechos Humanos y Ayuda Humanitaria del Gobierno alemán, los principios que ha impulsado en su viejo puesto le seguirán siendo útiles en el próximo: el político cristianodemócrata se convierte ahora en comisionado para África.
Desde que asumiera su cargo en 2006, Nooke ha impulsado avances en los derechos humanos a nivel internacional. Su tarea no siempre ha sido fácil, entre otras cosas porque se inserta, desde el punto de vista organizativo, en el aparato institucional del Ministerio de Relaciones Exteriores y requiere de una gran virtud: la diplomacia. El secreto es conseguir expresar opiniones, adoptar posiciones en nombre de la nación y hallar siempre el tono justo para hacerlo- es lo que los críticos llaman irónicamente de un juego de "hipocrecías", de "falsas consideraciones".
Derechos humanos y juegos de poder
Al principio no pudo prever cuánto lo cautivarían y retarían intelectualmente los principios de los derechos humanos, dijo Nooke en su despedida en Berlín, a fines de marzo. Llegó al puesto con ideas muy claras, pero ha aprendido mucho por el camino: “La política de derechos humanos es, como la política en general, un juego de poderes. Se trata de saber cómo convencer a otros de que deben interesarse por la protección de los derechos humanos en sus propios Estados”, resume.
Tomar partido
Donde quiera que el comisionado federal se vio confrontado con violaciones de los derechos humanos, no importa si en el Congo, en la región del Cáucaso o en China, el encuentro con víctimas y verdugos le enseñó una y otra vez lo mismo: a expresar claramente su opinión.
Como defensor de los derechos humanos en la antigua Alemania del Este, Nooke pudo comprobar, narra hoy, que a los dictadores y a los gobiernos autoritarios no se les debe dar la sensación de que tienen licencia para reinterpretar a su antojo los principios de derechos humanos, o que se les va a proteger si los violan: “Tenemos que asumir posturas claras y públicas una y otra vez, promover nuestras convicciones”, dice el político, y eso independientemente de que uno esté sentado en una conferencia de prensa junto al mismísimo presidente ruso, Vladimir Putin, agrega.
Y lo mismo vale para el trato con amigos y colegas. Cuando Nooke criticó la dudosa postura legal del Gobierno estadounidense en torno a la prisión de Guantánamo, se ganó a la vez reprimendas de las filas del Partido Liberal de Alemania (FDP), de Los Verdes (Die Grünen) y de La Izquierda (Die Linke). Nooke fue acusado de relativizar los derechos humanos en Guantámo al realizar una comparación cualitativa y cuantiva con países autoritarios como Sudán, Sri Lanka, China, Rusia, Cuba, Corea del Norte y Myanmar (Birmania).
Cero diálogo con Ahmadineyad
El comisionado federal lo tiene claro: las palabras claras, sin espacio para malentendidos, son una condición indispensable para hacer política de derechos humanos. Y también está convencido de que, en algunos casos, clausurar el diálogo es lo correcto.
Como ejemplo pone la Conferencia Antiracismo de las Naciones Unidas en abril de 2009: después de un largo debate, el Gobierno alemán se decidió a protestar contra la participación del abiertamente antisemita presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, quien había negado públicamente el Holocausto.
“Y cuando a este presidente de Irán, que realmente tiene asignados 7 minutos de discurso, se le permite hablar casi 30, entonces no es posible. Así no se puede hablar de racismo”, recuerda Nooke. Ello no ayuda a avanzar en el tema ni a las mismas Naciones Unidas, sostiene. Dejar hablar a muchos y aprobar algo por mayoría no es siempre, en opnión del cristianodemócrata, la mejor manera de servir a la causa humanitaria.
Sentimiento de impotencia
El sentimiento de ser impotente ante determinadas realidades, de no poder cambiarlas sin más, lo ha acompañado durante todos estos años en el cargo, reconoce Nooke. Pero ello no significa que uno tenga que darse por vencido: “Los derechos humanos son universales, si no se comprenden así, no vale la pena luchar por ellos”, está seguro el político.
La experiencia acumulada por este alemán de 51 años le será una vez más útil en su nuevo cargo. Como comisionado para África, y puesto que el Ejecutivo alemán pretende vincular su presencia y apoyo a la región a la “buena gestión gubernamental” de los países que la componen, probablemente Nooke tendrá la oportunidad de tomar partido, nuevamente, por los derechos humanos.
Autor: Marcel Fürstenau / Rosa Muñoz Lima
Editora: Luna Bolívar Manaut