Sergio Ramírez: "Ortega y Murillo tienen que renunciar"
23 de mayo de 2018Deutsche Welle: Señor Ramírez, hacía tiempo que Nicaragua no daba titulares a nivel internacional: economía sin sobresaltos, seguridad, turismo floreciente... De repente, el país ha estallado como si fuera una olla a presión. ¿Qué ha sucedido en este último mes?
Sergio Ramírez: Es lo que ocurre cuando se vive una ficción. La realidad se encubría con una burbuja de colores, como si esto fuera el paraíso terrenal: indicadores económicos crecientes, alianza firme entre sector privado y Gobierno... Pero, de repente, se pinchó la burbuja y estalló. Y han salido a la luz el autoritarismo, un régimen que no respeta los derechos humanos, la concentración absoluta en manos del matrimonio presidencial, corrupción por todas partes, abusos...La población ha soportado esto en silencio, pero saltó la chispa, que fue una reforma al régimen de la seguridad social, para que el incendio estallara. Se ha roto un dique y todos los deseos reprimidos por un cambio democrático salieron a la calle.
Pero hasta el mes de abril de 2018 ahora no se había producido el paso que separaba el Gobierno de Nicaragua de la dictadura de Somoza: una cruenta represión. ¿Cómo se ha traspasado esa línea?
La generación de nicaragüenses que recuerda los 70 y 80 asociaba a Somoza con la represión sanguinaria. Los jóvenes aparecían muertos solo por el hecho de serlo: ser joven significaba ser sospechoso de ser guerrillero. En este último mes, se ha visto a la Policía reprimiendo indiscriminadamente y dando amparo a fuerzas paramilitares. Según el informe de la CIDH, han muerto 76 personas, la mayoría de ellos menores de 30 años de edad. Ello nos habla de la brutalidad con la que el régimen estaba dispuesto a reprimir cualquier intento de manifestación. Según el absurdo criterio de este Gobierno, las calles son solo propiedad de sus partidarios. Y así se lanzó a reprimir las protestas como si se tratara de una guerra, solo que contra un Ejército completamente desarmado. Según el informe de la CIDH, muchos de los muertos fueron asesinados con balazos de precisión: en la cabeza, en el corazón. Obra de profesionales que pertenecen a las tropas de choque paramilitares.
El informe de la CIDH es demoledor. La Mesa de Diálogo ha acordado ponerlo en marcha, pero ¿cómo es posible implementarlo?
La misma CIDH sugiere que es necesario un mecanismo internacional para llevar a cabo los 16 puntos recomendados en el informe, porque hay un total descrédito de las entidades que conforman el sistema judicial, empezando por la Corte Suprema de Justicia, la Fiscalía General de la República y la Procuraduría. Esa gente es completamente fiel a la familia presidencial. La Asamblea Nacional, también fiel a los Ortega, nombró una Comisión de la Verdad que no tiene el más mínimo crédito. Mientras no haya un mecanismo de supervisión internacional que investigue caso por caso y determine responsabilidades de estas muertes, va a ser muy difícil que el diálogo progrese y haya paz. Por otro lado, tanto la sociedad civil, como la Iglesia –aunque es mediadora en el diálogo- está pidiendo un cambio democrático en el poder. Y eso pasa por que haya un relevo en el mando: Ortega y Murillo tienen que renunciar o su período debe ser acortado. Según la última encuesta del Instituto Cid Gallup, el 70 por ciento de los nicaragüenses demandan que Ortega y su esposa dejen el poder.
¿Qué organismo puede sentarse a la Mesa de Diálogo? Porque la OEA, con Luis Almagro al frente, no goza de mucha credibilidad entre los nicaragüenses. Almagro se muestra firme frente a Venezuela y Maduro, pero tibio con Ortega...
Las últimas declaraciones que he leído de Almagro me parecen indignantes: dijo que la violencia en Nicaragua tiene dos partes, que hay que controlar a las fuerzas anárquicas... Almagro quiere darle un plazo a Ortega, que complete su período... Él cree que todo se soluciona con un pliego de reformas electorales completamente secundarias que él mismo propuso. Lo mejor que puede hacer Almagro es no intervenir, porque va a debilitar los esfuerzos que se están haciendo aquí por encontrar una solución.
Entonces ¿qué organismo internacional puede sentarse a esa Mesa de Diálogo?
Deberían involucrarse la ONU, la Unión Europea o una comisión internacional de países. Yo siempre he sido adverso a las intervenciones en los asuntos internos de Nicaragua. Pero esto no es un asunto político, es un tema de crímenes de lesa humanidad. La CIDH habla de ejecuciones extrajudiciales. Esto desborda la soberanía nacional.
Usted conoció al Daniel Ortega joven. ¿Daba ya muestras de su actual estilo caudillista?
No. Los mecanismos de poder en la década de los 80 eran distintos. Había un partido político con una dirección colectiva, el caudillismo no era posible. Hoy ese partido desapareció y fue sustituido por un poder vertical que representan Ortega y su esposa. No digo que el Gobierno de los 80 haya sido un modelo de democracia como la conocemos hoy. La revolución dejó de un lado la democracia porque creía ciegamente en la transformación económica y social. Pero aquel modelo tenía un objetivo: transformar la sociedad. Ahora el objetivo es tan solo que la pareja presidencial se mantenga en el poder eternamente.
¿Qué puede pasar en Nicaragua si Ortega y Murillo se niegan a abandonar el poder?
Ojalá la persuasión internacional y la misma presión civil y la resistencia pacífica los transporte a este mundo real y les muestre que su tiempo se acabó. Ellos están metidos en una burbuja y hay que pincharla.
¿Qué remueve de su juventud sandinista la actual represión?
Cuando entré en la Universidad en 1959, el Ejército de Somoza disparó contra una manifestación inerme de estudiantes y mató a cuatro compañeros míos e hirió a más de 60. Eso trasformó mi vida y me convenció de que no podíamos seguir en dictadura. Ahora no han sido cuatro, sino 76... Todo eso se conecta en mi vida y me da una comprensión absoluta de la actitud intransigente de los jóvenes dirigentes de este movimiento que exigen una democratización radical del país. La lucha para derrocar a Somoza llevaba dentro un proyecto político e ideológico. Su objetivo era trasformar la sociedad según determinados presupuestos ideológicos que tienen que ver con el marxismo. Aquello fue después fuente de división. Ahora no hay proyecto ideológico de por medio. Hoy el reclamo es que haya democracia y ese es un factor de unión muy poderoso alrededor del cual están la Iglesia, la sociedad civil, los empresarios, los universitarios, los estudiantes...
Usted estuvo viviendo un tiempo en Alemania, donde hubo numerosos comités de solidaridad con Nicaragua. Hay alemanes decepcionados con lo que allí está ocurriendo.
Eso es doloroso para mí. No solo en Alemania sino en toda Europa, donde se construyeron redes de solidaridad inmensas. Solo en Alemania había 400 comités de solidaridad, que era muy efectiva. Yo espero que la democracia volverá a Nicaragua sin más derramamiento de sangre. Ojalá los ojos de la solidaridad continúen puestos sobre Nicaragua.
Entrevista realizada por María Santacecilia
Deutsche Welle es la emisora internacional de Alemania y produce periodismo independiente en 30 idiomas. Síganos en Facebook | Twitter | YouTube |