Se destapa la olla de la evasión tributaria
15 de febrero de 2008Apenas 24 horas logró sostenerse Klaus Zumwinkel, después de que la policía allanara sus oficinas de Deutsche Post AG y su residencia particular, buscando corroborar las sospechas de evasión tributaria existentes en su contra. El presidente del enorme consorcio logístico en que se convirtió el antiguo servicio alemán de correos, gracias precisamente a la gestión de Zumwinkel, presentó su renuncia. Y el gobierno alemán, que sigue siendo el principal accionista de la empresa, aplaudió rápidamente. Era lógico: el altísimo ejecutivo se había vuelto insostenible.
Cientos de sospechosos
El escándalo, sin embargo, no puede darse por terminado, ni mucho menos. De partida, porque el caso de Zumwinkel no es único. Muchas otras personalidades del mundo empresarial germano están siendo objeto de investigaciones, bajo la sospecha de haber desviado fondos a Liechtenstein con el propósito de evadir el pago de impuestos, según informó el portavoz del Ministerio de Hacienda, Torsten Albig. Según se adelantó, habría varios cientos de personas involucradas, entre ellas algunas figuras más conocidas y otras menos. Es decir, parece que también algunos peces gordos más podrían caer en la red.
Los afectados serían todos clientes del banco LGT, de Liechtenstein, que aparentemente ha entregado gran cantidad de documentos a las autoridades alemanes. De acuerdo con el periódico Handelsblatt, en los próximos días se emprenderían por consiguiente redadas en todo el territorio germano. Sea cual fuere su resultado, lo cierto es que en Alemania los daños que sufre el erario público debido a la evasión tributaria son cuantiosos. El sindicato de funcionarios del ramo, DStG, los ha cifrado en unos 30.000 millones de euros anuales.
Ética empresarial
Es probable que hasta ahora sólo se haya descubierto la punta del iceberg, pero lo que ya se sabe basta y sobra para reavivar la polémica sobre la conducta de los grandes timoneles empresariales del país, desde hace tiempo en entredicho. Millonarias indemnizaciones para capitanes que dejan barcos en zozobra, maniobras de dudoso decoro a la hora de vender acciones y poner a buen recaudo el capital propio, tráfico de influencias... un turbio panorama que causa tanto más malestar en momentos en que las empresas claman por mayores facilidades, en detrimento de los empleados, en aras de enfrentar con éxito los desafíos de la globalización.
Arrecia pues en Alemania el debate sobre la ética empresarial y las consecuencias que episodios como éste pueden tener también en el plano político: por ejemplo, la de echar agua a los molinos de La Izquierda, que desconfía por principio del capital y quienes lo manejan. Como contrapartida, otros sacan una conclusión positiva: el caso de Zumwinkel demuestra que en Alemania no hay figuras “intocables”, por muy alto que sea su sitial en el Olimpo empresarial.