¿El fin de la vida privada? Robo de datos en Internet
24 de agosto de 2009Cuando George Orwell escribió "1984", no podía imaginar que, 25 años después de esa fecha imaginaria, la realidad superaría a la fantasía. Quien utiliza el Internet para comunicarse, para realizar operaciones bancarias, para unirse a una comunidad, para buscar amigos o a su pareja ideal, lo hace muchas veces sin pensar en las consecuencias que puede traerle entregar datos personales en el anonimato de la red.
Hoy se hace más necesario que nunca reflexionar y debatir sobre el comportamiento ciudadano en las ciberplataformas. El paso a dar para dejar de ser una persona con una vida privada y transformarse en un ente transparente para el Estado y las grandes empresas es simple: participar y proveer de datos como nombre, dirección, teléfono, fotos personales y otras informaciones a una página web sin pensar en el destino que correrán los mismos. ¿Tiene el ciudadano todavía derechos sobre sus datos personales? Más transparente que nunca, la persona (persona: del griego πρόσωπον: máscara) ya no es más que una radiografía de sí mismo, accesible a cualquiera, desde cualquier punto del planeta. Sobre los orígenes de este proceso y sus posibles consecuencias aún hay mucho por decir y hacer.
La lucha por la privacidad, un largo camino
A comienzos de los años 80, el Gobierno alemán planeaba un censo poblacional mediante preguntas dirigidas al ciudadano, como por ejemplo: ¿Vive en un departamento o en una casa? ¿Tiene teléfono? ¿Cuál es su profesión? Millones de alemanes protestaron entonces contra el censo, uniéndose en cientos de iniciativas populares, y con éxito, ya que, el 15 de diciembre de 1983, el Tribunal Supremo formuló el Derecho Fundamental a la autodeterminación Informativa. Según él, todo ciudadano tiene derecho a disponer de sus datos personales y a decidir si los da a conocer o no.
La realidad, casi un cuarto de siglo más tarde, es muy diferente. Participando de lo que podría llamarse una "competencia virtual" para lograr el mayor grado de transparencia, millones de personas proveen voluntariamente de información privada a portales de Internet y comunidades online, como Facebook, una de las mayores, con 200 millones de miembros. Se calcula que cerca de 500 millones de personas están registradas en una "comunidad social", como se denomina a las ciberplataformas participativas.
Mientras tanto, hoy las preguntas sobre la vida de las personas no se limitan al tipo de vivienda o a cuántos miembros hay en la familia. "¿Qué libros lee?", "¿Cuál es su orientación política?", "¿Vive en pareja o solo?" Cuestiones inaceptables, por ejemplo, para cualquiera que haya vivido una dictadura. En tiempos de democracia, no parece ser problemático que la información sobre el estado civil o la simpatía por tal o cual partido político puedan caer en manos anónimas. Pero en cuanto el Estado de derecho deja de ser una garantía para la seguridad de las personas, este tipo de información puede utilizarse para acabar con quienes no están de acuerdo con el régimen.
En sus "Condiciones de Uso" referentes a la privacidad de datos, Facebook por lo pronto, se reserva el derecho de utilizar la información provista por sus usuarios aclarando que éstos "garantizan a Facebook una licencia no exclusiva, transferible, sub-licenciable, libre de ganancias, extensible a todo el planeta, para utilizar cualquier contenido que haya posteado en Facebook o en conección con Facebook", según se lee en dicho portal. El período de tiempo durante el cual estos datos pueden ser utilizados por Facebook o por otros portales o personas privadas no está claro. Si bien se borran al anular un perfil, permanecen en una copia en algún lugar de la red, es decir, accesibles. Facebook realizó en abril de 2009 una encuesta en la que los usuarios podían votar si estaban de acuerdo o no con el nuevo concepto de las “Condiciones de Uso”, pero sólo un 0,3 por ciento participó de la misma. Pareciera que poco les importa quién utilice sus datos y para qué fines.
“Nunca se puede estar 100 por ciento seguro”
Para Mike Liebsch, uno de los miembros del “Chaos Computer Club”, una asociación de hackers alemanes dedicados a descubrir y prevenir los baches de seguridad en la red, dicha seguridad no es más que una ilusión. Las “Firewalls”, programas que guardan las entradas y salidas de una dirección IP, es decir, de la computadora de un determinado usuario, siguen siendo muy necesarias. “Impiden que alguien pueda acceder a mi ordenador, funcionando como un cerco que bloquea la entrada”, explica Liebsch a Deutsche Welle.
El hacker de 20 años no comprende cómo la gente ingresa sin pensarlo dos veces sus datos personales en diversos portales. Hasta los programas de llamadas y chat, como el conocido “Skype”, pueden ser una puerta abierta para los ladrones de datos, según el experto. Mike Liebsch agrega que jamás abriría siquiera un correo electrónico que no estuviera codificado. “Sería como dejar la llave colgada del cerco de mi casa cuando estoy de vacaciones”, ejemplifica Liebsch.
El otro lado de la medalla se llama “estado vigilante”
Un escritor ruso y una escritora alemana abrieron la polémica sobre la vigilancia total del ciudadano, pintando un panorama oscuro para el futuro de Alemania. El libro de Ilija Trojanow y Juli Zeh se llama “Ataque a la libertad”, y en él se trata el tema de la obsesión por recolectar datos de gigantes de la red como Google, por ejemplo. Esta sería, según los autores, la forma en que la sociedad reacciona ante el peligro del terrorismo. Esto no quiere decir, explican los autores, que no exista un peligro real de atentados terroristas.
El postulado de Trojanow y Zeh es que, contra los peligros reales que nos acechan a la vuelta de la esquina, como por ejemplo el robo de datos y el fin de la posibilidad de protección o hasta de posesión de una esfera privada en nuestra vida, no nos defendemos en absoluto. Los toleramos “porque sabemos que no podemos obtener seguridad total”, afirma Trojanow. La diferencia entre el terrorismo y otros riesgos es que el primero se percibe como una amenaza. “La esencia del terrorismo es el mensaje”, dice Zeh, y continúa: “Sólo funciona cuando encuentra una masa de receptores”.
“Una persona que no tiene nada que ocultar, no es una persona libre”, advierte Trojanow. Según el escritor, los medios hoy en día existentes para vigilar al ciudadano superan ampliamente los ideados por George Orwell. “En comparación, los de Orwell son inofensivos”, opina el literato. Y advierte, tanto él como Juli Zeh, que lo que será tecnológicamente posible dentro de cinco años es inimaginable. Según ambos, es hora de actuar.
Autor: Thomas Reintjes, Sabine Oelze, Peter Stützle, Cristina Papaleo
Editora: Emilia Rojas-Sasse