Restaurantes para buitres en Nepal
1 de febrero de 2022Jeewan Magar levanta un brazo salpicado de sangre y señala a un buitre dorsiblanco bengalí que sobrevuela la zona. "A menudo oigo que la gente asocia a los buitres con la decadencia y la muerte”, dice, "pero después de pasar casi una década con estos animales, creo que son criaturas valiosas e inteligentes”.
"Si los tratas con respeto, ellos también te mostrarán respeto y cariño”, añade, mientras termina de desollar una vaca muerta.
Magar arrastra el cadáver hasta un claro del bosque y se retira a una cabaña situada a unos metros para contemplar el espectáculo. De entre las enormes ceibas estallan silbidos y chillidos, mientras un centenar de buitres desciende y se abalanza sobre su comida. Media hora más tarde, el cadáver prácticamente ha desaparecido.
Situado en Pokhara, una ciudad del valle de Gahachowk que atraviesa las estribaciones del Himalaya, este es uno de los siete "restaurantes para buitres” gestionados por la comunidad nepalí. Están contribuyendo a la recuperación en el país de un ave rapaz denostada que había sido empujada al borde de la extinción.
El veneno amenaza la supervivencia del buitre
En los años 90, las poblaciones de buitres en Nepal y en todo el subcontinente indio se hundieron. En tan solo dos décadas, cuatro de las nueve especies de buitres del subcontinente -el buitre dorsiblanco bengalí, el buitre picofino, el buitre cabecirrojo y el de pico largo- pasaron a estar en peligro crítico. Según los científicos, el diclofenaco, un antiinflamatorio que se utiliza para tratar enfermedades del ganado y que puede ser mortal para los carroñeros que se alimentan de sus cadáveres, fue probablemente el culpable de conducirlos al borde de la extinción.
El gobierno nepalí reaccionó prohibiendo el diclofenaco en 2006. Los conservacionistas, no obstante, exigieron más medidas para ayudar a las aves carroñeras.
El empresario Dhan Bahadur Chaudhary creó el primer restaurante para buitres del país en Pithauli, una pequeña aldea a las afueras del Parque Nacional de Chitwan, con la ayuda de la ONG Bird Conservation Nepal (BCN). "La idea de la reserva es garantizar que los buitres tengan la oportunidad de comer cadáveres de ganado libre de productos químicos”, dice Chaudhary.
Un final sostenible para las vacas sagradas
Al principio, la población local se mostró con recelo. Por un lado, matar ganado es ilegal en Nepal, ya que la vaca es sagrada para los hindúes y está considerada como animal nacional. "Se rumoreaba que se sacrificaban vacas para dar de comer a los buitres”, cuenta Chaudhary.
Pero en realidad, los restaurantes son una forma sostenible de deshacerse de los animales envejecidos.
En Nepal no se encuentra carne vacuna en el menú, pero los agricultores crían vacas para obtener leche y utilizan los animales para arar los campos. Los restaurantes para buitres compran a los ganaderos locales los animales envejecidos que ya no son productivos.
Es el caso del comedero de Pokhara, que abrió en 2010, cuatro años después del original de Chitwan. Aquí, las vacas pastan durante su vejez en el claro del bosque, bajo la atenta mirada de sus emplumados comensales, hasta que mueren por causas naturales.
Es entonces cuando Magar se pone a trabajar, desollando el cadáver. La piel se vende a un artesano local que fabrica productos de cuero. Asimismo, los huesos, que quedan una vez que los buitres se han saciado, se utilizan para alimentar a las aves de corral.
Los ecoturistas acuden en masa a los comederos
Además, los restaurantes de buitres tienen otros beneficios económicos, ya que no solo atraen a los propios carroñeros, sino también a turistas que pagan una pequeña cuota para ver el espectáculo.
"De este modo, los aldeanos reciben ingresos directa e indirectamente del turismo”, dice Ramesh Pokharel, miembro del comité del restaurante para buitres de Gahachowk. "Este es un gran ejemplo de cómo la gente no solo puede sobrevivir, sino prosperar y obtener beneficios mientras preserva y protege el medioambiente en el que vive”.
Chaudhary cree que esto es lo que hace especial al comedero. "Hay restaurantes de buitres en todo el mundo”, explica, "pero este está gestionado íntegramente por la comunidad local con el único fin de conservar la especie”.
Al igual que el proyecto de Chaudhary en Chitwan, otros seis restaurantes creados por BCN en todo el país están dirigidos por voluntarios locales. También miden su éxito contando el número de especies diferentes de buitres que acuden a los comederos.
Con el apoyo de organizaciones internacionales de conservación, el restaurante para buitres de Gahachowk también apoya a los apicultores locales, a las piscifactorías y a las granjas de pollos y compra bombas para regar las tierras de cultivo.
Lavado de imagen para los buitres
Estos beneficios han actualizado la imagen de un ave que los lugareños consideraban portadora de enfermedades y presagio de muerte. "Solían pensar que los buitres son criaturas feas, que comen carne muerta... La gente cree que, si se posan en el tejado de su casa, es un mal augurio para ellos”, dice Chaudhary.
Participar en su conservación ha ayudado a las comunidades a entender que, lejos de propagar infecciones, los buitres se deshacen eficazmente de la carroña que, de otro modo, podría incubar enfermedades como la rabia o el carbunco y contaminar los suministros de agua.
"La gente solía decir: ‘Oh, has estado cerca de un buitre. Son impuros, dúchate'”, dice Pokharel. "Pero ahora la mentalidad ha cambiado mucho. Nos interesa invertir en la conservación de los buitres”.
El veneno sigue siendo una amenaza
El número de buitres aumenta de forma constante, según BCN. Magar, por su parte, ha sido testigo del cambio. "Hace una década, era raro ver buitres en Gahachowk”, cuenta. "No recuerdo haber visto tantos de pequeño. Ahora solo tengo que mirar por la ventana de mi casa”.
Pero no todo ha sido coser y cantar. Hacer cumplir la prohibición del diclofenaco fue un reto, y otros antiinflamatorios legales y venenos también son una amenaza. Según medios locales, en abril de 2022 se encontraron 67 buitres muertos en Chitwan. Habían comido cadáveres de perros callejeros que habían sido envenenados.
"Incluso con la prohibición del diclofenaco, continúa la amenaza”, afirma Anisha Pokharel, bióloga conservacionista de Pokhara. Y es que, "los medicamentos que aún se utilizan, como aceclofenaco, ketoprofeno y nimesulida, también son mortales para el buitre”.
Un mayor impulso para la conservación de buitres
Según BCN, los científicos están trabajando para identificar alternativas seguras al diclofenaco que no dañen a esta especie. El año pasado, Nepal anunció planes para crear una reserva de 30.000 kilómetros cuadrados para las aves libre de diclofenaco y otros productos químicos.
Mientras tanto, se han creado restaurantes para buitres en otros países de Asia, África, Europa y Estados Unidos.
"El éxito requiere esfuerzos colectivos”, señala Pokharel. "Nepal no puede salvar sola a las aves de la extinción. Los buitres vuelan largas distancias debido a su naturaleza migratoria. Necesitamos esfuerzos internacionales coordinados para evitar que estas especies en peligro desaparezcan”, concluye.
(ar/cp)