República Centroafricana: Protección de la naturaleza
20 de diciembre de 2018Cuando Luis Arranz sale de su casa, tiene a la vista una pared verde de árboles y enredaderas. El calor es sofocante, la humedad alta. Aquí en la selva tropical de la cuenca del Congo, siempre es húmedo y cálido. En lugar de estaciones, sólo hay un cambio entre épocas de poca y mucha lluvia.
Sólo se puede salir a caminar durante el día, ya que por la noche el área pertenece a los miles de elefantes del bosque que viven aquí. Rara vez se los ve, ya que los colosos se mueven de manera casi silenciosa e invisible entre los gigantes árboles de la selva.
Los elefantes son la razón por la cual Arranz está aquí. El biólogo nacido en España en 1956 ha trabajado en conservación de la naturaleza en América Latina y África durante 38 años, muchos de ellos en estados asolados por la crisis y la guerra, como Chad y la República Democrática del Congo. Durante años, ha liderado la lucha contra la caza furtiva. Se trata de un trabajo peligroso. Arranz ya ha visto a muchos guardabosques morir a causa de las balas de los cazadores.
Sin personas como él, la naturaleza de África aún estaría peor. Ahora trabaja para la organización conservacionista Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), como administrador del parque del área protegida Dzanga-Sangha, en la República Centroafricana. Una tierra que, con sus vastas sabanas, ríos y bosques tropicales, podría ser un paraíso en el corazón de África.
Este paraíso natural se encuentra en grave peligro. La caza furtiva, la deforestación y, sobre todo, la guerra civil que se ha librado durante años, destruyen gradualmente al país y su naturaleza.
Arranz trabaja en Bayanga, una pequeña ciudad en la selva, en la frontera con Camerún y la República del Congo. Aquí, al margen del caos de la guerra, se encuentra el Área de Conservación Dzanga-Sangha, la única área protegida del país que aún permanece intacta.
Junto con las autoridades, Arranz y su gente controlan y protegen un área de más de 4000 kilómetros cuadrados de selva tropical.
Para ver: Luis Arranz, WWF: Los últimos elefantes del país están aquí
El gran claro de Dzanga Bai, especialmente, debe ser monitoreado en forma constante. Por aquí pasan siempre alrededor de 150 elefantes, que beben el agua rica en minerales. Un objetivo tentador para los cazadores furtivos.
Aunque el conflicto no tiene lugar en el área protegida, sus efectos se hacen sentir en la selva. En marzo de 2013, cazadores furtivos profesionales asaltaron Dzanga Bai. Veintiséis elefantes fueron asesinados y les arrancaron sus colmillos. Después de ello, se ha vuelto un poco más tranquilo, pero el peligro para los animales y los seres humanos es enorme.
Según Arraz, es casi imposible promover la conservación sin armas en una zona de guerra. Durante sus años en el noreste del Congo y Chad, vio morir a muchos guardabosques en la lucha contra los cazadores furtivos. Por ello, para él es importante equipar a sus guardabosques para que puedan enfrentar los rifles de asalto de los cazadores. Sin embargo, recaudar fondos para esto no es tan fácil. Los guardabosques en Dzanga-Sangha también deben ser entrenados por expertos militares, plantea Arranz.
A la sombra del pórtico de su casa en la selva tropical, explica su problema: "Todos preguntan, ¿por qué necesitas armas para proteger a los elefantes? Pero yo digo que no necesito las armas para proteger a los elefantes, sino para proteger a las personas que protegen a los elefantes. Cuando no tienen armas y se encuentran con los cazadores furtivos, entonces mueren. Muchos no lo entienden o no quieren entenderlo”.
Un país que nunca descansa
La paz es una excepción en la República Centroafricana. En Dzanga-Sangha, se mantiene gracias a la presencia armada de los Cascos Azules de la ONU. Los rebeldes se han retirado de la zona. Desde hace tiempo no se registran redadas, saqueos ni asesinatos.
En el suroeste se encuentra la única zona verde del país, en la que no hay nuevos brotes violentos. Un pequeño milagro, dada la situación en el resto del país.
La región que hoy es la República Centroafricana estuvo marcada por la violencia y la inseguridad desde siglos antes de la fundación de este Estado. En el siglo XVII, los traficantes de esclavos portugueses y holandeses llegaron desde el oeste. A ellos les siguieron desde el norte los comerciantes árabes que cazaban esclavos.
Los siglos de caza de esclavos despoblaron en gran parte la zona hasta el siglo XIX. El trauma continúa hasta hoy.
A comienzos del siglo XX, el área se convirtió en parte de la colonia del África Ecuatorial Francesa. El gobierno colonial y las sociedades privadas explotaron despiadadamente el país durante décadas. De aquí se extraían principalmente marfil, oro y maderas finas. Las sublevaciones fueron brutalmente reprimidas por el poder colonial.
En 1960, Francia dio la independencia a la República Centroafricana. En las décadas siguientes, los gobernantes se sucedieron aceleradamente, por lo general al ser derrocados por quienes serían sus sucesores.
La mayor figura de esos años fue el oficial Jean-Bédel Bokassa, quien gobernó desde 1966 hasta 1979. Estableció un sangriento régimen del terror, tolerado por el antiguo poder colonial francés, que a finales de los años sesenta comenzó la extracción sistematizada de materias primas, diamantes y uranio.
Bokassa se proclamó presidente vitalicio en 1972 y se coronó a sí mismo como Emperador del África Central el 4 de diciembre de 1977. Para su coronación se inspiró en su ídolo, Napoleón Bonaparte, sobre todo en lo fastuoso de la ceremonia. Se calcula que las celebraciones costaron casi 20 millones de euros, los cuales en parte fueron financiados por Francia, la antigua potencia colonial.
Mientras su pueblo moría de hambre, Bokassa despilfarró millones en una vida de lujo. Quienes protestaron fueron cruelmente asesinados.
A fines de 1979, el Imperio Centroafricano llegó a su fin con un violento golpe de estado, el cual fue apoyado por Francia con el despliegue de paracaidistas.
Bokassa partió a un lujoso exilio en un castillo en Francia y tras su regreso a Bangui en 1986, fue condenado a muerte, pero luego la pena fue conmutada a cadena perpetua y más tarde fue indultado. Murió en 1996.
Permanentes nuevos derrocamientos
Desde los años ochenta del siglo pasado, ha habido numerosos nuevos alzamientos y conflictos armados en el país que continúan hasta nuestros días. La antigua potencia colonial francesa continuó interviniendo en los conflictos, no tanto por razones humanitarias sino por asegurar sus bases militares en el país y el acceso sin trabas a los recursos.
En 1997, Francia retiró sus tropas y comenzó la misión 'Minurca' de los Cascos Azules de la ONU con el objetivo de mediar entre grupos rivales y proporcionar estabilidad y seguridad. A finales de 1998, se llevaron a cabo nuevas elecciones, pero no tranquilizaron la situación. Los intentos de golpe de estado marcarían los próximos años. En varias zonas del país se desataron nuevos enfrentamientos.
A mediados de 2008, finalmente parecía haber esperanzas de paz. En junio, el gobierno firmó un acuerdo de paz con varios grupos rebeldes del país. Sin embargo, el pacto duró sólo unos pocos meses. A medida que los conflictos en Sudán, Chad y el este de Uganda se extendieron a la República Centroafricana, el caos en se hizo aún mayor.
Guerra civil
En 2012, la alianza rebelde musulmana Séléka marchó desde el norte hasta la capital, Bangui. En marzo de 2013, ocuparon la capital y otras ciudades importantes, lo que dio lugar a masivas atrocidades contra la población no musulmana. El líder rebelde Michel Djotodia se autodesignó jefe de estado. Como defensa contra los Séléka, se formaron las milicias cristianas llamadas Anti-Balaka. Ambos bandos cometieron masacres de civiles de diferentes credos y el orden público en el país se desmoronó por completo.
Francia decidió intervenir nuevamente y envió tropas en marzo de 2013 a Bangui, con lo cual la situación se calmó un poco.
En 2014, regresaron los Cascos Azules de la ONU (MINUSCA). Actualmente, hay poco menos de 13.000, principalmente de países africanos y de Pakistán y Bangladés. Su objetivo es proteger a la población civil y asegurar el restablecimiento del sistema político.
Un gobierno interino llegó al poder. Entre diciembre de 2015 y marzo de 2016, se llevaron a cabo un referéndum constitucional y elecciones presidenciales y parlamentarias. Faustin Archange Touadéra se convirtió en presidente.
Sin embargo, las esperanzas de un nuevo comienzo pacífico y democrático no se han cumplido. El nuevo gobierno tiene autoridad solo en una pequeña parte del territorio. El ochenta por ciento del país está gobernado por más de una docena de grupos armados y caudillos. Estos luchan por el dominio, sobre todo por el acceso a los recursos naturales del país, y están aterrorizando a la población.
La miseria de los refugiados
"La situación en toda la República Centroafricana es completamente impredecible ... Desafortunadamente, cada vez más personas están siendo atacadas". (Donaig de Lu, UNICEF)
Donaig de Lu lleva años trabajando para el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) en la República Centroafricana. Ella es testigo de cómo especialmente los niños sufren las luchas recurrentes, las masacres y las atrocidades en todo el país. Según la Agencia de Refugiados de la ONU (ACNUR), actualmente hay más de 640,000 personas refugiadas en su propio país, lo que se conoce como PDI, desplazados internos. Otros tantos han huido a países vecinos. Alrededor de la mitad de los refugiados son niños, también en el campamento de refugiados de Kaga-Bandoro, en el noroeste del país.
Las consecuencias son dramáticas. Según UNICEF, más de 100 millones de niños en todo el mundo no van a la escuela debido a guerras y conflictos. Junto con Níger y Mali, la República Centroafricana es el peor lugar para ser niño. Prácticamente no hay oportunidades educativas.
Para ver: Las vidas de los niños en el campamento de refugiados de Kaga-Bandoro
El gobierno de Bangui no tiene el poder ni los medios para mejorar la situación de la población del país. Menos aún para la preservación de la naturaleza.
A pesar del caos en la República Centroafricana, hay personas comprometidas con la conservación de los bosques. Especialmente los pueblos BaAka y Sangha-Sangha, que han vivido durante siglos en la selva tropical y sus ríos. Si el bosque muere, su cultura morirá también. Son, en cierto modo, los guardianes de la selva que, junto con Arranz y su equipo, se ocupan de la conservación del último paraíso natural pacífico en la República Centroafricana.
El pueblo olvidado del bosque
Nadie conoce el bosque tan bien como los pueblos indígenas. Son los primeros en darse cuenta cuando hay extraños y pueden advertir a los guardabosques.
Pero el saqueo de los bosques y la discriminación constante de los BaAka por parte de la mayoría étnica Bantú amenazan su cultura. Si bien en tiempos más pacíficos siempre se han mantenido al margen de la sociedad, la guerra civil solo ha empeorado las cosas y la ayuda no llega hasta ellos.
Los BaAka vivían originalmente como un pueblo seminómada de cazadores y recolectores en los grandes bosques de la cuenca del Congo. A causa de la caza furtiva, muchas áreas forestales literalmente están vacías. Fuera de las áreas protegidas de la Cuenca del Congo, el fenómeno del "síndrome del bosque vacío" continúa propagándose. Es decir, casi no quedan animales salvajes en la selva. Además, muchos ríos están afectados por la sobrepesca.
Para poder conseguir alimento, muchas personas pescan con mosquiteras. Con ello, también son capturados los huevos de pescado y los peces más jóvenes. Esto hace que colapsen poblaciones enteras de peces, con dramáticas consecuencias para la situación nutricional.
Derechos humanos
Los pueblos indígenas del país pueden oponerse poco a la desintegración de su propia cultura. Sobre todo, les es difícil encontrar su lugar en la sociedad moderna. No solo experimentan discriminación en el acceso a la educación, también sus derechos humanos y civiles se ven limitados por el estado y la mayoría Bantú.
"Los BaAka no conocen sus derechos. Por eso estoy aquí". (Martial Yvon Amolet, abogado)
Martial Yvon Amolet tiene su oficina en Bayanga y se ocupa de los derechos de los indígenas de la zona. Siempre que tienen problemas debido a su origen, pueden contactarlo. A menudo se trata de cosas corrientes, pero también de violencia contra miembros de la minoría BaAka. El abogado es financiado con fondos de WWF. El gobierno de Bangui no tiene medios ni interés en ello. Lo mismo ocurre con la atención médica.
Crisis sanitaria
La salud también es un derecho humano, pero en las profundidades de la selva la atención médica es especialmente complicada. No existen hospitales a los que las personas puedan acceder fácilmente o costear su atención.
"La discriminación contra los BaAka y Sangha-Sangha significa también que prácticamente no hay atención médica para ellos". (Emilia Bylicka, médico)
Los BaAka y Sangha-Sangha sufren de desnutrición, malnutrición y una alta mortalidad infantil, especialmente debido a la severidad de la malaria. Aunado a ello, muchos niños padecen infecciones parasitarias y la tuberculosis cobra muchas vidas. La única clínica de los alrededores se encuentra en el pueblo de Monasao, en la selva. A menudo, sus trabajadores deben viajar durante días para visitar a los pacientes de aldeas remotas. Sin embargo, muchos niños mueren antes de los cinco años.
Rayo de esperanza para el país
Activistas BaAka y Sangha-Sangha, junto con WWF, fundaron en los últimos años una escuela en el bosque. Su objetivo es hacer comprender a los adolescentes el modo de vida de su pueblo. El grupo graba videos sobre sus vidas, hace obras de teatro y, entre tanto, también se conecta con grupos indígenas más allá de la frontera con Camerún.
En un estado desgarrado como la República Centroafricana, se necesita mucho valor para trabajar por aquellos que no son escuchados, ya sean humanos, animales o el bosque mismo. Gracias a Martial Yvon Amolet, Emilia Bylicka y Luis Arranz, existe la esperanza de que los BaAka seguirán siendo un pueblo autónomo, con su valiosa cultura tradicional, y los elefantes continuarán paseando en el futuro por Dzanga Bai.
(VD/EL)
Descargo de responsabilidad
El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, en sus siglas en inglés) ha sido acusado de violación de derechos humanos en proyectos en Asia y África. Los aspectos sobre derechos humanos han recibido hasta ahora muy poca atención en algunos proyectos de WWF. Este es el resultado de una evaluación externa realizada por la consultora de Berlín Löning – Human Rights & Responsible Business en mayo de 2019. Con el fin de aclarar las acusaciones, WWF International ha contratado a un bufete de abogados británico.
Deutsche Welle es la emisora internacional de Alemania y produce periodismo independiente en 30 idiomas. Síganos en Facebook | Twitter | YouTube |