"Reclamamos que se aplique la justicia, nada más y nada menos"
25 de julio de 2007En enero de 1978 la hermana de Judith Galarza, Leticia Galarza, fue secuestrada en México por escuadrones de la muerte. Su cuerpo nunca fue encontrado. Se estima que fue víctima de la llamada Guerra Sucia que impulsó el Gobierno mexicano contra grupos guerrilleros y la oposición durante las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado. Más de 30.000 personas fueron detenidas por motivos políticos, muchas de ellas fueron torturadas y muchas siguen desaparecidas.
Judith Galarza decidió combatir su dolor con actividad. En su oriunda Ciudad Juárez, en el norte de México, la entonces obrera fundó un comité de Derechos Humanos. Actualmente Galarza es la secretaria general de FEDEFAM, la organización latinoamericana para allegados de perseguidos políticos y desaparecidos, con sede en Venezuela. Desde hace unos años Galarza lucha especialmente por esclarecer los asesinatos de mujeres en México y en Centroamérica.
DW-WORLD: Señora Galarza, ¿qué significa para usted recibir el premio "Theodor-Häcker para la valentía política”?
Galarza: Es la primera vez que recibo un premio de esta naturaleza, y para mí significa reafirmar mi compromiso en la lucha por la verdad, la justicia y contra la impunidad (…). Sobre todo, me da la oportunidad de ratificar mi compromiso.
Cuando le entregaron el premio, ¿pensó en su hermana Leticia, que fue secuestrada hace 29 años y hasta el día de hoy no ha aparecido?
(…) Indudablemente, mi trabajo siempre ha estado inspirado por el gran amor que siento por mi hermana, para que aparezca.
Usted misma ha dicho que con el secuestro de su hermana empezó su lucha por los Derechos Humanos, ¿cómo cambió su vida en enero de 1978?
Fue básicamente preguntando por qué se la llevaron, quién, adónde, qué hicieron con ella y quiénes son los responsables y en la medida en que íbamos profundizando en la investigación de cuál era el verdadero objetivo de la desaparición forzada, dónde se habían iniciado, qué instrumentos internacionales existían entonces y existen ahora para evitar este delito de lesa humanidad. Pero también es muy importante el hecho de que no fue un trabajo individual, sino colectivo. Son muchos los hombres y mujeres, organizaciones y parlamentarios los que, aún sin tener ningún problema de esta naturaleza, están muy comprometidos y nos han apoyado para seguir en esta lucha tan difícil.
¿Había momentos en los que quería dejar de luchar?
Por supuesto. Cuando me incorporé a este trabajo no tenía la misma conciencia que hoy; me retiraba durante meses, pero luego reflexionaba y me daba cuenta de que no podía permanecer indiferente, ni esconderme, ni permanecer ajena a la realidad. Si no quería que esto volviera a suceder, nosotros teníamos que seguir trabajando. Porque yo tenía hijos, ahora tengo nietos, y no quiero que los secuestren en el futuro.
Menciona a sus hijos. Leí que una vez un policía le dijo a su hijo que se cuide, porque sino le puede pasar algo. ¿Son así las amenazas en la calle contra su persona o de su familia?
A lo largo de mi trabajo las amenazas han sido diversas. Estuve en la cárcel varias veces simplemente por repartir volantes; nos han golpeado… Pero como nosotros fundamentábamos que mejor nos encarcelaran por pedir que nos devolvieran a nuestros hermanos, era muy complicado dejarnos presos. No fue así con otros compañeros que sufrieron secuestros, torturas o asesinatos. Una vez, estando yo en una protesta contra (el expresidente Carlos) Salinas de Gortari, un miembro de la guardia del presidente amenazó a mi hijo delante de mí diciéndole que le podía pasar algo, que se cuidase.
Usted dice que el miedo siempre está presente, por eso hay que canalizarlo, en lugar de quedarse paralizado. ¿Cómo se consigue eso?
Indudablemente, a lo largo de todos los años de trabajo, nosotros hemos visto cómo efectivamente la tortura, las desapariciones y amenazas, todos estos métodos sirven para intimidarnos, para atemorizarnos, y de hecho lo han conseguido en muchas personas, que se han retirado. A uno le embarga el miedo y entonces le paraliza, ya no puede reaccionar. El miedo es normal, pero si uno lo canaliza y lo educa, puede seguir trabajando.
Seguir trabajando es una buena expresión… En los últimos años usted ha venido criticando al Gobierno y la justicia en México, por los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, ¿nos puede explicar en pocas palabras qué está ocurriendo ahí?
Nosotros hemos denunciado que los asesinatos, los encarcelamientos, las desapariciones, la tortura no se inician en el 1993, sino que es a partir de entonces cuando empezamos a documentarlos. Pero estos casos ya comenzaron a ocurrir en mi país en los años 60, y no sólo contra hombres, sino también contra mujeres. Éstos fueron acontecimientos generalizados en todo México y también en toda América Latina. Después, nosotros continuamos con nuestro trabajo y vimos un fenómeno similar en la frontera con Estados Unidos. A partir de 1993 diversas organizaciones pro DD.HH. nos unimos para documentar los asesinatos y la violencia contra mujeres. Hemos demostrado que existen varias características; una de ellas es que Cuidad Juárez se conoce actualmente por haber desplazado los carteles de la droga de países como Colombia, entre otros, y por que el cartel de Ciudad Juárez es muy poderoso. Además la industria maquiladora y ensambladora que tenemos a lo largo de la frontera, con 2500 industrias maquiladoras, da trabajo a más de un millón de hombres y mujeres, sobr e todo a mujeres, que ascienden al 70%. Yo trabajé allí entre el 72 y el 85, cuando me despidieron. Estas fábricas son la esclavitud moderna; allí ocurren tantas graves violaciones a los DD. HH. En sí, se trata del prototipo de un modelo (económico) neoliberal, en el que las empresas lo permiten todo y en el que las instituciones mexicanas no velan por los derechos de los trabajadores ni de las mujeres.
¿Qué reclama?
Reclamamos que se aplique la justicia, nada más y nada menos, que se respeten los derechos humanos y laborales. Que, si realmente el presidente Felipe Calderón habla de una lucha contra el narcotráfico, de verdad se investiguen estos crímenes, ya que, de acuerdo a lo que dijo la ex comisionada Guadalupe Morfín, un tercio de los asesinatos de mujeres, que fueron más de 400, está ligado al narcotráfico y la trata de blancas. Pero la lucha es constante, ahora tenemos dos nuevos desaparecidos que fueron secuestrados en Oaxaca el 25 de mayo: el señor Raimundo Rivera Bravo y el señor Raimundo Reyes Anaya. Se trata de dos campesinos y todavía no han sido presentados. Ésta es una lucha constante y nosotros seguiremos aquí hasta que realmente se cumplan en general los Derechos Humanos.
¿Podría ayudar en estos casos la Comunidad Europea o Alemania?
Sí. Tenemos conocimiento de una propuesta que está haciendo uno de los diputados del Parlamento Europeo, en la que hay una recomendación para que dentro de los términos de intercambio comercial se contemple que verdaderamente no exista impunidad en los asesinatos de mujeres y que se nombre una comisión que vele por el cumplimiento de esta propuesta y de estos acuerdos. Esperamos que los demás diputados se sumen. Porque, reitero, que cada vez que alguien felicita al Gobierno mexicano por los avances en este campo, digamos que se convierte en un cómplice y contribuye a que la impunidad predomine y que no se investiguen los casos a fondo. Nosotros estamos totalmente convencidos de que la solidaridad internacional es fundamental para que nos apoyen a exigir justicia al Gobierno mexicano.
Señora Galarza, ¿cuándo termina su lucha, cuando encuentre a su hermana Leticia?
No. Si bien es cierto que yo hice una promesa de que cuando la encontrase me retiraría, porque al principio no entendía mucho, hoy, aún apareciendo mi hermana, difícilmente dejaría este compromiso. Prácticamente es mi vida y me siento muy contenta con todos los logros que hemos cosechados como familiares y como federación. Creo que he aprendido mucho y que no me puedo quedar con todos estos conocimientos. Para nosotros es fundamental compartir e intercambiar saberes.