Reality farsa
2 de junio de 2007Todo era una farsa. O acaso una escenificación, dirían los organizadores. El gran show del donante, serie holandesa que causó un enorme revuelo en la última semana, ha quedado exhibida: la protagonista "Lisa", supuesta enferma en fase terminal, era una actriz contratada por la emisora televisiva BNN.
La trama continúa
Toda la dramaturgia del programa se vino abajo. Pero no es una derrota, al menos en el guión que productores y personajes, aún después de cerrado el telón, siguen interpretando. El moderador Patrick Lodiers reconoció públicamente anoche: "No pondremos ningún riñón a disposición de nadie. Eso sería para nosotros ir demasiado lejos". Y casi en seguida presentó al show como una enorme obra de caridad.
"Lo que pretendimos fue poner al problema de la donación de órganos en el centro de la discusión. Y funcionó", dijo. Quizá no. Porque en adelante, la sombra de la duda, ese velo que cientos de millones de personas habían preferido no quitarse de los ojos en aras de conservar la excitación televisiva, en lo sucesivo acompañará a cada nueva emisión; cuanto más exagerada sea ésta, más sospechosa resultará.
El público, esa fiera insaciable de emociones, no quería ver la televisión sino vivirla: traspasar la frontera final, vulnerar la pantalla, meterse en la vida de "los que salen en la tele", afectar su destino, participar de su éxito o condenarlos activamente al fracaso de la "nominación".
Nada de ello tiene sentido si lo que aparece –o por lo menos lo fundamental- no ocurre en la realidad. Ése era el decálogo de Endemol, que impuso los cánones a seguir y al que no debe confundirse con BNN. Por eso, lo sucedido en Holanda no puso de manifiesto otra cosa más que la crisis acaso endémica (¿endemólica?) que vive el reality show.
Modelo en crisis
El género, en su momento, fue sumamente útil: para mantener viva a la televisión en medio de la competencia con internet, para bajar los enormes costos de producción contratando a personas "normales" en vez de carísimos artistas, para endiosar al rating explotando el morbo, y, sobre todo, para crear lo que parecía imposible: nuevos modelos de comercialización.
Desde entonces hemos visto a hombres infieles ser confrontados "en el acto" por sus esposas (Cheaters), a ambiciosos yuppies ser humillados y ofendidos por Donald Trump (The apprentice), o a niñas aristócratas que son obligadas a cambiar pañales (The simple life).
En Alemania, hermosísimas chicas han competido por jugosos contratos de modelaje (Germany's next top model), caricaturescos personajes han chocado y regalado autos clásicos (Die Ludolfs), y aspirantes a artistas han dejado en claro hasta dónde son capaces de llegar para volverse famosos (Deutschland sucht ein Superstar). Así que, ¿qué es exactamente "demasiado lejos"?
De Mol, el visionario
Al parecer nadie contaba con la inagotable voracidad del público. Bastaron tres temporadas para que Big Brother saturara de tal modo a los mexicanos, que desde hace años la serie está congelada. Ahí también se descubrió que los protagonistas no eran personas comunes y corrientes, sino que la mayoría estaban ligados de una u otra forma al mundo del espectáculo.
En MTV, el rapero Flavor Flav convivió meses enteros y en el más amplio sentido de la palabra con 20 candidatas a convertirse en su esposa. Una semana después de la decisión final, él y su prometida, Hoopz, anunciaron su rompimiento también en vivo y en directo. Todo sea por amor a la cuota.
Pero nunca como anoche se había reconocido la mentira. ¿El fin del reality show? Quizá no, pero sí un parteaguas, con todas las consecuencias financieras involucradas. Curiosamente, el único que pareció verlo de antemano fue el propio John de Mol: semanas antes de El gran show del donante, y aún sin estar relacionado con este programa, vendió a Silvio Berlusconi su emblemática empresa productora, la mencionada Endemol. ¿O acaso veremos a ambos acusándose de fraude frente a una cámara de televisión?