"Rara", Gran Premio de sección en la Berlinale
14 de febrero de 2016"Hay lugares en el mundo en donde la homosexualidad es todavía considerada una ofensa criminal y espero que este premio sirva para escuchar las voces que se oponen con un tono cada vez más alto contra esto", dijo la directora al enterarse del galardón. "Rara" está inspirada en el caso de la jueza Karen Atala, quien en 2003 perdió la custodia de sus hijas por vivir con su pareja lesbiana. La cinta narra los sucesos desde la perspectiva de una niña de trece años que vive en un entorno familiar diferente y ella misma se encuentra en transformación.
Sara (Julia Lübbert) vive con su hermana Cata (Emilia Ossandón), su madre Paula (Mariana Loyola) y la nueva pareja de ésta, Lía (Agustina Muñoz). Las cuatro conforman una familia como cualquier otra; sin embargo a Sara algo le incomoda el hecho de tener dos mamás. Pero además ella misma se siente insegura ante los desafíos de la adolescencia. Las quejas de la joven son aprovechadas por Víctor, su padre (Daniel Muñoz), que acaba quitándole a su ex mujer la custodia de sus hijas, argumentando que dos mujeres no pueden proporcionarle el mejor entorno a las niñas.
Nacida en Curico, al sur de Santiago, la cineasta Pepa San Martín debutó en la Berlinale de 2011 con su cortometraje “La Ducha”, con el que ganó el premio de la DAAD –el servicio alemán de intercambio académico–, que le financió una residencia creativa de tres meses en la capital alemana, en donde realizó el corto experimental “Gleisdreieck” en 2012. Escuchar las risas de los espectadores durante el estreno y luego el aplauso del público fue, a sus oídos, un estímulo para seguir haciendo cine. Deutsche Welle habló con la cineasta antes de conocerse el galardón.
Deutsche Welle: ¿Cuál fue el detonante para hacer esta película?
Pepa San Martín: Siempre me ha interesado el tema de los derechos humanos y las desigualdades; soy lesbiana y hablo de mi realidad. El caso de una juez a la que le quitaron la custodia de sus hijos por ser lesbiana fue muy sonado en Chile. Yo veía que la gente leía el titular en los diarios y pasaba la página. Yo pensaba: “¿Qué está pasando? No tomamos conciencia de lo que estamos haciendo como sociedad”. Ahí comenzó mi seguimiento de este caso, y comencé a buscar otros. Cuando estuve en Berlín, en la residencia del DAAD, muchos me preguntaban cuál sería mi película. Y me di cuenta de que eso era lo que yo quería hacer.
¿En Berlín comenzó el proyecto?
Aquí, en Berlín, comencé a escribir el guión, pero me di cuenta de que no quería una película sobre tribunales, abogados y leyes. Me di cuenta de que lo que me interesaba era la perspectiva de la hija, de cómo lo habrían vivido ellas. Así empezó a desarrollarse la película.
¿Hay elementos autobiográficos en la película?
Sí, pero básicamente parto del hecho de que no hay ser humano en la Tierra que no se haya sentido raro alguna vez y eso pasa mucho en la pre-adolescencia, cuando tu cáscara se rompe y sales al mundo, y tienes que asumir la familia que tienes, donde vives, lo que haces, el cómo es tu hermana, tu madre, tu padre. Es un proceso crucial en la vida de cualquier persona.
Las niñas que protagonizan la película reflejan esa particular etapa de la vida. ¿Cómo fue el proceso para elegir a estas actrices tan jóvenes?
Yo sabía que la base del proyecto –el factor del cual dependía que nos fuera bien o no– eran ellas: las niñas. Si no hubiéramos contado con unas chicas que nos permitieran “llegarle” al público, la película sería un fracaso; independientemente de que tuviéramos un guión maravilloso, una cámara preciosa y locaciones estupendas. Por eso le dedicamos tiempo a la búsqueda. El casting lo hice yo y me pasé por muchos colegios de Santiago haciendo audiciones. La protagonista llegó atrasada a una de ellas. Cuando entró con una sonrisa, disculpándose por el retraso y diciéndome “soy Julia Lübbert”, supe de inmediato que ella era la niña apropiada para el rol. Trabajé con dos chicas de la edad de Julia y otras dos de la edad de Cata e hice un taller de tres meses con ellas. Más que leer el guión, fuimos de paseo, a la piscina, al zoológico y establecimos una relación.
Las películas de su país que han pasado por aquí dejan en el aire la impresión de que la sociedad chilena es bastante liberal… ¿Como la percibe usted?
La sociedad argentina lo es más. Nosotros somos un poco más pacatos, pero creo que la sociedad chilena es menos mojigata que su clase política. La sociedad está cambiando más rápido, pero somos un país que todavía no tiene una ley sobre el aborto, somos el último país en tener una ley sobre el divorcio, la Iglesia Católica sigue siendo partícipe de las decisiones importantes del país... Chile va en camino, pero todavía le tiene miedo a los cambios; tenemos una dictadura históricamente muy cerca. Somos hijos de la dictadura y eso se siente. Por eso me gustan las películas con niños, en ellos está la esperanza de los cambios profundos en la sociedad.
Las mujeres se encuentran aún muy rezagadas en lo que respecta a sus reivindicaciones sociales, y no solamente en lo que respecta a las lesbianas, ¿no cree?
Todavía tenemos una gran lucha por delante. Seguimos ganando menos dinero que los hombres aún cuando hacemos el mismo trabajo, por ejemplo. En términos de género, si se mira a la Berlinale o a cualquier otro festival de cine, siempre vamos a ver que hay menos mujeres presentes que hombres. Nos queda un gran camino por recorrer por la igualdad verdadera. En Chile, las mujeres apenas empezamos a votar en los años cincuenta. Mi abuela no votaba. Estamos avanzando, pero nos faltan un montón de derechos nuevos y cuestiones que hay que volver a poner sobre la mesa.