El papel de Brasil en la lucha contra el cambio climático
2 de diciembre de 2019Brasil es el séptimo mayor productor de gases de efecto invernadero en el mundo. Sin embargo, las propuestas que la delegación brasileña tiene para ofrecer en la COP25, en Madrid, son un misterio, incluso para los entendidos del tema.
Tasso Azevedo, uno de los principales expertos en asuntos climáticos de Brasil, cree que es probable que el país busque mejoras en el comercio de certificados de carbono. ¿Pero qué más?
"En cualquier caso, Brasil perdió el ambicioso papel de liderazgo que venía desempeñando desde la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo celebrada en Río de Janeiro en 1992", dice Azevedo en una entrevista con DW.
"Brasil tenía tanto las condiciones como la actitud de ser protagonista, para tomar un impulso y ser más ambicioso en los objetivos climáticos. Pero por el momento perdimos esas ambiciones", agrega.
Se suponía que la COP25 tendría lugar en Brasil, pero el presidente Jair Bolsonaro canceló el evento a finales de 2018. Su desconfianza hacia las instituciones globales le hace coquetear con la idea de abandonar el Acuerdo de París sobre el cambio climático. Además, debilitó el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) debido a estadísticas de deforestación supuestamente manipuladas; y recortó fondos para programas de protección climática.
Las consecuencias son obvias. Los objetivos establecidos para 2020 en la cumbre del clima de Copenhague en 2009 serán solo parcialmente cumplidos por Brasil, advierte Azevedo. La producción total de CO2, como se anunció, será de aproximadamente dos gigatoneladas, y se alcanzará la meta del 45 por ciento de energía limpia.
Pero en cuanto a reforestación y deforestación, la cosa es diferente. Esta última debería reducirse en un 80 por ciento en comparación con el promedio del periodo 1996-2005. Es decir, para 2020, la deforestación debería ser de 3.900 kilómetros cuadrados por año como máximo. Un objetivo que está lejos de alcanzarse. Desde agosto de 2018 hasta julio de 2019, se deforestaron 9.762 kilómetros cuadrados. Y de agosto a octubre de este año, ya se ha deforestado lo que se estimó para el período hasta julio de 2020.
"No vamos a alcanzar el objetivo de deforestación para 2020 por una gran diferencia", opina Azevedo. La promesa hecha en París de reducir la deforestación ilegal en la Amazonía a cero para 2030 también está amenazada, alertó el especialista. "Hoy, el 90 por ciento de la deforestación es ilegal".
El gobierno está haciendo todo lo posible para revertir el progreso alcanzado en los últimos 30 años, indica Sérgio Leitão, del think-tank ecológico Instituto Escolhas, a DW. De hecho, en lugar de proteger las reservas naturales e indígenas, como se acostumbraba, se está haciendo lo contrario. "Actualmente le estamos enviando la señal al mundo de que somos los villanos. No queremos ser vistos como un país progresista".
"La balanza energética brasileña es limpia"
Pero, aun así, Brasil tiene buenos resultados. Por ejemplo, el 47 por ciento de la energía producida en el país proviene de fuentes limpias, mientras que el 85 por ciento de la energía eléctrica proviene de fuentes renovables. Son estadísticas de vanguardia en términos globales. "La balanza energética brasileña es limpia", dice Leitão.
"Pero se corre el riesgo de emitir cada vez más gases de efecto invernadero, a causa de un mayor uso de gas en la matriz eléctrica", detalla. El gobierno planea aumentar considerablemente la proporción de gas de su propia producción en alta mar. "Si esto sucede, el gas bloqueará el crecimiento de la energía eólica, solar y de biomasa", advierte el experto.
El Instituto Escolhas estima que en los próximos 15 años Brasil podría generar un 68 por ciento más de energía eólica, solar y de biomasa sin incurrir en costos adicionales para el sector energético. De esta manera, estas fuentes serían responsables del 40 por ciento de la energía. "Para eso, debemos dejar muy claro que la apuesta de Brasil está en las fuentes renovables, y no en las fuentes ligadas a los combustibles fósiles".
Azevedo destaca la generación de energía limpia, que el año pasado logró reducir sus emisiones una vez más en un 5 por ciento, con lo que llegó a 407 millones de toneladas de CO2. "En el caso de la energía eléctrica, Brasil no tiene paragón. Entre las principales economías, Brasil es ciertamente un ejemplo", asevera.
En los últimos diez años, Brasil ha estado entre los tres principales países en términos de inversión en energía eólica, que el año pasado superó por primera vez a las plantas de combustibles fósiles, con una participación del 10 por ciento en la generación de energía. Azevedo señala que aunque la energía solar todavía está en pañales, hay avances en el sector.
"Producir protegiendo y no producir destruyendo"
El talón de Aquiles brasileño es el uso agrícola de las tierras, que representa el 70 por ciento de las emisiones, la mayoría de ellas (845 millones de toneladas de CO2) a través de la deforestación. Si esto se redujera a cero, Brasil podría reducir sus emisiones en un 44 por ciento, lo que corresponde a lo que la industria y el sector eléctrico emiten juntos.
Además, no es necesario talar nuevas áreas, según Leitão. Actualmente, en promedio, menos de una cabeza de ganado ocupa una hectárea de pasto y millones de hectáreas de tierra están vacías. Un gran espacio para una agricultura más eficiente. "Necesitamos mostrarle al mundo que nuestra vocación es producir protegiendo y no producir destruyendo".
"Desafortunadamente, el gobierno brasileño va en contra de esta posibilidad, al decir que la deforestación es la condición para que el país continúe creciendo económicamente, aumentando su producción", dice Leitão.
"Un problema fundamental es que en el gobierno hay muchos escépticos sobre el cambio climático", cree Azevedo. Espera que, como en Estados Unidos, vengan importantes impulsos de los gobiernos locales, la sociedad civil y las empresas. "A estos les gustaría ver un Brasil más proactivo".
(rr/ers)
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