¿Quién y por qué se arma en América Latina?
7 de marzo de 2017Para resumir la evolución de armamentismo en América Latina en años recientes, bastaría con citar a Ramón de Campoamor: "Todo es según el color del cristal con que se mira”. Y es que las cifras en torno a este tema dejan lugar a conclusiones diversas. Según el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI), el gasto militar decreció en 2015 un 2,9 por ciento para ubicarse en 67.000 millones de dólares. Tan solo en Sudamérica, el gasto militar absoluto en millones de dólares decreció cuatro por ciento, dice el reporte anual del SIPRI correspondiente a 2016.
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Más interesante como indicador de desarrollo es el análisis del porcentaje que el gasto militar representa en relación con el Producto Interno Bruto de cada país. Desde esta perspectiva, analizada por el Banco Mundial, Colombia ocupa el lugar más alto de América Latina al destinar 3,38 por ciento de su PIB al gasto militar, seguido por Ecuador (2,7 por ciento) y Chile (1,9 por ciento). Argentina ocupa en este rubro 0,87 por ciento de su PIB, Bolivia 1,62 por ciento, Guatemala 0,43 por ciento, México 0,67 por ciento y Venezuela 1,156 por ciento (cifra de 2014).
Comparativo de ejércitos
La situación vuelve a cambiar cuando se trata de evaluar la capacidad militar de cada país, como lo hizo el Global Firepower Index (GFI) tomando en cuenta 50 factores demográficos y otros relacionados con la capacidad militar de los ejércitos latinoamericanos. La lista de los ejércitos más poderosos del mundo la encabezan, según este reporte, Estados Unidos, Rusia, China e India. La mayor potencia militar de América Latina es, según el GFI, Brasil, cuyas fuerzas armadas ocupan el sitio 15 entre las más poderosas del mundo. Ese país cuenta con 486 tanques, 735 aviones militares (43 de ellos de combate), 251 helicópteros (12 de combate) y cinco submarinos, entre otros pertrechos. El índice, sin embargo, no solo toma en cuenta el número de armas sino la cantidad real y potencial de soldados y reservistas.
El ejército de México sigue en el escalafón latinoamericano, ocupando el lugar 31 mundial de acuerdo con el GFI. Cuenta con 695 vehículos armados de combate, seis aviones de combate y 189 helicópteros (ninguno de combate). Las fuerzas armadas mexicanas no cuentan con tanques ni submarinos, según el documento.
En el lugar 35 entre los ejércitos del mundo está el de Argentina y poco más abajo, en el 40 y 41, los de Perú y Colombia.
El GFI no contabiliza directamente la capacidad nuclear de cada país, aunque sí toma en cuenta como referencia la situación de cada uno a este respecto.
Compra de armas
El volumen absoluto de compra de armas (que es distinto al gasto militar) por parte de los diferentes países constituye otra manera de evaluar el armamentismo en América Latina. Ninguno de los países de la región figura entre los primeros diez importadores de armas pesadas del mundo. Los primeros cinco son India, Arabia Saudí, China, la Unión de Emiratos Árabes y Australia.
Pero eso no significa que no haya habido movimientos significativos. Volviendo a utilizar cifras del Banco Mundial y del SIPRI, México aumentó sus importaciones generales de armas, de 261 millones de dólares en 2012, a 500 millones de dólares en 2015. Brasil, por su parte, dio un paso contrastante: alcanzó en 2001 un volumen de importación de armas de 626 millones de dólares y para 2015 ese nivel bajó hasta 289 millones de dólares. Desde hace años, Brasil es uno de los mayores exportadores de armas ligeras en todo el mundo, de acuerdo con la organización especializada Small Arms Survey.
Ninguno de los informes citados se ocupa de una quinta dimensión del armamentismo en América Latina, que merecería análisis aparte: el comercio y tráfico legal de armas, fenómeno opaco pero de impacto visible en algunas sociedades de la región.
En la siguiente página: el caso de Colombia, visto por un especialista
Colombia: ¿paz con las mismas armas?
Aún está por verse si los procesos de paz con las FARC y el ELN inciden mayormente en la política pública de Colombia sobre el gasto militar. Por lo pronto, los gastos militares tienden a crecer, afirma a DW desde ese país Manfred Grautoff, especialista en temas de seguridad y defensa.
"Las amenazas de seguridad han mutado a otras nuevas expresiones, como son las bandas criminales, o neoparamiltarismo, como se les denomina en términos académicos", dice el también director general de la consultoría Geostrategy. "Estas estructuras se están aliando con sus antiguos enemigos, es decir disidencias de las FARC y el ELN, para obtener el control territorial de zonas que se encontraban bajo influencia de la guerrilla."
No obstante, dice, el gasto militar colombiano no necesariamente se refleja en mayor número de armas: "El gasto en defensa y seguridad crece, pero bajo un supuesto de realizar una recomposición del mismo. Es decir, en lugar de seguir aumentando el número de tropa con las implicaciones fiscales que esto trae, se están destinado los recursos a la inversión en tecnología del material bélico, como son los drones en el caso de la Fuerza Aérea, semi-sumergibles en la Armada (indispensables en la lucha contra el tráfico de drogas ilícitas) y fortalecimiento de la inteligencia, además de profesionalización de la Policía y el Ejercito."
En resumen, el proceso de paz en Colombia "cambió el escenario estratégico: ahora Colombia busca fuerzas militares de menor tamaño en hombres, pero más eficientes a través del desarrollo tecnológico y una mejor formación del componente humano, que permita enfrentar las nuevas amenazas del posconflicto."
Petróleo y otros factores
En cuanto al descenso en el gasto militar en toda América Latina, Grautoff considera que en esencia obedece a la crisis en los precios del petróleo. Además menciona otros dos factores: "El primero es el cambio de tendencia ideológica en toda la región; así, los nuevos gobiernos proclives a reducir la intervención del Estado, pueden recortar este rubro sobre la base de controlar los déficits fiscales de naciones que fueron gobernadas por gobiernos de corte populista. La segunda razón es que los conflictos internos son escasos, así los dilemas de seguridad frente a otros Estados, están en una situación de equilibrio. Por lo tanto, no hay motivo para soportar grandes aparatos castrenses", indica el especialista.