¿Quién tiene el poder sobre nuestros alimentos?
10 de enero de 2017“Ya es hora de que no solo nos interesemos por lo que está en el plato”, aparece publicado este martes en el Konzernatlas 2017, un informe global sobre los consorcios mundiales, realizado por la Fundación Heinrich Böll junto con la Fundación Rosa Luxemburg, la Organización Alemana para laProtección del Medio Ambiente y de la Naturaleza (BUND), Germanwatch, Oxfam y Le Monde Diplomatique.
El desarrollo del sector alimenticio y agrícola nos afecta a todos, pero más aún a los miembros más débiles de la cadena de suministro: los campesinos y trabajadores de los países en vías de desarrollo y emergentes, incapaces de reaccionar al poder de los consorcios. Las empresas son cada vez más grandes debido a las fusiones. Desde 2015 tuvieron lugar 15 megafusiones, sobre todo, en el sector agrario y alimenticio.
En el sector agrícola global, siete empresas determinan la producción mundial de pesticidas y semillas. A finales de 2017, la situación cambiará, dice Barbara Unmüßig, presidenta de la Fundación Heinrich Böll, "vemos que ya no tendremos que ver con oligopolios, sino con tres grandes monopolios”, explica. El consorcio alemán Bayer pretende adquirir Monsanto y convertirse así en el mayor fabricante de químicos agrarios del mundo. Las multinacionales estadounidenses DuPont y Dow Chemical quieren fusionarse, y ChemChina quiere adquirir el consorcio suizo Syngenta. En el sector de los pesticidas y semillas, siete empresas se reducirán a 3, las cuales dominarán el 60% del mercado mundial.
Cuatro multinacionales negocian sobre el mundo
Una vez se hayan cosechado el trigo, el maíz y la soja, entran en el juego cuatro consorcios de exportación e importación de materias primas agrarias. Según la publicación alemana, Archer Daniels Midland, Bunge, Cargill y la holandesa Louis Dreyfus Company dominan el mercado. Son las encargadas de comerciar, transportar y elaborar las materias primas. Poseen una cuota de mercado mundial del 70%. Estos están muy bien informados sobre las cosechas, los precios, las fluctuaciones de las monedas, las informaciones climatológicas y la situación política global. Envían sus baratas materias primas a grandes consorcios, como Unilever, Nestlé, Heinz, Mars, Kellogg´s y Tschibo. Todos son clientes de un solo comerciante agrario de Singapur, OLAM.
La revolución de los supermercados
Nestlé y Co. pertenecen a los grandes proveedores de las grandes cadenas de supermercados. "En Alemania, cuatro cadenas de supermercados cubren el 85% de la venta minorista de alimentos, dice Marita Wiggertale, de OXFAM. "Estas cadenas tienen una función similar a la de un guardián de local, porque determinan quiénes y cómo se producen los alimentos y cuáles estarán en las estanterías”, añade.
Cuanto mayor sea su cuota de mercado, más poder tienen para dictar precios y condiciones a sus proveedores. En consecuencia, también aumenta la presión sobre las empresas proveedoras, que pagan para que sus productos estén ubicados en las estanterías. Esta presión se extiende también a los productores, quienes trabajan más horas y cobran menos, como se puede leer en el Atlaskonzern 2017. La revolución de los supermercados funciona a expensas de las tiendas y mercados tradicionales.
No se acaba el hambre en el mundo
Muchos consorcios alimenticios declaran que luchan contra el hambre mundial a través del aumento de la producción alimenticia: "La productividad de las tierras cultivables de hecho no ha aumentado, pero sí se está destruyendo la fertilidad del suelo por fertilizar en exceso y los monocultivos”, critica Unmüßig. "Cada año perdemos 12 millones de hectáreas de suelo fértil que se podrían invertir en seguridad alimentaria”, añade.
El hecho de que haya casi 800 millones de personas desnutridas en el planeta no tiene que ver con la escasez de alimentos, sino es fundamentalmente un problema de repartición de estos. Las cadenas industriales de alimentos de hecho han agudizado el problema en vez de solucionarlo, se asegura en el Atlaskonzern 2017.