Quito, la sede de Hábitat III
No son pocos los desafíos que Quito tiene por delante si quiere llegar como ciudad resiliente al 2030, la frontera de la Nueva Agenda Urbana.
Dando la espalda al sur
El Panecillo, una elevación en pleno centro de Quito, divide la ciudad en un norte moderno, que concentra la actividad económica y cultural de la capital; y un sur pobre, en parte sin servicios urbanos. Los residentes del norte van muy poco al sur y buena parte de los habitantes del sur tienen su actividad económica en el norte. Mientras el norte tiene 75 habitantes por hectárea, el sur tiene 150.
Pérdida de zonas rurales y agrícolas
El sector de la construcción ha crecido significativamente en la última década. Quito y Guayaquil concentran más de la mitad de las viviendas que se construyen en el país. La expansión de la ciudad se ha dado hacia sus valles, que hace 30 años eran zonas rurales y agrícolas.
Demasiados automóviles
Hay 3.000 kilómetros de infraestructura vial que tienen capacidad para 290.000 vehículos, pero existen cerca de medio millón. Desde el 2010 existe la regulación “pico y placa”: a horas punta, determinados número de matrícula no pueden circular, rotativamente. La circulación y la falta de espacios para el aparcamiento suponen un auténtico quebradero de cabeza para los habitantes de la ciudad.
Recursos para conservar el Patrimonio
Aunque el centro histórico de Quito fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1978, con la expansión de la ciudad hacia el norte, en los años 30 comenzó su deterioro. El comercio ambulante y la delincuencia imperaron en la zona hasta que en 1997 comenzó un programa de restauración. El presupuesto anual actual es de 24 millones de dólares.
Erosión y sequía
El premiado edificio sede la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) está emplazado en un lugar emblemático, la “Mitad del Mundo”, por donde pasa la línea equinoccial o Ecuador. El entorno es árido. La erosión, la tala, la sequía y las canteras representan un grave problema para Quito.
Difícultades de movilidad
La creación de dos terminales terrestres para el tráfico interprovincial y de la línea del trolebus han sido intentos para descongestionar el agobiante tráfico del centro de Quito. Solo en 2014, de la terminal de Quitumbe salieron 64 millones de pasajeros. Aunque el trolebús funciona las 24 horas, su capacidad está agotada.
El latente peligro de los volcanes
En un día despejado se puede divisar desde Quito el Pichincha, el volcán a cuyas faldas creció la ciudad; el Cotopaxi, más al sur, el Cayambe, los Ilinizas. La actividad volcánica tanto del Pichincha como del Cotopaxi genera incertidumbre. Los programas de prevención y protección para la ciudadanía en caso de erupción son un imperativo.
Aeropuertos peligrosos
El acelerado crecimiento de la ciudad en la década de 1960 y 1970 dejó al aeropuerto Mariscal Sucre en el medio de centros poblados. Varios accidentes subrayaron su inviablidad. En 2013 se inauguró el nuevo aeropuerto en Tababela a 40 kilómetros del centro de la ciudad. Pero el microclima del valle -su neblna, sus vientos- impiden, a menudo, los aterrizajes. Se están buscando alternativas.
La amenaza constante del siguiente sismo
Aunque el epicentro no fue Quito, el sismo del 16 de abril hizo evidente que Ecuador debe asumir su tarea de construir anti sísimicamente. Al estar cerca al Cinturón de Fuego del Pacífico y por las fallas geológicas en el propio callejón interandino, el nivel de sismicidad de Quito es muy alto. Las construcciones deben ser revisadas o reforzadas y los emplazamientos regulados por zonas de riesgo.
Más de la mitad población, asaltada
La inseguridad ciudadana es otro de los problemas de la capital de Ecuador. Entre el 51% de la población afirma haber sido víctima de un atraco en la calle, el 8% en su domicilio, 6% con violencia. En la calle y en los transportes públicos se registran muchos atracos. Las autoridades se esfuerzan por “sanear” barrios y desarticular bandas de ladrones.
No son pocos los desafíos que Quito tiene por delante: conservar su patrimonio cultural, adecuar sus construcciones al riesgo sísmico, gestionar la actividad volcánica, controlar su parque automotor e integrar las periferias a la vida urbana cuidando de no extenderse demasiado a lo largo.