Putin y el temor de los rusos al caos
12 de marzo de 2018La gestualidad y el lenguaje corporal de Vladímir Putin han dejado entrever lo poco que él disfruta las campañas electorales, pero, en la de este año, su entusiasmo parece haber alcanzado su punto más bajo. Es poco probable que eso se deba a los estragos de la edad. Aunque Putin ha sido el líder de facto de la Federación Rusa durante los últimos dieciocho años, él no da la impresión de estar cansado; en enero volvió a ufanarse de su condición física -atlética para su edad- al zambullirse y nadar estoicamente en aguas heladas.
La razón por la cual se ha limitado a aparecer en un solo mitin oficial puede deberse, más bien, a que da por sentada su reelección en los comicios presidenciales de este 18 de marzo. De hecho, el mitin realizado en el estadio Luzhniki de Moscú, al que asistieron 80.000 personas -con 50.000 afuera, contemplando la posibilidad de que quedaran puestos libres-, duró apenas seis minutos, llevando a corresponsales extranjeros y periodistas de medios opositores a sospechar que el evento en sí fue sólo una puesta en escena para las cámaras.
En 2018, lo que las fotos están haciendo es promover a Putin como objeto de culto y no como un aspirante a la jefatura del Estado, como ícono y no como un hombre de carne y hueso. En realidad, eso no debería extrañarle a nadie. Por un lado, habiendo sido un agente de la KGB, él aprendió a controlar severamente su privacidad. Por otra parte, cuando dejó de ser un político relativamente desconocido para convertirse en la cara de Rusia, él comprendió la utilidad de construir una fachada que lo presentara como la encarnación de un Estado fuerte.
L'état c'est moi
Y la erección de esa fachada demandaba una reinterpretación de la historia. "La caída de la Unión Soviética dejó a muchos rusos con una sensación de humillación. Su desplome ya no es visto como algo que ocurrió debido a los errores cometidos por la propia Unión Soviética, es decir, debido a decisiones de las cuales los propios rusos deben hacerse responsables. No, ahora ese suceso es visto como el producto de un ataque perpetrado por enemigos externos y, en algunos casos, internos", explica el analista político Jens Siegert.
Ese impulso de reescribir el pasado de Rusia es compartido por Putin; él lo manifiesta en el tono combativo de los mensajes enviados a Europa y a Estados Unidos. Hace poco, al presentar el nuevo arsenal de las Fuerzas Armadas rusas -sabiendo que el mundo entero observaba-, Putin articuló una frase desafiante: "Antes de que tuviéramos este armamento en nuestras manos, nadie nos escuchaba. ¡Escúchennos ahora!" El mandatario se empeña en hacerle sentir a sus compatriotas que estarán seguros y que vendrán tiempos mejores.
Muchos rusos le creen. La popularidad de Putin parece tener sus bases en el recuerdo de aquel caos en que se hundió el país en la década de los noventa: la desintegración de la Unión Soviética y la consecuente debacle social dejaron cicatrices profundas. En los nueve años que pasaron entre el nacimiento de la Federación Rusa y el ascenso de Vladímir Putin al poder, la economía local atravesó varias crisis mayores, su producción se redujo a la mitad y hasta la expectativa de vida de sus ciudadanos bajó.
Putin, con "P" de popular
"Si lo que interesa es la versión resumida de la historia, yo diría que él salvó al país", comenta Maria Katasonova, una prominencia en el ámbito de las redes sociales que también brilla como simpatizante de Putin. "En los años noventa, las pensiones no estaban siendo pagadas; muchas compañías habían dejado de pagarle sus sueldos a los empleados… Después de que Putin tomó el poder, todos empezamos a vivir", agrega Katasonova, desestimando el añejo debate sobre si fueron realmente las primeras políticas de Putin las que estabilizaron a Rusia.
Rusia tiene un territorio rico en recursos naturales; no es extraño que se beneficiara casi automáticamente del boom de las materias primas a principios del siglo XXI. "El crecimiento económico fue una brisa que sopló a favor de Putin. La base de su poder es el temor de los rusos a caer de nuevo en un caos como el de los años noventa", sostiene Siegert. Y el miedo de quienes vivieron esas estrecheces debe ser muy grande, a juzgar por la ventaja que Putin le lleva en las encuestas a su rival más fuerte: más de cincuenta puntos porcentuales.
A Putin lo beneficia también la longevidad de su hegemonía. El 18 de marzo irá a las urnas por primera vez una generación que no ha conocido a Rusia sin Putin. Su completa dominación de la vida política nacional ha dejado poco espacio para el desarrollo de una oposición fuerte, dice Siegert. "Nadie puede imaginarse lo que vendrá después de Putin. (…) Es por eso que tanta gente se siente forzada a elegir entre Putin y el caos, o Putin y la humillación", agrega el experto ruso.
Aaron Tilton desde Moscú (ERC/VT)
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