¿Puede ser Alemania un ejemplo para EE. UU.?
17 de mayo de 2020La colocación "vulnerabilidades estructurales" suena seca, así que pongámosles un rostro. Son las familias que hacen largas filas en sus automóviles en un banco de alimentos que distribuye comida a los necesitados. Es la madre desempleada cuya pensión de viuda militar es demasiado precaria para alimentar a tres hijos. Es el camillero al que se le negó el equipo de protección adecuado porque no había suficiente.
Estas caras son visibles ahora mientras la crisis del coronavirus los pone en el centro de atención. Pero su situación no es nueva. Innumerables autores han llamado la atención sobre problemas estructurales como la fulminante desigualdad, el capitalismo de "el ganador se lo lleva todo" y la política estrangulada por el dinero. Muchos políticos, incluidos los candidatos presidenciales demócratas más recientes, han presentado soluciones. Me centraré aquí en un solo problema: la precaria situación de la clase media, que es el resultado de un programa de reducciones de impuestos, desregulación y recortes de ayudas que no redistribuyen ni las ganancias que se acumulan en la cima de la pirámide social, ni los riesgos que enfrentan los de abajo.
¿Alemania como modelo a seguir?
Lo que hay que hacer no es ningún secreto, sobre todo porque otras naciones lo están haciendo. Como joven periodista en 1993, pasé meses investigando el modelo de "economía social de mercado" de Alemania para un documental de la televisión pública estadounidense de Hedrick Smith, ganador del Premio Pulitzer. Nunca olvidaré al equipo de producción estadounidense cuando hizo una doble toma mientras Berthold Leibinger, el legendario director ejecutivo del fabricante alemán de herramientas de trabajo Trumpf, explicaba por qué un modelo que podría parecer socialista para muchos estadounidenses tenía un buen sentido comercial: tanto la resistencia social como la corporativa fueron mejoradas, dijo, por la atención médica universal y sistemas como el Mitbestimmung, que da voz a los trabajadores en las decisiones de gerencia; el Kurzarbeit, que garantiza que los trabajadores permanezcan en la nómina de una empresa incluso en una caída económica; y el programa Duale Ausbildung de formación profesional y aprendizaje.
El documental se tituló Challenge to America y concluyó que Estados Unidos podría aprender del compromiso alemán de mantener la estabilidad social. Para cuando se transmitió el audiovisual, el desafío parecía discutible: Alemania había caído en una profunda recesión después de su reunificación. No fue sino hasta la crisis financiera de 2008 que el Kurzarbeit volvió a llamar la atención trasatlántica como un medio para amortiguar el impacto social de la volatilidad económica.
La disparidad entre el capitalismo estadounidense y el alemán no es producto de inevitables diferencias culturales, sino de elecciones políticas. Estados Unidos tiene narrativas históricas, desde la "ciudad en una colina" de los puritanos (en referencia a una comunidad que otros admirarán) hasta la "declaración de derechos económicos" de Franklin D. Roosevelt, que podría servir como base para una economía social de mercado exclusivamente estadounidense. Sin embargo, estas narrativas han sido distorsionadas e instrumentalizadas al servicio de una agenda neoliberal que beneficia intereses poderosos.
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Enfrentando el desafío
¿Revitalizará este último "desafío para Estados Unidos" un sentido de estabilidad social como un bien común? La respuesta depende de si el ímpetu por el cambio puede trascender la polarización. ¿Se acuerdan del "yes, we can?" La llamada de atención que sonó durante la crisis financiera de 2008 llevó a la elección de Barack Obama, que impulsó reformas políticas clave. Pero la mayoría de estas se han deshecho en su totalidad o parcialmente. No en menor medida debido a medios de comunicación partidistas como Fox News, la polarización se ha convertido en un agujero negro que se traga cada iniciativa política que se acerca.
La crisis del coronavirus no solo revela las disparidades estructurales entre los sistemas estadounidense y alemán, sino también una diferencia en los niveles de confianza. Mientras una gran mayoría de los alemanes aprueba la respuesta de su gobierno, el partidismo influye en los puntos de vista de los estadounidenses en casi todos los aspectos de la pandemia y cómo está siendo manejada, con un pensamiento de suma cero que genera indignación sobre la asistencia federal que va a destinatarios que no la merecen.
Tales actitudes reflejan un círculo vicioso que está socavando la democracia de Estados Unidos desde adentro: a medida que el Estado se repliega y la gente ya no siente su valor estabilizador en sus propias vidas, la confianza en él disminuye. Pero para soportar la famosa ocurrencia de Ronald Reagan: el gobierno no es EL problema y DEBE ser parte de la solución.
Estados Unidos sabe lo que hay que hacer. ¿Puede tener éxito?
(rrr/ju)
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