Relaciones germano-israelíes
28 de mayo de 2012
El presidente alemán, Joachim Gauck, proviene de la extinta República Democrática Alemana (RDA), que no sostenía relaciones oficiales con el Estado de Israel. Como cabeza de un "Estado antifascista", el Gobierno de Berlín oriental no se consideraba heredero del legado del Tercer Reich, así como tampoco de la pesada responsabilidad moral derivada de la historia alemana. La República Federal (RFA), sin embargo, asumió la solidaridad incondicional con Israel como un principio de su política.
Solidaridad y razón de Estado
Konrad Adenauer, primer canciller de la RFA, fundada en 1949, se preocupó temprano por mantener buenas relaciones con el Estado judío fundado un año antes, en 1948. Con el primer ministro fundador, David Ben Gurion, Adenauer firmó el Acuerdo de Reparaciones en 1953. En 1965 ambos países retomaron las relaciones diplomáticas.
Alemania es considerada hoy como uno de los más grandes aliados de Israel. La canciller Angela Merkel declaró incluso la seguridad de Israel como una razón de Estado. Pero hace ya algún tiempo que los ciudadanos alemanes han dejado de estar en sintonía con esa política oficial. La imagen de Israel ha perdido brillo ante los ojos de la opinión pública alemana.
Como un país “agresivo” consideró a Israel el 59 por ciento de los consultados en una reciente encuesta de la revista Stern , un diez por ciento más que hace una década. Alrededor de la tercera parte de los encuestados opinaron que Israel persigue sus intereses sin tomar en consideración los de otros pueblos. Solo el 36 por ciento dijo sentir simpatía por ese país, casi diez por ciento menos que en la década anterior. E incluso un 13 por ciento puso en duda el derecho de existencia del Estado judío.
Amistad y distancia
"Lo que existe entre Alemania e Israel no es amistad“, asegura sin dudarlo el historiador muniqués Michael Wolffsohn. La distancia entre ambos países crece desde 1981. Las encuestas lo muestran claramente, ha dicho recientemente el experto en un podio de discusión en Berlín. Tras la Guerra de los Seis Días en 1967, Israel disfrutaba de una excelente reputación en Alemania. Pero eso comenzó a cambiar con la Guerra de Yom Kippur en 1973. El más grave punto de inflexión sobrevino en 1981, cuando se desató una enconada controversia entre los entonces jefes de Gobierno, Menájem Beguín y Helmut Schmidt, por un planeado suministro de armas alemanas a Arabia Saudí.
Israel se ha convertido en uno de los Estados del mundo menos apreciado por la opinión pública alemana, opina Wolffsohn. Sobre todo entre los jóvenes crece una distancia crítica. Ellos se identifican cada vez menos con ese histórico sentimiento de culpa en relación con Israel, lo que no quiere decir que no se interesen por el tema.
Interés y crítica
La historiadora germano-israelí Tamar Amar-Dahl lo sabe por experiencia propia. Ella enseña Historia de Israel en la Universidad Libre de Berlín y no puede quejarse de la asistencia de estudiantes a sus clases.
“El interés de los estudiantes alemanes por Israel es muy grande“, dice en entrevista con Deustche Welle. “Israel tiene para los alemanes algo fascinante, misterioso, difícil de comprender”, indagar sobre Israel significa para los estudiantes verse confrontados con la historia de persecución y sufrimiento del pueblo judío y, por supuesto, con el pasado común germano-judío, explica.
Se intenta comprender a Israel como un proyecto de Estado nacional cuyo éxito pareciera depender de la culpa alemana. "Pero el proyecto sionista, 70 años después de la Shoah (el Holocausto), ha fracasado: el Estado judío no ofrece seguridad ni a sus habitantes judíos ni a los no judíos", resume esta historiadora germano-israelí. También en Alemania, “se comprende lentamente que la infructuosa política de Israel ha ayudado a generar esta situación”, explica Amar-Dahl. Así que los alemanes se ven en un dilema: tienen que hacer compatibles sus más profundos sentimientos de culpa con la crítica a Israel. Es una condición indispensable para tratar de forma soberana y diferenciada el tema.
Como sea, a Amar-Dahl le resulta difícil hablar de una “relación normal entre Alemania e Israel”. Esto, a la larga, resulta sencillamente imposible, por la radicalidad y monstruosidad de la historia de los crímenes alemanes contra el pueblo judío. “La Shoah seguirá interponiéndose entre ambos pueblos”, concluye.
Submarinos… y un poema
Eso sí, oficialmente, a casi siete décadas del fin de la Segunda Guerra Mundial, las relaciones germano-israelíes se consideran buenas y estables. Desde el año 2008 se llevan a cabo regulares consultas israelo-germanas entre los Gobiernos de ambos países, con sedes alternas en Berlín y Jerusalén. Dentro de la Unión Europea, Alemania aparece como confiable defensora de Israel.
Como suministradora de armas, la potencia europea tiene un prestigio ganado en Israel. Hace pocas semanas que la Marina israelí recibió el cuarto submarino alemán, clase Dolphin. En total el encargo asciende a seis de estas embarcaciones con capacidad nuclear, cada una por valor de hasta 500 millones de dólares (el arma más cara adquirida por Israel). Una parte de los costos corren por cuenta de Alemania, que obsequió a Israel los dos primeros submarinos y subvenciona con varios cientos de miles de euros la construcción del resto.
Fue este suministro de armas a Israel el que motivó la preocupación de Günter Grass, por las crecientes tensiones en el Medio Oriente. El Nobel de Literatura alemán publicó en abril, en varios medios de prensa alemanes e internacionales, un poema en el que critica duramente la política israelí en un contexto de enfrentamiento y amenazas entre este país e Irán. Una ola de indignación se desató como reacción al poema, especialmente en Alemania e Israel. El Gobierno israelí declaró a Grass persona non grata. Para el presidente alemán, Joachim Gauck, este podría ser también un tema a tratar en su visita al Estado judío.
Autora: Bettina Marx / RML
Editora: Emilia Rojas Sasse