Premio de la Paz para Blix
7 de junio de 2004La elección recayó sobre Hans Blix por unanimidad. El jurado de la Fundación Albert Osswald, de Hesse, decidió honrar al diplomático sueco, de 75 años, por sus intentos de evitar conflictos armados y, en especial, por su gestión en la crisis de Irak. Se trata del décimo galardonado con este Premio de la Paz, que el año pasado fue entregado a Lakhdar Ibrahimi.
En el epicentro de la historia
Los méritos de Blix son múltiples y de todos conocidos. Pero vale la pena volver a resaltar su gestión y rescatar los esfuerzos diplomáticos realizados, pese a que el mundo enfrenta ahora hechos consumados. Desde el inicio de la crisis, el jefe de los inspectores de armas de la ONU se propuso ceñirse a los hechos, sin dejarse presionar por Estados Unidos ni por el régimen de Saddam Hussein. Ante la opinión pública se mostró siempre modesto y ajeno a las intenciones de figurar. Sin embargo, entre el otoño boreal del 2002 y febrero del 2003, estuvo en el epicentro de la historia.
Bix concebía su misión como una labor al servicio del Consejo de Seguridad de la ONU. No era su intención decir sobre la guerra y la paz, sino entregar datos fiables que ayudaran a tomar dicha decisión. De nada valieron, sin embargo, sus esfuerzos. Finalmente no pudo disimular cierta amargura, al dar una mirada a lo ocurrido: "Ahora nos damos cuenta de que las razones esgrimidas para esta guerra no eran tan convincentes. Sería bueno que las operaciones militares no se emprendieran sobre la base de informaciones erróneas de los servicios de seguridad. Y ésta no es la primera vez que ocurre", sentenció el diplomático.
Críticas diplomáticas
Pero no quiere albergar resentimientos. En cambio, se ha dedicado a volcar sus experiencias en un libro que seguramente no ha de haber agradado a la Casa Blanca. Hace pocos meses apareció en Alemania, con el título "Misión Irak" y un elocuente epígrafe: "Verdad y mentiras". A pesar de ello, no es el tipo de personas que acusan con facilidad a alguien de mentir. Más bien es un diplomático de pura cepa, que se mantiene en su línea. Quizá por eso ha conseguido plantear sus críticas sin ofender.
A George W. Bush y Tony Blair les reprocha no haber examinado con detenimiento los hechos. Les concede la buena fe de haber creído efectivamente en la existencia de armas de exterminio masivo en Irak y haber confiado en los servicios de inteligencia. Pero eso no los dispensa de responsabilidad. Como dice Blix, "cuando se trata de guerra, de muertos y destrucción, se debería ser crítico".