El surgimiento de las “iglesias verdes”
21 de enero de 2020En Bellahøj Kirke, una iglesia al norte de Copenhague, los tulipanes y las rosas de Kenia ya no están en el altar. Hoy en día, la iglesia con capacidad para 160 personas prefiere las flores locales de temporada, que, junto con el pan y el vino utilizados en sus servicios de comunión, son de producción orgánica. Bellahøj Kirke también recicla todo, desde el papel y el cartón hasta la ropa y las velas. Todo forma parte de una campaña para hacer la iglesia más ecológica, explica la feligresa Hanna Smidt.
"La crisis climática está aquí, así que ¿qué podemos hacer al respecto?”, se pregunta.
En el caso de Bellahøj Kirke, la respuesta fue unirse al floreciente programa de la Grøn Kirke (Iglesia Verde) de Dinamarca. Organizado por el Consejo Nacional de Iglesias de Dinamarca, el plan anima a las iglesias del país escandinavo a tomar medidas concretas para reducir su huella de carbono.
Para participar, una iglesia debe cumplir por lo menos con 25 de los 48 criterios del programa, entre los que se incluyen la reducción del consumo energético, el compostaje de residuos orgánicos, la celebración de reuniones a través de Skype para reducir al mínimo los viajes y la predicación de sermones sobre la crisis climática.
Smidt enseña yoga en Bellahøj Kirke y es responsable de las medidas ecológicas de la iglesia. Cuenta que el programa ha ayudado a ahorrar dinero y ha hecho que más feligreses se conciencien sobre el tema del cambio climático. Para la iglesia, que fue fundada en 1961 y cuenta con 14.000 feligreses en los suburbios de la ciudad, "es una situación en la que todos ganamos”, destaca Smidt.
Una epifanía climática
El programa Grøn Kirke fue lanzado en 2008 por el pastor luterano Keld Balmer Hansen. Tuvo la idea un año antes en Rumania, cuando escuchó hablar a un experto británico en clima en la Tercera Asamblea Ecuménica Europea, una reunión en la que participan cristianos de las principales iglesias de Europa.
"Fue una llamada de atención para mí”, recuerda Hansen y señala que su justificación para actuar fue teológica. "Pensé que si nuestra tierra es un regalo de Dios, entonces debemos hablar de ello en la Iglesia”. El programa realmente floreció durante la conferencia climática COP15 de la ONU, que tuvo lugar en la capital danesa en 2009. Pero poco después el interés en el tema disminuyó, según Hansen.
La iglesia luterana de Dinamarca ha evitado tradicionalmente los temas "políticos”, explica, y hace diez años muchos líderes eclesiásticos descartaron la acción climática como parte de una "agenda de izquierda”.
Pero ya no. El cambio climático ya no es políticamente divisorio, al menos no en Dinamarca. En diciembre de 2019, el país aprobó una ley con la que se compromete a reducir las emisiones de carbono en un 70 por ciento de aquí a 2030, con el apoyo de los partidos de todo el espectro político.
Asimismo, cada vez más comunidades religiosas están reconociendo el cambio climático. En junio de 2019, por ejemplo, el Papa declaró que existe una "emergencia climática global”. Para Hansen está claro que "el interés por las iglesias verdes está en auge”.
De hecho, Dinamarca cuenta con 232 "iglesias verdes”, 32 de las cuales se inscribieron solo en 2019, un aumento del 16 por ciento con respecto al año anterior. Entre ellas se encuentra Bellahøj Kirke, que se declaró "verde” en agosto.
Hasta ahora, la iglesia ha cumplido 39 de los 48 criterios. Smidt y su equipo han puesto en marcha numerosas iniciativas, como el reciclaje de residuos de alimentos o permitir que un terreno perteneciente a la iglesia vuelva a ser salvaje.
Un Evangelio verde
Smidt admite que algunas personas seguramente se sorprendan de que la Iglesia, como institución, ayude a combatir el cambio climático. Pero "no podemos sentarnos de brazos cruzados y esperar”, explica.
"Necesitamos que todas las manos unan fuerzas en esta tarea”, coincide Hansen, y añade que existen movimientos similares en países como Alemania, Noruega, Suecia y el Reino Unido.
En los últimos años, miles de iglesias del Reino Unido han apostado por la energía renovable. Al menos 2.000 se han registrado para el programa Eco Church, que recompensa a aquellas iglesias de Inglaterra y Gales que quieran predicar que "el evangelio es una buena noticia para la Tierra de Dios”.
Los participantes deben cumplir varios criterios, como demostrar cómo cuidan sus edificios y terrenos, comprometerse con la comunidad local y cambiar los estilos de vida de su congregación.
El esquema de la Iglesia Ecológica fue lanzado en enero de 2016 por A Rocha, una organización benéfica cristiana de conservación de la naturaleza. La Catedral de Salisbury, un monasterio franciscano anglicano y dos sinagogas participan en el proyecto.
La iglesia de St. James Piccadilly, en el centro de Londres, ha recibido el Premio de Oro porque obtiene toda su electricidad de fuentes de energía renovable. En 2005, instaló 40 placas solares en el tejado del edificio. Pero también se recompensaron otras iniciativas, como que una parcela de tierra de la iglesia se convirtiera en hábitat para animales, así como que la congregación hiciera presión para que se apagaran las famosas luces de Piccadilly Circus durante la Hora del Planeta o celebrara servicios religiosos centrados en cuestiones ambientales. Durante la Conferencia sobre el Cambio Climático de París, la iglesia exhibió un bloque de hielo en su casa para llamar la atención sobre el calentamiento global. Asimismo, en el boletín del pastor se pueden encontrar regularmente consejos para una vida más respetuosa con el medio ambiente.
"Las comunidades de fe tienen que posicionarse”, dice la líder de la iglesia Deborah Colvin, quien ha encabezado iniciativas para reducir la huella de carbono de St James's Piccadilly. Colvin cree que hay un fuerte argumento teológico para que las iglesias ayuden a combatir el cambio climático.
"Para amar al prójimo hoy en día, hay que amar los sistemas que apoyan al prójimo” explica Colvin. "Todos vivimos en la misma atmósfera, todos usamos el agua de nuestra tierra, así que la acción local y el pensamiento global tienen un nuevo significado”.
¿Un gesto simbólico?
Hay quienes critican tales iniciativas como gestos simbólicos, pero Hansen cree que el hecho de que las iglesias hayan aceptado la importancia del cambio climático y su magnitud envía un "fuerte mensaje” a la sociedad.
"No hay que subestimar el efecto del movimiento de las iglesias verdes”, señala. "Este es un momento para la gente común y corriente”.
Autor: James Clasper, Copenhagen (ar/er)
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