Posada Carriles: héroe y villano en la muerte
24 de mayo de 2018Luis Posada Carriles acaba de morir y sólo una verdad existe que nadie puede negar: fue de esos hombres vinculados a política latinoamericana que pueden pesar en una misma balanza el odio y la admiración ganada por sus controvertidas acciones, una especie de ser humano común en la historia de América Latina desde La Malinche en los tiempos del emperador Moctezuma y Hernán Cortés hasta Fidel Castro, Hugo Chávez o Luis Inacio Lula Da Silva.
Aunque lo negó siempre, y así lo defendió en entrevistas, testimonios y documentales, para los cubanos de la isla su nombre representa una herida abierta: el gobierno de Fidel Castro lo acusó con numerosas pruebas, cuya veracidad muchos dudan y otros muchos ratifican, de ser el autor del que hasta hoy se considera el más horrendo atentado terrorista perpetrado en el hemisferio occidental contra una aeronave comercial: la voladura en pleno vuelo de un avión de Cubana de Aviación, en 1976, que causó la muerte de 73 personas, entre ellas, jóvenes esgrimistas del equipo nacional cubano que regresaban de ganar todas las medallas de oro en el Campeonato Centroamericano y del Caribe celebrado ese año en Venezuela.
Sin embargo, Posada Carriles no negó su responsabilidad en los atentados que conmocionaron varios hoteles y sitios turísticos de La Habana en 1997, donde perdiera la vida el turista italiano Fabio Diccelmo de 32 años. En esa ocasión confirmó al New York Times: "No queríamos lastimar a nadie, sino hacer un gran escándalo para que los turistas ya no vayan a la isla". Se le procesó por delitos relacionados con la ley de inmigración norteamericana: resultó absuelto. Tampoco fue condenado por la voladura del avión de Cubana, pese a que estuvo encarcelado en Venezuela, desde donde escapó hacia Estados Unidos.
Fuera de la isla, especialmente entre los luchadores anticastristas, se le considera un héroe de la lucha contra el comunismo internacional. Con ese sello se resalta como heroísmos lo que la propaganda revolucionaria cubana considera crímenes: que haya trabajado para la Agencia Central de Inteligencia (CIA) entre 1965 y 1967; que haya sido espía informante en la Dirección de Servicios de Inteligencia y Prevención (DISIP), en Venezuela, entre 1968 y 1976, y que haya planificado varios de los más duros golpes recibidos por el llamado "movimiento revolucionario latinoamericano" en casi seis décadas.
Fidel Castro, en una charla con el premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez, llamó a Posada Carriles "hiena sedienta de sangre de cubanos inocentes"; Hugo Chávez, en su estilo rimbombante lo tildó de "mascota sanguinaria del imperio", e incluso el mítico Henry Kissinger desmintió cualquier lazo que atara al gobierno norteamericano con Posada Carriles y el atentado de 1976, dejándolo sólo luego de que Washington se aprovechara vergonzosamente de los servicios de alguien sobre quien el escritor Mario Benedetti dijo que "no era un exiliado común, sino un mercenario asesino".
En Cuba, cuando se supo la noticia de que había sido atrapado y condenado en Panamá en el año 2000 acusado por el propio Fidel Castro de liderar un complot para asesinarlo durante su estancia en ese país, Raúl Castro comentó en una reunión pública con sus generales que Posada Carriles sufría el juicio de la historia: "Roma paga a los traidores, pero los detesta", dijo Raúl.
Recientemente, el cineasta cubana Lilo Vilaplana, le dedicó uno de los capítulos de su serie "Leyendas del exilio", testimonios dramatizados que pretenden desmentir los infundios de la propaganda castrista que han logrado empañar la trayectoria de luchadores por la libertad, como Félix Ismael Rodríguez (hombre clave en la captura del Ché Guevara en Bolivia, en 1967), entre otros. En el capítulo dedicado a Posada Carriles se le presenta con virtudes que, por ejemplo, no tienen mucho que ver con esos testimonios fílmicos de mujeres que dicen haber sido torturadas por este controvertido personaje, que al morir con 90 años seguía repitiendo que era inocente de todas esas acusaciones y que lo único que había hecho era luchar por liberar al mundo de la epidemia del comunismo.
El secretismo, la desinformación y la manipulación de la verdad histórica que rodea a la política, sea hecha en La Habana, en Washington o en Moscú, y sea del signo ideológico que sea, impide hasta hoy que se sepa la verdad sobre hombres ¿siniestros o heroicos? como Luis Posada Carriles.
Autor: Amir Valle (few)
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