¿Por qué comparan a Merkel con los nazis?
21 de abril de 2013
Todo empezó en Grecia. Hace unos tres años, furiosos atenienses se tomaron las calles en protesta y una de sus pancartas mostraba a la canciller alemana, Angela Merkel, en uniforme de las SS. Desde ahí, las comparaciones con los nacionalsocialistas no han parado. Los que protestan no cesan de decir que las estrictas medidas de austeridad preconizadas por Merkel para hacer frente a la crisis del euro pavimentan el poder alemán en Europa y que la situación se asemeja a la ocupación durante la Segunda Guerra Mundial. En ese entonces, cientos de miles de griegos cayeron a manos de los alemanes.
Casi 70 años más tarde, muchos griegos se ven otra vez como víctimas de los alemanes: el índice de suicidios en el país ha incrementado en un 30 por ciento y de la población joven, menos del 50 por ciento tiene trabajo. Buena parte de la población helena ve impotente cómo la crisis se lleva toda posibilidad de una vida digna. ¿Es de admirarse, entonces, que sumándose a las protestas, los medios griegos hayan optado por duros ataques a los alemanes? Programas de televisión con los nazis como tema baten récords de audiencia.
“La Alemania nazi sigue viva”
Otros países europeos también han ido desempolvando su imaginario nazi a medida que la crisis ha ido haciéndose sentir. Éste es el caso de Chipre, que no sufrió de ocupación alemana durante la guerra. Cuando los pequeños ahorristas comenzaron a temer que tendrían que pagar por la quiebra de los bancos, furiosos manifestantes salieron a las calles con máscaras de Merkel y bigotes de Hitler. En sus pancartas se leía: “la Alemania nazi sigue viva”. Y en España, recientemente un profesor de Economía escribió en el diario de más difusión del país que Merkel “como Hitler ha declarado la guerra al resto de Europa, esta vez para asegurar a los alemanes su espacio económico”. Aun cuando los editores retiraron el artículo, esto es prueba de que el aire está envenenado.
Importa poco que las comparaciones con los nazis no sean sustentables históricamente. Olaf Schwencke, ex diputado alemán al Parlamento Europeo y ahora presidente de la Asociación Alemana de la Fundación Cultural Europea (ECF), opina que aunque “son totalmente inapropiadas, en cierta medida son comprensibles sicológicamente”. Los últimos acontecimientos despiertan la memoria colectiva de esas naciones que fueron invadidas por los nazis y “cuando aparece un nuevo desafío la respuesta es desproporcionada”, afirma.
¿El fin de la cultura política?
No obstante, Schwencke es muy crítico con la manera en que Alemania ha tratado esta situación. “Deberían haber dejado claro que su aporte económico es parte de la solidaridad europea y no actuar según el lema "nosotros lo hemos hecho bien, háganlo como nosotros".
Según Petros Markaris, escritor griego, “los alemanes tienen la imagen de un maestro de escuela y no sólo en Grecia”. Con todo, las críticas para su propio país no faltan en los artículos que publica en un diario alemán: “casi toda la gente de los Balcanes se ve a sí misma como víctimas inocentes”. Por otro lado, dice de los alemanes que “están orgullosos de lo que han logrado y quieren que todo el resto de los europeos, especialmente los del sur, los imiten. No se han dado cuenta que el sur tiene una cultura muy diferente”.
Responsabilidad alemana
Acompañando su miopía cultural, Alemania también se percibe como víctima, siente que es el país de la Unión Europea que “paga las lujosas jubilaciones de los griegos”. Así lo afirmaba el Bild, el rotativo de mayor circulación del país.
Ulrike Guérot, jefa de la oficina berlinesa del Consejo Europeo para Relaciones Exteriores, afirma que esa percepción de víctima sale de la vanidad; “por otro lado, no se encuentra la voluntad de admitir ni un solo elemento de la responsabilidad alemana en esta situación”. Además, arrogantes eslóganes como “Europa habla alemán” –utilizado por Volker Kauder, jefe de la bancada conservadora en 2011– complican la cosa. Y no se olvidan fácilmente.
¿Existen indicios de un acercamiento mutuo más respetuoso o sensible? Mas bien pocos. “Esto muestra cuán frágil es el enlucido cultural que hemos logrado en 50 años de integración”, dice Guérot. En su opinión, la dimensión de esta crisis sin precedentes ha destruido los logros de Alemania en su intento, mediante actividades culturales internacionales, de crearse una nueva imagen de sí misma. “Esto no es sólo una crisis del euro o de un endeudamiento excesivo del sur. Es una crisis del capitalismo, de los bancos, de la soberanía. Es una crisis sistémica”, subraya Guérot.
Discurso y traducción cultural
“Cuando las cosas son demasiado complejas, la respuesta fácil gana la partida. En Alemania se tiende a explicarla con 'la pereza de los griegos'. Y, en una simplificación similar, los griegos echan mano de Merkel como Hitler”, afirma Guérot, detectando la necesidad de traductores culturales que traten de explicar qué está pasando en Italia o por qué los franceses se sienten avasallados por el modelo alemán.
¿Se trata, entonces, sólo de un problema de comunicación? En opinion de Schwenke no es así: “También es un asunto político muy serio. Era previsible que surgieran la agresión contra los alemanes y estas comparaciones con los nazis. Y si lo hubiésemos reconocido a tiempo, podríamos haber desarrollado un programa para enfrentar el conflicto en el nivel cultural”. Y, por ejemplo, el ministro alemán de Exteriores podría haber dotado de más fondos al Instituto Goethe.
Llegados a este punto, “todos tienen que dar un paso atrás”, advierte Guérot. “Por supuesto que los chipriotas tienen un caótico sistema de negocios, pero nosotros hemos cerrado los ojos y hemos hecho dinero con ello. Es evidente que los franceses tienen que acometer reformas estructurales, pero tienen razón cuando dicen que Alemania tiene la culpa de que Francia haya recortado la protección social de sus trabajadores”.
Por su parte, a comienzos de 2012, Markaris escribía: “Europa ha invertido fuertemente en la economía, pero muy poco en cultura y en valores compartidos. Sería muy útil para ambos lados si los griegos permitiesen que un poco de sentido común llegara a sus sentimientos y si los alemanes dejasen que llegue un ápice de compasión a su racionalidad”. Y Guérot llega a una conclusión semejante: “Ése es el punto: todos tienen su punto débil y en vez de señalarse con el dedo, deberían intentar con el discurso cultural. Europa se lo merece”.
Autora: Aya Bach (MB)
Editor: Diego Zúñiga