¿Por qué a EE. UU. no le preocupa la migración vía Belice?
18 de junio de 2019Donald Trump volvió a arremeter contra la inmigración ilegal de centroamericanos a Estados Unidos: la próxima semana iniciará la deportación de "millones", tuiteó el presidente estadounidense.
No dio más detalles. Pero sí celebró a México por su “muy buen trabajo deteniendo gente”; y a Guatemala, con el que insiste en que firmará un acuerdo de “tercer país seguro” para enviarle migrantes de otros países (algo que México rechaza).
Trump no ha mencionado, hasta ahora, a Belice. La frontera sur de México con Guatemala y Belice, de unos 1.179 kilómetros, incluye 12 puntos oficiales de control. Allí, la Guardia Nacional mexicana –un nuevo cuerpo de seguridad que comienza a operar oficialmente a fines de este mes- ha desplegado ya unos 6.000 agentes.
Las redadas, detenciones y deportaciones han aumentado en miles en los últimos meses: en más de 15.000 las detenciones y en más de 11.000 las deportaciones, entre enero y mayo, según cifras de las propias autoridades mexicanas.
Así que los migrantes centroamericanos han comenzado a cruzar el río Suchiate, frontera natural entre México y Guatemala, y los traficantes de personas comienzan a mover sus operaciones hacia el límite del sureño estado de Quintana Roo con Belice, reportan las agencias de prensa.
Belice, receptora invisible de migrantes
“Belice es poco referenciado en la región”, a la que la excolonia británica se ha integrado más tarde y más lentamente que sus vecinos, comenta a DW Guillermo Acuña, sociólogo de la Universidad Nacional de Costa Rica, que ha coordinado reportes de la Organización Internacional sobre Migraciones (OIM) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre migraciones laborales en Belice.
Sin embargo, el único país de América Central cuyo idioma oficial es el inglés, ha sido “un escenario de recepción y tránsito de población centroamericana hacia México y Estados Unidos”, señala Acuña, que investiga sobre migración, cambio social e identidades.
Belice destaca por su reducida población de poco más de 380.000 habitantes, según la agencia estadística oficial (SIB). De ellos, de acuerdo con el Sistema Continuo de Reportes sobre Migración (SICREMI), de la Organización de Estados Americanos (OEA), más del 14 % son extranjeros. Y los centroamericanos representan casi tres cuartas partes de estos extranjeros, como muestra un censo de 2010 y datos de 2017 registrados por la plataforma de macroeconomía del diario Expansión.
Llegados masivamente en las últimas tres décadas, provienen sobre todo de países con duros conflictos políticos internos en la década de 1980: más del 40 % de Guatemala, y más del 16 % de El Salvador y Honduras, respectivamente. Estos inmigrantes coincidieron con altas tasas de emigración de beliceños, especialmente a Estados Unidos: 3.000 por año en los años 80, y 2.100 por año en los 90, según el SICREMI.
Salvadoreños y hondureños han llegado masivamente desde 2015, huyendo de la violencia de las pandillas MS-13 y Barrio 18, reporta el diario digital salvadoreño El Faro. Estos movimientos han logrado remplazar a lo que alguna vez fue una población en su mayoría angloparlante por una población parcialmente hispanohablante. Sus asentamientos son visibles en centros urbanos como Ciudad de Belice y Belmopán, confirma Acuña.
Belice "es el país más pacífico de Centroamérica. Seremos ciudadosos con lo que introduzcamos, porque nos afectará políticamente", dijo en 2017 al diario británico The Guardian la ministra de Migración beliceña, Beverly Williams. Según comentó al mismo medio Melanie Smith, socióloga experta en migración en la Universidad de Belice, estos centroamericanos “no son prioridad del Gobierno”. Así que el temor a exportar la violencia de sus países de procedencia ha retrasado sus procesos de asilo.
País de tránsito, pero "no amenaza"
Además, muchos inmigrantes ingresaron irregularmente al país y se asentaron en zonas rurales o siguieron viaje. Entre ellos, se cuenta una población en tránsito “más escolarizada, que llega a Belice para preparar su inglés y dar el salto a Estados Unidos”, agrega el sociólogo costarricense Guillermo Acuña.
Belice gana en importancia como territorio de tránsito “cuando se complican las condiciones de seguridad de los migrantes en México”, por la actuación del crimen transnacional organizado y el endurecimiento de las políticas migratorias estadounidenses, precisa este académico. Y relaciona al país con el tránsito de los migrantes que atraviesan el Tapón del Darién, en la frontera entre Panamá y Colombia, y con los que se mueven entre la ciudad guatemalteca de Tecún Umán y la mexicana Hildalgo.
No obstante, las cifras de esta migración en tránsito son “opacas”, entre otras razones, por el modo en que la institucionalidad beliceña maneja los datos migratorios en general, indica Acuña.
Como sea, “Belice nunca ha sido incluido en propuestas programáticas de seguridad de fronteras, como el Plan Frontera Sur, claramente pensadas desde Estados Unidos”, en cuya implementación y actualizaciones se ha incluido a Guatemala y México, pero no a Belice, destaca también este sociólogo costarricense.
Los factores que influyen en esta modesta visibilidad de Belice como territorio de tránsito de los migrantes centroamericanos son varios. Obviamente, el peso de Guatemala y México, por el volumen de migrantes que se desplazan por sus territorios, es mayor.
En este contexto, “ya desde la segunda administración Obama”, el discurso ha relacionado a las migraciones internacionales con el terrorismo y el narcotráfico, identificando sobre todo a México como territorio de tránsito y al norte de Centroamérica –Guatemala, El Salvador y Honduras- como las fuentes del mayor volumen migratorio.
Cualitativamente, “Belice no ha sido considerada una amenaza”, hasta ahora, “porque el tránsito ha sido un tránsito distinto, por ejemplo, de población cubana”, cuya migración fue históricamente tolerada y políticamente favorecida desde Estados Unidos, refiere Acuña.
Pero, en la nueva coyuntura, advierten a la prensa activistas como el mexicano Luis García Villagrán, o estudiosos como su compatriota Javier Urbano, de la Universidad Iberoamericana de México, el aumento de controles aumentará la demanda y los costos del tráfico de personas. Y, por lo tanto, podría fortalecer la trata, además de redirigir los flujos que, desde ya, están considerando a Belice como alternativa.
(cp)
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