Por qué arde Gran Bretaña
9 de agosto de 2011Publicidad
Los disturbios que sacuden a la capital del Reino Unido desde el 6 de agosto ya habían obligado a la ministra británica del Interior, Theresa May, y al alcalde de Londres, Boris Johnson, a interrumpir sus vacaciones y encarar los sucesos. Este martes (9.8.2011), el primer ministro, David Cameron, puso fin a su asueto de verano para celebrar una reunión de emergencia con el Consejo de Seguridad Nacional (Cobra), implementar medidas que eviten el crecimiento de esa espiral de violencia y aclarar el caso cuya opacidad dio origen a los tumultos.
El jefe de Gobierno británico anunció que había convocado a los parlamentarios para una sesión extraordinaria este jueves (11.8.2011) y que, en lugar de 6.000 policías, 16.000 agentes patrullarían la ciudad a partir de este 9 de agosto para poner coto a los actos de violencia. Los medios locales confirmaron la muerte de un hombre en el marco de los enfrentamientos de calle.
Un incidente poco transparente
Las circunstancias que rodearon la muerte de Mark Duggan a manos de la policía el 4 de agosto siguen siendo poco transparentes y a las autoridades se les atribuye una deficiente política informativa que contribuyó a caldear los ánimos en lugar de calmarlos para evitar conflictos sociales.
La policía londinense asegura que el hombre de 29 años, residente del barrio londinense de Tottenham, abrió fuego contra los uniformados durante un operativo de vigilancia, pero su familia lo niega. De hecho, según el diario británico The Guardian, los primeros resultados de las pruebas de balística apuntan a que el proyectil que supuestamente atentó contra la vida del agente pertenece al arsenal de la propia policía.
¿La factura de los discriminados?
Dos días después de la muerte de Duggan, sus familiares y amigos se congregaron frente a la estación de policía de Tottenham, pidiendo explicaciones a sus voceros y exigiendo justicia. En vano. El encuentro con las autoridades no tuvo lugar y una sensación de malestar, mezcla de indignación e impotencia, se fue apoderando de los asistentes, que ya rondaban la centena. Esa misma noche, lo que comenzó como una protesta pacífica se transformó en lo que algunos medios alemanes han descrito como una “orgía de violencia”.
El diario germano Süddeutsche Zeitung define a Tottenham como un barrio pobre de Londres en el que las tensiones entre comunidades de distintas etnias, nacionalidades y religiones no son raras, pero subraya que lo que sus habitantes tienen en común es la experiencia de verse discriminados por los agentes de policía, preponderantemente blancos. Los vecinos han criticado la arrogancia y los prejuicios de los agentes, alegando que se les trata de antemano como criminales sólo por no ser blancos o por vestir como lo hacen.
Una nefasta constelación
“Nosotros no aplaudimos este desastre. Quemar edificios de esta manera es demasiado”, aclaró una residente de Tottenham. “Hay que estar claros, la violencia que vimos anoche no tiene absolutamente nada que ver con la muerte del señor Duggan. Ahí se trataba de violencia y robos innecesarios y oportunistas; nada más y nada menos”, dijo el vice primer ministro británico, Nick Clegg, al visitar ese barrio londinense. No obstante, otros opinan que detrás de estas formas de violencia, usualmente desatadas por sucesos aparentemente intrascendentes, se esconde algo más que el impulso de delinquir.
Basta recordar los tumultos de Broadwater Farm: en 1985, la violencia estalló en sus calles luego de que una mujer sufriera un infarto y muriera durante una razzia policial. Cameron tiene un serio problema en sus manos: los focos de violencia que inicialmente se restringieron a Tottenham fueron imitados en otras partes de Londres porque la constelación de factores que los propiciaron –los altos índices de desempleo y la falta de perspectivas para los jóvenes, los jubilados, las madres solteras y los discapacitados pobres– no son exclusivas de ese barrio.
Apelativos que nada resuelven
Muchos de los empleos disponibles y de los subsidios económicos para la alimentación, la salud y la vivienda dependen del gasto público y es precisamente en esa área donde el Gobierno de Cameron ha decidido ahorrar 91.000 millones de euros de aquí al año 2015. Por su parte, la discriminación racial y de clase que enfrenta buena parte de los jóvenes pobres de las grandes ciudades británicas abona el terreno para que se repitan sucesos como los que hoy se ven en el Reino Unido.
El catedrático de la Universidad de Londres Gus John, quien ha escrito de manera extensa sobre la discriminación racial que debilita el tejido de la sociedad británica, ha dicho que desestimar a los jóvenes que han puesto a arder al país tildándolos de “criminales” es un gesto de fatuidad mediante el cual se pretende ignorar problemas de raíces profundas. “Esos apelativos no resuelven nada”, declaró a la agencia AFP.
Autor: Evan Romero-Castillo / dpa / afp / dapd
Editora: Emilia Rojas Sasse
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