Polarización, deuda, autoritarismo: la crisis tras la crisis
31 de julio de 2020El periódico suizo Neue Zürcher Zeitung pone la atención en México: "La supuesta cúspide de la crisis del coronavirus ha dado pie a chistes en México. ‘Los contagios alcanzarán su cénit la próxima semana, independientemente de cuándo lea esto', dice un meme que circula desde hace tiempo por las redes sociales. Al lado se ve una foto del encargado gubernamental para enfrentar la pandemia, Hugo López Gatell. Desde comienzos de mayo, ha anunciado reiteradamente, con actitud triunfalista, que la curva de la infección se está aplanando. Pero, en lugar de eso, siguió empinándose continuamente….
El virus ha puesto de manifiesto la fuerte polarización de México, lo que se refleja en la figura de López Gatell. Para los opositores al gobierno, el epidemiólogo actúa más como un activista del presidente que como un científico que debe guiar al país a través de la pandemia. Sus seguidores, en cambio, opinan que intenta buscar un camino intermedio entre la lucha contra la pandemia y la amenazante pobreza. (…) No se puede negar que los problemas estructurales han dificultado los esfuerzos de las autoridades por manejar la crisis. Entre ellos se cuentan un sistema de salud infrafinanciado, falta de personal médico y un alto porcentaje de trabajadores informales. En medio de la politización y la polarización ante la pandemia, hay sobre todo una cosa que se puede reprochar al gobierno: la falta de una comunicación clara en torno a la crisis. Pronósticos fallidos, una abultada cifra oculta y recomendaciones contradictorias con respecto al uso de mascarillas y a la distancia social han desconcertado a la población".
El aura de Alberto Fernández se desvanece
En las antípodas está el caso de Argentina, donde la forma de enfrentar la pandemia al comienzo fue muy bien evaluada. Pero, entretanto, el gobierno está en aprietos, según hace notar un artículo del periódico germano Frankfurter Allgemeine Zeitung: "En un país polarizado como Argentina, lograr más de un 80 por ciento de aprobación es un milagro. Pero el presidente Alberto Fernández lo consiguió. Cuando la pandemia del coronavirus llegó al subcontinente, cerró rigurosamente las fronteras y aplicó una cuarentena. La curva de infecciones no se elevó, igual que los aviones.
A fines de abril, su gobierno gozaba de un 82 por ciento de aprobación, según una encuesta de ‘Opinaia'. La crisis del coronavirus era su territorio, y posiblemente también su coartada. Porque todas las demás crisis con las que se ve confrontado el país, quedaron por lo pronto en segundo plano. (…) Pero, con cada día que pasa, crece la presión sobre Fernández. Su aura de exitoso gestor de la crisis del coronavirus se ha esfumado ampliamente. En las últimas semanas, su popularidad ha vuelto a bajar tan rápido como había aumentado al comienzo de la pandemia. En Buenos Aires se producen regularmente protestas de opositores y de ciudadanos hartos de la cuarentena. (…) El Gobierno tiene desde el primer momento un equipo de emergencia para la pandemia, pero no uno para la crisis económica”.
El retorno de los generales
Un análisis de la creciente influencia de los uniformados en América Latina y sus causas ofrece el diario berlinés Tagesspiegel, que describe la situación en múltiples países de la región, comenzando por Brasil: "Al presidente brasileño, Jair Bolsonaro, le gustan los militares. Con frecuencia visita cuarteles y hace el saludo militar cada vez que puede. No extraña pues que haya asignado numerosos cargos de gobierno a uniformados. Diez de sus 23 ministros, al igual que el vicepresidente, provienen de las Fuerzas Armadas. La cartera de Salud, clave en la crisis del coronavirus, es dirigida por un general, al igual que los ministerios de Infraestructura y Ciencias. También llama la atención cuántos soldados han sido convocados a la segunda fila gubernamental. Hay casi 3.000 militares en ministerios y reparticiones públicas. (…)
El aumento de la influencia de los militares en Brasil se inscribe en una tendencia observable en muchos países de América Latina. A unas tres décadas del inicio de la redemocratización, las Fuerzas Armadas han vuelto a convertirse en un factor de poder.
En una encuesta de 2019, casi el 40 por ciento de los latinoamericanos dijeron que aceptarían un golpe militar como reacción a la alta tasa de delincuencia. Eso también describe por qué los militares, pese a sus crímenes históricos, vuelven al primer plano. Para mucha gente, la democracia no entrega respuesta a problemas fundamentales como la inseguridad, la corrupción y la pobreza. Pero estos se seguirán agudizando debido a la crisis del coronavirus. Gobernantes de pensamiento autocrático, como Jair Bolsonaro y Nayib Bukele, podrían utilizar esto para sus fines".
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