Plebiscitos: ¿democracia participativa real?
18 de mayo de 2014
22 francos por hora para cada trabajador. Eso es lo que exige la llamada "Mindestlohninitiative" (iniciativa por el salario mínimo) que los suizos rechazaron este domingo (18.05.2014), mediante un plebiscito. También debieron decidir sobre si adquirirán más aviones militares, si se debe prohibir que los pedófilos trabajen con niños y otros cambios relacionados con la asistencia sanitaria primaria.
Todo esto, unido a diversas consultas cantonales, puede parecer un maratón de votaciones, pero en Suiza lo consideran la forma rutinaria de ejercer la democracia. Por lo menos cuatro veces al año toman decisiones sobre cuestiones que en otros países se reservan a gobiernos y parlamentos. En el país alpino, el pueblo es quien tiene la última palabra en lo que a leyes importantes se refiere. Con un número adecuado de firmas los ciudadanos pueden forzar cambios en la legislación e incluso en la Constitución.
Decisiones controvertidas
Los cálculos dicen que más de la mitad de los plebiscitos, a nivel mundial, se celebran en Suiza. Este pequeño estado de 8 millones de habitantes es considerado todo un ejemplo de democracia participativa. Entre tanta consulta, varios resultados no han sido bien recibidos fuera de sus fronteras.
La votación contraria a la construcción de minaretes en 2009 o la consulta de principios de 2014, cuando la mayoría del electorado votó a favor de limitar el acceso de los trabajadores extranjeros a Suiza. Herrmann Heußer, profesor de Derecho de la Hochschule de Osnabrück, no se opone a tomar como ejemplo el modelo suizo, sino más bien apoya la idea de incorporar en Alemania elementos de democracia directa. Hasta el momento, los alemanes han tenido pocas oportunidades de participar en plebiscitos de este tipo.
En Alemania, no sería tan fácil tomar decisiones tan controvertidas como la del acceso de extranjeros. “Lo primero que debemos hacer es comprobar si la ley respeta la Constitución alemana y las leyes europeas. Al ser la libertad de circulación una de estas leyes, una reforma como la suiza no sería consentida”, sentencia el especialista.
Arma de doble filo
El politólogo Tobias Montag no cree que los referéndums reduzcan los conflictos sociales, algo que le parece “una idea demasiado idealista”. En las sociedades de democracia débil, los referéndums podrían causar incluso un efecto negativo. Los líderes de los regímenes autoritarios “convocan plebiscitos, a menudo, para legitimar su régimen político. Esta es una forma de falsa democracia”, declara Montag.
Incluso democracias establecidas se encuentran con el riesgo de crear, mediante los referéndums, plataformas para los grupos populistas. Montag coincide en que las consultas complican la toma de decisiones políticas y retrasan proyectos de gran importancia. “Lo mas importante no es tomar las decisiones rápidamente, sino tomar las correctas. Examinar todos los factores lleva su tiempo y deben de ser leyes que se integren en el código de cada país”.
Rejuvenece la idea europea
En opinión de Heußner, la Unión Europea podría salir beneficiada de las consultas populares transformando su negativa imagen de burocracia impersonal en un proyecto conjunto de los ciudadanos europeos. Las diferencias nacionales se retraerían si los ciudadanos de los diferentes países tuvieran intereses comunes. Por ejemplo, la cuestión de privatizar, o no, el suministro de agua. Durante la acción, a escala europea “Wasser ist in Menschenrecht” (El agua está entre los derechos humanos) se recogieron 1,8 millones de firmas.
La mayoría de los políticos europeos suele oponerse a la participación ciudadana en la toma de decisiones. Hasta el momento, la experiencia nos demuestra que los ciudadanos y sus representantes no quieren lo mismo. ¿Un ejemplo? Hace algunos años se permitió votar a los ciudadanos por un proyecto común europeo. Esa vez ganó, inicialmente, el "No".