Pedro Sánchez y los ‘cubañoles’
24 de octubre de 2018La visita a Cuba del presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, ya tiene fecha. Estará en la Isla entre los días 22 y 23 de noviembre, en un viaje que es la primera visita oficial de un mandatario español desde hace 32 años. Sánchez deberá hacer verdaderos malabarismos para salir airoso de una estancia que el Gobierno de Miguel Díaz-Canel intentará capitalizar totalmente a su favor. Solo su olfato político y el de sus asesores lo podrán salvar de una colosal metedura de pata.
El país que encontrará a su arribo dista mucho del que conocieron José María Aznar y el Rey Juan Carlos en 1999, cuando viajaron a Cuba, no en visita oficial sino por motivo de la celebración de la Cumbre Iberoamericana de ese año. En aquel entonces el subsidio venezolano apenas arrancaba, en las calles se respiraban todavía los aires de las reformas económicas que había tenido que impulsar Fidel Castro tras la protesta social conocida como el Maleconazo y la Crisis de los Balseros, ocurridos cinco atrás.
Sin embargo, ahora la llamada generación histórica, todos octogenarios y nonagenarios, ha ido desapareciendo de las estructuras de mando para dar paso a una manada de funcionarios más jóvenes pero tallados al milímetro en los laboratorios ideológicos del Partido Comunista. Con una ayuda venezolana en declive, un proyecto de nación que ha perdido el rumbo y el debate de una reforma constitucional que mantiene la "irrevocabilidad del socialismo”, la Isla parece suspendida en un limbo.
Sánchez tendrá al menos tres grupos a los que complacer y a los que dirigir su discurso. Por un lado el Gobierno, sediento de más inversiones extranjeras y de poder aparentar que está conectado con el resto del mundo en un momento en que los camaradas de ruta en América Latina han sido sacados de las sillas presidenciales o perdido bochornosamente en las urnas. Por otro lado, está la oposición, con la que el presidente español no ha confirmado si se reunirá y que ya prepara un pliego de demandas encabezado por la liberación de presos políticos y el fin de la represión.
Con anterioridad el Gobierno español ha sido mediador entre la disidencia de la Isla y el Gobierno, aunque no siempre el resultado de esos arreglos haya sido afortunado. Como la deportación, casi forzada, a España de decenas de prisioneros de la llamada Primavera Negra de 2003, a los que se les dio a elegir entre seguir en una celda o subirse a un avión rumbo a Madrid.
El tercer grupo de los interlocutores de Sánchez, y no por eso menos importante, son los más de 130.000 cubanos que han obtenido en los últimos años la nacionalidad española gracias a la llamada Ley de Nietos. Para ellos, gente muy diversa socialmente y desperdigada por todo el archipiélago, el acceso a recursos, ayudas, medicamentos y alimentos a través de entidades de la Península son de vital importancia. Esa comunidad de ‘cubañoles' también desea que el Gobierno cubano reconozca su doble nacionalidad, para evitar engorrosos trámites y obtener facilidades como "extranjeros residentes” (entre ellas importar mayor cantidad de insumos).
En fin, que Sánchez la tendrá bien difícil para complacer a todos y para aceptar los pedidos de unos sin desairar a los otros. Es muy poco probable que salga airoso en esa tarea.