Patrimonio pegajoso
13 de enero de 2015
Rara vez pensamos en el viaje que han recorrido los granos de azúcar de nuestro azucarero hasta llegar cada mañana a nuestra taza de café. Algunos podrían ser de Fiyi.
Alrededor de tres cuartas partes de las tierras de cultivo de Fiyi están plantadas con caña de azúcar. Aproximadamente 200.000 isleños, una cuarta parte de la población total, vive directa o indirectamente del negocio del edulcorante.
Fábricas de azúcar en ruinas, instalaciones de producción anticuadas y una población de agricultores cada vez más anciana son sólo algunos de los problemas de la industria azucarera. El país produjo 400.000 toneladas de azúcar en 2003, mientras que diez años más tarde, sólo la mitad. De esta cifra, Fiyi envió 125 mil toneladas a la Unión Europea (UE).
"El mayor problema de Fiyi es que está muy lejos de todos los mercados", afirma Sergey Gudoshnikov, que trabaja como economista en la Organización Internacional del Azúcar (OIA), en Londres. "Fiyi tiene que buscar mercados que estén más cerca que el de la UE", dice, "Malasia o China, por ejemplo."
De colonia con estatus especial a competidor en el mercado mundial
En 1874 el Imperio Británico tomó Fiyi y declaró el estado insular del Pacífico como colonia de la Corona. Con ello adoptaba un estatus especial y podía estar seguro de que las refinerías británicas comprarían su azúcar sin refinar a un precio fijo, que era, además, superior al del mercado mundial. Por aquel entonces, los exportadores enviaban el azúcar a Inglaterra y hasta la fecha sigue siendo el Reino Unido su principal comprador.
Aún hoy, profundos conflictos que tienen su origen en la época colonial, dividen la sociedad entre los indo-fiyianos y los melanesios. Muchos de los agricultores del azúcar de hoy son naturales de Fiyi, cuyos antepasados de la India trabajaron como jornaleros baratos contratados por obra en las plantaciones. A menudo, los propietarios de tierras melanesias no quieren renovar los contratos de arrendamiento de sus tierras agrícolas, que han existido durante décadas. Los conflictos étnicos se reflejan una vez más en la lucha por la escasas áreas agrícolas. Sólo en el período de 2010 a 2016 expiran 2.991 contratos de arrendamiento, tal y como informa un documento de posición de la UE. El interés por realizar inversiones costosas en el equipo muy anticuado es correspondientemente bajo.
A su vez, una reorientación del sector del azúcar está presionando por una razón diferente. Hasta la fecha Fiyi se beneficia de una legislación europea: el 15 por ciento de la demanda de la Unión Europea debe ser cubierta con el azúcar proveniente de los países más pobres, como Fiyi, que puede importarlo libre de derechos de aduana. Esta regulación se derogará en 2017. Entonces Fiyi deberá competir en el mercado internacional contra países como Brasil, la nación del azúcar, y Australia, uno de sus grandes vecinos.
"Fiyi tiene que reducir sus costos de producción", subraya Gudoshnikov, de lo contrario el país no será capaz de mantenerse en el mercado altamente competitivo.
Gobierno comprometido con la sostenibilidad
El gobierno de Fiyi, que posee los cuatro molinos estatales para el azúcar, quiere apostar por la sostenibilidad con el fin de impulsar de nuevo la industria. En un discurso ante la Organización Internacional del Azúcar, en noviembre de 2014, el Primer Ministro de Fiyi, Josaia Voreqe Bainimarama, anunció la puesta en marcha de la primera central de ciclo combinado para el molino de Rarawai hasta mediados de 2015.
Con ello se deberían poder ahorrar otros combustibles. Debido a que la corriente ha de venir de la combustión del bagazo de caña, un producto de desecho formado durante el prensado del jugo del azúcar. Asimismo, la organización estatal del azúcar pretende también construir su primera plantación de etanol en el molino de Rarawai para producir por ejemplo biocombustibles. En primer lugar, debe servir para la mera subsistencia. Una segunda central de energía está prevista para la refinería de azúcar en Labasa, según comunicó el jefe de Estado en su discurso.
El consorcio de bebidas alcohólicas Bacardi Limited puso en marcha un intento de hacer la industria azucarera más respetuosa con el medio ambiente. La compañía fundó junto con la organización no gubernamental Bonsucro y el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, en sus siglas en inglés) un proyecto para proteger al tercer mayor arrecife de coral del planeta, delante de la isla de Vanua Levu, de los residuos de las fábricas de azúcar.
Los agricultores deben aprender en dos fincas modelo a construir las plantaciones en bancales o con barreras de gramíneas. De este modo, los granjeros pueden prevenir que los fertilizantes, y también los nutrientes y las semillas, no se degeneren y vayan a parar al mar con las aguas residuales.
Desde 2011, Fiyi trata de mantenerse al día con la certificación de comercio justo y con las normas de otros países. Con el apoyo económico de la UE, 15.000 agricultores de Fiyi han recibido primas de comercio justo para sus exportaciones, como informa el Fiyi Times Online.
Una vez más, se manifiesta el dilema entre el deseo de un futuro económico, la producción sostenible y la carga del pasado. La Confederación Sindical Internacional reclamó después de todo retirar de nuevo la certificación. Las condiciones de trabajo en las plantaciones y en los molinos para moler el azúcar conducen en Fiyi una y otra vez a las protestas. Sin embargo, a pesar de la difícil situación, el economista Gudoshnikov, tiene la esperanza de que Fiyi se mantendrá como productor de azúcar: "la industria azucarera está luchando, no morirá."
Autora: Désirée Therre (AR/PK)