Opinión: Verdún y la cultura de la conmemoración
30 de mayo de 2016La ceremonia del domingo en Verdún no dejó imágenes perdurables para los libros de historia. Afortunadamente, la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente de Francia, François Hollande, resistieron la tentación de emular la toma de manos de sus antecesores Helmut Kohl y Francois Mitterrand, o cualquier otro intento de grandes gestos.
Pero pese a ello, no faltaron símbolos relevantes en este 100 aniversario de la Batalla de Verdún. La sola fecha para conmemorar la matanza que comenzó el 21 de febrero de 1916 con el nutrido fuego de 1.200 armas alemanas, fue como una reverencia a un gigante de la historia francesa: el presidente Charles de Gaulle, que el 29 de mayo de 1966 viajó a Verdún.
Rostros de la guerra
El antiguo general, que resultó herido de gravedad en 1916 en Verdún, habló hace medio siglo en este lugar histórico, pero no solo se refirió a la batalla. En aquel suelo sobre el cual corrió la sangre, enalteció la reconciliación franco-alemana que él mismo había consagrado tres años antes en un documento firmado también por el canciller alemán, Konrad Adenauer. Entre los espectadores estaban veteranos de la guerra mundial que habían pagado la gran victoria francesa no con su vida, pero sí con graves heridas corporales o espirituales.
Y frente a esos hombres fuertemente marcados, que trataban de adoptar una postura marcial apoyados en muletas, de Gaulle delineó el futuro de una Europa unida que, con Alemania y Francia en la cima, llevarían progreso al mundo. Si los gestos históricos se dan con toda energía frene al público adecuado, aquí sin duda fue el caso.
Hace algunos años murieron los últimos veteranos de la Primera Guerra Mundial. No hay ya personas que con su presencia rindan testimonio de lo que los alemanes y los franceses se hicieron mutuamente en ese lugar. En este sentido, fue inevitable y correcto poner a jóvenes y niños en el centro de la ceremonia por el primer siglo de la batalla. Una generación que debe acudir a los archivos familiares para ver si sus abuelos o bisabuelos lucharon en Lothringen.
Mirada común
Esa generación, para la cual la idea de una confrontación militar entre Alemania y Francia resultaría absurda, aún puede ver en Verdún parte del horror de la guerra, ya sea al visitar opresivas fortificaciones o al ver al cráter dejado por una bomba, visible hasta hoy en el antiguo campo de batalla. Ahí se luchó amargamente por cada trinchera, pueblos enteros desaparecieron para siempre, y fue disparada tanta munición por metro cuadrado como nunca antes en la historia.
Cerca de tres cuartos de todos los soldados franceses de la Primera Guerra Mundial lucharon en Verdún a fin de detener al agresor alemán ante las puertas de esa ciudad. Ese es otro mensaje simbólico de la fecha: mientras en 1984 Mitterrand estuvo dispuesto a encontrarse con el canciller Kohl solo en el antiguo campo de batalla, Hollande y Merkel visitaron también el centro de Verdún.
Así que la era de los grandes gestos llega a su fin, cien años después de la guerra. Todas las preguntas han sido respondidas. Historiadores alemanes y franceses ya no tienen problemas en formular una visión común sobre las guerras mundiales. No se pueden resaltar lo suficiente estas conquistas ni el camino que ambos países han recorrido. Pero, mirando hacia el futuro, han perdido fuerza.
No hay visión de futuro
¿Europa como unión pacífica? ¿Cómo rechazo a los nacionalismos? ¿Reconciliación de los pueblos como garantía de un futuro promisorio? Los jóvenes de Verdún se dan cuenta de que tales promesas ya no alcanzan. Angela Merkel y François Hollande también lo saben. En el marco de las conmemoraciones, hablaron sobre el riesgo que representa el brexit. El eje franco-alemán se esfuerza por evitar el desmantelamiento del entramado que da unidad a Europa, y que también se basa en Verdún.
Todo esto se encuentra amenazado, no solo por los testarudos británicos, a los cuales de Gaulle jamás quiso incluir. También Alemania y Francia carecen desde años de la fuerza necesaria para sacar adelante grandes iniciativas políticas. Tan solo en temas económicos y financieros, las diferencias parecen ser casi tan grandes como en tiempos de de Gaulle.
Y, finalmente, el cansancio idiomático: tanto en Alemania como en Francia decrece de modo continuo el número de alumnos que aprenden el idioma del país vecino. Ni Merkel ni Hollande esbozaron una respuesta a esto, ni tampoco presentaron una visión concreta, común y atractiva para los jóvenes sobre el futuro de Europa. Tenían frente a sí al público adecuado.
Para aprender alemán: Usted puede leer aquí la versión original de este artículo.