Opinión: Venezuela, la Corea del Caribe
27 de abril de 2017Si no fuera por las calamidades que afligen a Venezuela, la risa sardónica que causó la decisión del presidente Nicolás Maduro de retirar a su país de la Organización de Estados Americanos habría sido más estertórea. Pero el infierno en que se ha convertido la nación caribeña se hace más intolerable con cada hora que pasa; esa es la unidad de tiempo con que se mide el encarecimiento de la vida y la proliferación de homicidios impunes, por citar sólo dos de las plagas que hambrean y enlutan a sus habitantes. A nadie le hace gracia que Venezuela abandone el foro panamericano, por muy estrafalario que sea el anuncio de su partida.
Contagioso malestar
De ingenua se tacha a la oposición antichavista por haberse esforzado en persuadir a la OEA de verificar y condenar abiertamente las violaciones de derechos humanos, el desmantelamiento de la institucionalidad democrática y las arremetidas contra el Estado de derecho en que han incurrido Maduro y sus subalternos. Ingenua por creer que, por sí solas, las evidencias del "expediente Venezuela” –recopiladas y presentadas por su actual secretario general, Luis Almagro– bastarían para convencer a la comunidad continental de reprender al Ejecutivo de Maduro y propiciar activamente la reanudación del hilo constitucional en el país.
Pero más cándido es Maduro si piensa que, al dejar las filas de la OEA, Venezuela dejará de ser objeto de escrutinio. A estas alturas, Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Panamá, Perú, Trinidad y Tobago, entre otros Estados, padecen en carne propia las secuelas de la malsana gestión gubernamental del chavismo: el éxodo de venezolanos ya es un fenómeno que los homólogos de Maduro en el hemisferio perciben como un problema. No son los "asuntos internos” de Venezuela, que Maduro cela con tanto ahínco, los que preocupan a sus vecinos, sino la transformación de una crisis nacional en una regional.
Escenarios pesimistas
Si la llegada masiva de norcoreanos es la pesadilla recurrente de Corea del Sur, que cuenta con programas de recepción y adaptación para sus hermanos refugiados, no cuesta imaginar cómo es percibido en Latinoamérica y las Antillas el contingente de venezolanos que huyen de la dictadura bolivariana... Aunque Venezuela anunció que se deslindaría de la OEA este 26 de abril, su retirada se hará efectiva en 2019. Si sus voceros no asisten a las reuniones que se organicen en los próximos dos años, el resto de los miembros de la organización puede tomar ese gesto de intransigencia como una invitación a interactuar con Caracas bilateralmente, de Gobierno a Gobierno, con los riesgos que eso implica.
El abogado venezolano Mariano de Alba, especialista en Derecho Internacional, comentaba en un análisis reciente que hasta los Gobiernos más comedidos podrían terminar viéndose obligados a llamar a consultas a sus embajadores o a cerrar sus consulados en Caracas; pero advertía que mociones de ese tenor podrían desembocar en el desconocimiento de la legitimidad del régimen de Maduro, aislar aún más al país y contribuir a la perpetuación de un sistema totalitario que, de hecho, ve en el ostracismo autoimpuesto una estrategia de supervivencia… A la diplomacia continental le corresponde hacer viables escenarios menos ominosos.