Opinión: Turquía, en camino a la autocracia islámica
20 de julio de 2016El malestar crece, así como las dudas. El intento de golpe de Estado en Turquía se ha visto frustrado. Ahora, la ira del presidente Erdogan contra sus opositores, a quienes sin vacilar llamó enemigos, es cada vez mayor. En los días subsecuentes al golpe, Erdogan no ha mostrado ni mesura ni moderación. Además, las suspicacias crecen respecto a lo que realmente sucedió; esto se debe, en gran medida, a que claramente estaba preparado para el intento de golpe. Nadie habla de una victoria o de un triunfo del pueblo y la democracia, ya que el fracasado golpe de Estado ayuda ahora a Erdogan a acercarse más a su meta de eliminar a sus opositores.
Habrá muchas más detenciones
Se podría decir que lo que ocurre en Turquía es una masiva purga. Más de 20.000 personas –entre ellas jueces, fiscales y oficiales– fueron despedidas y muchas hasta encarceladas: tan solo en el Ministerio de Educación más de 15.000 empleados fueron suspendidos. A todos los decanos y rectores de las universidades se les ordenó renunciar.
Así, Turquía, bajo el mando de Erdogan, empieza a deformarse en una autocracia aún disfrazada de democracia, y todo basado en la presunta voluntad del pueblo. Erdogan no necesita de ningún Parlamento, él tiene al pueblo a su favor. Por lo menos así lo cree él. Los imanes se encuentran de su lado, por lo que no se puede descartar que la secular república de Atatürk se convierta, bajo Erdogan, en una autocracia islámica. En tal caso, no existiría alguna posibilidad de que Turquía tenga un lugar dentro de la UE, así como quedaría en duda su lugar dentro de la OTAN.
En retrospectiva, el intento de golpe de Estado parece ser más una farsa: si bien la Fuerza Aérea bombardeó el Parlamento, es difícil creer que no haya logrado atacar el lugar donde se encontraba el presidente de vacaciones. Los golpistas ocuparon el servicio público de radiodifusión y no los privados; así como no cortaron los canales de comunicación, sino que los dejaron abiertos. Escenificaron su opereta golpista en la temprana noche, aún cuando Estambul se encontraba en pleno inicio de fin de semana, en vez de hacerlo en la madrugada cuando la ciudad duerme. Finalmente, soldados golpistas rasos creyeron que se encontraban realizando una maniobra táctica. ¿Fue esto en realidad un golpe militar? Resulta poco creíble.
Despedida de los ideales de la Turquía secular
Es mejor no difundir teorías de conspiración. No obstante, ¿es acaso creíble que en las altas esferas del Ejército –después de doce años de Erdogan como primer ministro y presidente– no exista ningún seguidor del AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo)? ¿Es, asimismo, creíble que al servicio secreto turco se le pase completamente de frente algún intento de conspiración? Y ¿cómo es posible que Erdogan haya tenido, justo en la mañana después del intento de golpe, una lista de despidos con los nombres de 3.000 jueces? Todo esto es más que improbable. Erdogan no habrá tramado el golpe, pero si lo ha utilizado para cambiar cosas a su antojo. Ha utilizado la oportunidad para sacar a todo juez y periodista crítico de su Gobierno, a todo aquel que se aferre a los ideales de la Turquía secular. Esta "limpieza" demuestra que Erdogan ya no es un demócrata que se sujete a las reglas de su propia Constitución. El restablecimiento de la pena de muerte es un claro ejemplo de esto.
¿A dónde vas Turquía? De momento parece ser una autocracia islámica. Las fantasías de omnipotencia de Erdogan no se concentran solo dentro de su país, sino también en el exterior: desafía a sus aliados, incluso, hasta Estados Unidos, quienes solo podrá utilizar la base militar de Incirlik, para luchar contra del Estado Islámico. Erdogan exige que Gülen, su enemigo mortal, sea devuelto de su exilio estadounidense, aún cuando no hay pruebas de su participación en la intentona. Erdogan se siente fuerte, poderoso, omnipotente. No le teme a nadie. Quizás a Putin, a quien ya en el pasado le ha pedido disculpas.