Trump y el nacionalismo total
9 de agosto de 2016Su concepto es simple y sumamente peligroso. A simple vista, el discurso en Detroit del candidato presidencial republicano, Donald Trump, trató sobre el modelo tributario, el precio del cuidado infantil, sobre plazas laborales y, naturalmente, sobre cómo Estados Unidos puede ser grande otra vez.
En el núcleo de su discurso se encuentra un esbozo de Estados Unidos que, en caso de volverse realidad, acabaría con el orden mundial establecido. Donald Trump establece una visión del país en donde no existen más los compromisos con las alianzas, en donde solo se establecen acuerdos económicos que favorezcan intereses propios, en donde la protección del medio ambiente no juegua ningún papel y en donde todas las regulaciones y condiciones son abolidas para favorecer el crecimiento económico de empresas estadounidenses.
Vivir sin alianzas
Y bueno, se trata finalmente de un país que, sin importar el precio, se pone siempre en primer lugar. Trump desarrolló una representación aislacionista de un orden económico, opuesto al actual. Autarquía y aislamiento en vez de globalización. Esta idea radica en la idea de que Estados Unidos es suficientemente grande y fuerte para sobrevivir sin alianzas, tanto económicas como militares. Y el que moleste será amonestado, o incluso aniquilado.
En las semanas pasadas, Donald Trump ha venido perdiendo terreno frente a su adversaria Hillary Clinton. Antes, la diferencia se había mantenido siempre pareja. Ahora, Clinton ha logrado capitalizar los errores de Trump, tomando así la delantera con una diferencia de diez puntos. Por esta misma razón es que el discurso de Trump en Detroit era tan importante: Trump no debía solo convencer con el contenido de su alocución, sino también, probar que es capaz de portarse como un verdadero jefe de Estado.
Deslices en Twitter
En los últimos meses, Trump, a través de sus deslices en Twitter, encolerizó a más de un líder republicano. Hoy, contrariamente, logra comportarse mejor: a pesar de las protestas que interrumpieron en catorce oportunidades su discurso, Trump no se dejó llevar y mantuvo la calma; leyó juicioso el teleprompter y se atuvo a lo planeado.
En cuanto al contenido, el discurso de Trump contrasta con la política económica y exterior avalada por muchos líderes republicanos, en cuanto a los tratados de libre comercio y la cooperación con la OTAN. Trump no escucha a estas voces de la razón. Al contrario, ha demostrado que –aún en detrimento de los votos a su favor– no está dispuesto a cambiar su visión de nacionalismo extremo.
Trump sabe que nadie le va a arrebatar la nominación republicana. Y así, planea aprovecharse de la debilidad de la gente; algo que sabe hacer muy bien. Trump infunde miedos sobre el futuro para presentarse así después como el salvador, con un mensaje simple y fuerte: cuando pongamos a nuestro país por encima de los demás, todo estará tan bien como antes.
El discurso del lunes debe preocupar al mundo. Y no solo porque Trump ha demostrado por primera vez que puede utilizar temas complejos, como asuntos tributarios, como propaganda para su visión de nacionalismo extremo. A todas luces le ha gustado verse en el papel de estadista. No está en absoluto a punto de tirar la toalla.
Puede que Donald Trump sea un jugador, pero también es un luchador´que quiere triunfar a toda costa. El hombre quiere el poder, y piensa utilizarlo.