Cuanto más compleja es la situación, se vuelve más importante no perder el horizonte. Este miércoles (11.01.2017), el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, dio su primera conferencia de prensa. En democracia, la libertad de prensa es un valor que consiste en que periodistas, en nombre de los ciudadanos, interpelan a los poderosos. Puede ser por medio de investigaciones, pero también a través de preguntas incisivas. Algo que, precisamente, puede suceder en una conferencia de prensa.
La reciente conferencia fue largamente anunciada y varias veces postergada. En esencia se trató de una exposición del multimillonario Trump para explicar que sus intereses comerciales personales no se van a cruzar con su nuevo trabajo como presidente del país. Pero lo cierto es que en el caso de Trump la pregunta puede ser cualquier cosa, menos trivial.
Graves acusaciones
Ese mismo miércoles, antes de la conferencia, circulaban susurros comprometedores. Varios medios, entre ellos CNN, habían publicado que el servicio secreto ruso tenía en su poder información sensible sobre el hombre más poderoso del mundo, relacionada a sus negocios pero también a su vida privada. Y Trump reaccionó. Dijo que había periodistas que eran mentirosos. En Twitter escribió que "las agencias de inteligencia nunca deberían haber permitido que estas 'noticias falsas' fueran filtradas al público” y preguntó si acaso estaba en la Alemania nazi.
Es algo fuerte. Y refleja nuevamente la compleja y amenzante situación que atraviesa la sociedad estadounidense.
La relación de los políticos con la prensa es por definición complicada. Se trata de intereses opuestos. En el caso de Obama, la relación tampoco fue fácil. Esto prodría explicar, en parte, el estilo agresivo de Trump. Así como el hecho de que se haya valido de los nuevos medios de comunicación para difundir mentiras. Por ejemplo, referidas a su situación tributaria personal o a la economía de Estados Unidos.
Aún más peligroso, sin embargo, es la desconfianza de Trump concretamente en el trabajo de los periodistas. No importa cuán rigursos sean los informes críticos, serán simplemente descartados como "noticias falsas”. Con estas reglas, cuestionar al gobierno se vuelve casi imposible. Lo que no se encuadre dentro de su visión de mundo, será catalogado de mentira.
Esto vale no sólo para Trump. La contracara son aquellos dispuestos a creer y difundir cualquier cosa que se diga en contra de Trump. Las acusaciones sobre informes distorsionados de los medios liberales no siempre es errónea.
Lo que no se responde
El miércoles, Trump le mostró al mundo cómo se comportará con los periodistas críticos. Se negó a responderle a un periodista de CNN, alegando que su medio publicaba noticias falsas. Esquivó las preguntas complicadas de los colegas de otros medios y casi no hubo respuestas a las preguntas realmente importantes.
Es que, en rigor, no se trató de una conferencia de prensa. Fue más bien un adelanto de cómo el próximo presidente de Estados Unidos se relacionará con la prensa crítica. "Estás despedido”, fue lo último que dijo. Una broma dirigida a su hijo en caso de que no administre bien los negocios familiares. Entre los periodistas presentes nadie se río.